Revista Opinión

El hombre que dijo zorra

Publicado el 10 octubre 2011 por Rbesonias

El hombre que dijo zorra
El hombre que dijo zorra
Un señor cuyo nombre no recuerdo ni quiero acordarme llamó a su hijo a través del móvil y amenazó a la madre de éste y esposa de él en el siguiente tono: «como la justicia no hace nada, me la voy a tomar por mi mano, te veré en el cementerio, en una caja de pino; saldré por la televisión». Lo juró «por el sol», concluyó. Unos meses más tarde volvió a la carga, amenazando de nuevo a su mujer a través del hijo: «al día del juicio no vas a llegar». Al energúmeno progenitor le cayó un año de prisión por delito continuado de amenazas en el ámbito familiar, pero no los cumplió, porque el abogado del troglodita recurrió la sentencia y porque tuvo la suerte de tocarle un juez de recusación que se pasó las causas circunstanciales por el forro de la toga.
Su
señoría Juan del Olmo Gálvez (conocido también por dictar la retirada pública de un número de El Jueves por calumnias a la Corona) centró su argumentación jurídica en la naturaleza polisémica del término «zorra». Teniendo en cuenta que con esta palabra podemos estar refiriéndonos tanto a una prostituta como a una persona sagaz o al famoso mamífero cánido en versión hembra, el juez decidió exonerar al padre de todos los cargos y dejar que campe a libre albedrío para seguir deshojando sus polisemias. En jerga jurídica: la realidad fáctica acreditada «no reseña que el acusado vertiese expresión y que proyectase desprecio o menosprecio a la dignidad de la mujer, incluso que fuera expresivo de una posición de dominio o exigente sumisión». Por lo visto, si el marido hubiese añadido al vocablo zorra la expresión ven aquí o te muelo a palos por mi santa madre que en paz descanse, quizá en ese caso el juez se hubiese pensado si meter al acusado un añito entre rejas. Pero como solo dijo zorra y tal acepción no denota humillación, desprecio, vejación y demás caricias semánticas, pues se vio obligado a liberar al angelito. Cabe la posibilidad, según se desprende de las palabras de su señoría, de que el marido haya hecho uso del término para alabar las habilidades de su santa esposa, y no como un signo de dominación o un plante verbal de andrógenos. ¡Por favor, qué mal pensada es la gente!
En fin, si su señoría Juan del Olmo hubiese puesto tanto encono hermenéutico en decantar el sentido común de este pleito hacia la protección de la esposa y el hijo del acusado, como demostró en el caso de El Jueves, protegiendo la imagen inmaculada de la Corona frente a la libertad de prensa, ahora no tendríamos a dos ciudadanos acojonados, esperando qué día y a qué hora saldrá de qué esquina esa bestia parda para agujerearles a puñaladas. No sé bien si
su señoría hubiese ponderado la causa de igual forma si esta exclamación polisémica o cualquier otra de definición inconsistente hubiese sido aplicada a su persona. La diferencia reside en que al juez se le supone la autoridad por derecho propio, y nadie se atreve en un juicio siquiera a resoplar, mientras que muchas mujeres deben acostumbrarse por instancia judicial a ser llamadas zorra porque existen letrados que no saben distinguir la hostia consagrada de aquella que te llega, puño cerrado, sin avisar. Tristemente, la semántica está aún al servicio de la estupidez y la justicia en manos de algunos necios de capa y birrete.
Por cierto, prueben ustedes a teclear en Google Imágenes la palabra «zorra» (desactivando, por supuesto, el filtro moral). Pueden imaginarse el resultado.
Ramón Besonías Román

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