Los Garrigues son una familia que guarda grandes similitudes con los Kennedy. El padre de la saga fue embajador de España en tiempos de JFK, al que frecuentaba en la Casa Blanca. La tragedia se cruzó, en algunos momentos, en su camino. Y sentían auténtica fascinación por la belleza femenina. Originarios del este del país, la localidad murciana de Totana, también coinciden en esto con los estadounidenses, procedentes de Boston, en el estado de Massachusetts. Joaquín Garrigues Walker nació en Madrid en 1933, pero siempre presumió de sus raíces. Cuando entró en política lo hizo con la clara intención de ayudar a la gente. Y, de manera muy especial, a sus paisanos. Tuvo el honor de poner en marcha, en 1979, el Trasvase Tajo-Segura, dotando del agua necesaria a las sedientas tierras del Levante español. Y lo hizo sin alharacas, grandes actos ni exhibiciones, en su calidad de ministro de Obras Públicas del Gobierno de Adolfo Suárez.
Joaquín Garrigues estuvo muy ligado a la vida política murciana durante los años de la Transición. Fue elegido presidente de UCD en una asamblea en la que resultó decisivo el que sería su mano derecha en la organización del partido en la Región: Juan Martínez Meseguer, quien ejerció de secretario general con plenos poderes. En las primeras elecciones generales, las de 1977, Garrigues fue diputado al Congreso por Madrid, pero en las de 1979 quiso probar en la tierra de origen de su familia y encabezó la lista por Murcia. Aquellas elecciones se celebraron un jueves, 1 de marzo. Lógicamente, la campaña tuvo lugar durante las dos semanas precedentes de febrero. Garrigues contó con el amplio respaldo del partido para recorrer los pueblos y rincones de la Región pidiendo el voto para UCD. A algunos les sorprendió que en su comitiva viajase una actriz, cantante y vedete que ya había apoyado a la formación centrista en el 77: Bárbara Rey. Muchos pensaron que se trataba de una acción propia del marketing de campaña. Pero nada más lejos de la realidad. Joaquín Garrigues, casado con Mercedes de Areilza, hija del exministro José María de Areilza, con la que tuvo cinco hijos, no pasaba por un buen momento en su matrimonio. La enfermedad, que le llevaría a morir con solo 46 años, ya había dado sus primeras señales. El paisanaje con Bárbara Rey fue fundamental para que ambos iniciaran una relación sentimental. Previamente, la actriz había sufrido sucesivos desengaños amorosos con el rey Juan Carlos, el futbolista Carlos Rexach o el torero Francisco Rivera Paquirri. Conoció a Garrigues y quedó encandilada por el contraste con sus antecesores: culto, refinado, educado y cosmopolita. A diferencia de los anteriores, Bárbara reconoció que siempre la trató de maravilla: “Me pareció un ser extraordinario y quizá por eso ya no está desde hace muchos años en este mundo”, dijo en un programa televisivo cuando confirmó que existió esa relación, sobre la que añadió que no le cabe duda de que hubiera prosperado si la leucemia no se hubiera cruzado en la vida del político. “Creo que pudo ser el hombre de mi vida”, confesó en un gesto de sinceridad.
Joaquín Garrigues Walker falleció de una parada cardiaca a finales de julio de 1980. Estuvo ingresado en la clínica madrileña de la Concepción, donde recibía visitas frecuentes de la actriz. Un día, él le dijo a ella que ya no fuera más a verlo: “Esto se acaba. No hay vuelta atrás”. Y ella cumplió su deseo. Aquel hombre encandiló de tal manera a aquella mujer, durante los meses que estuvieron juntos, frente a otros que también la cortejaron, incluso de la mismísima realeza. Y dejó un poso y un recuerdo indeleble en su vida. Bárbara Rey conoció en esa época a un domador de leones que había enviudado. Se casó con él y tuvieron dos hijos. Y ya saben todo lo que vino después en tan tormentosa y accidentada historia.