(En voz alta). No es la primera vez que, leyendo declaraciones de Borges, me asalta la impresión de que pudiera ser uno, otro, de los heterónimos de Pessoa. Ocurrencia que no tarda en corregirse con otra fulguración: ¿Y si todo Pessoa con su “drama en gente” no fuera sino un invento de Borges? Es, en todo caso, una experiencia abisal sumergirse de nuevo en las palabras del maestro, en su pasmosa naturalidad para tocar fondo, en su lucidez sin fronteras. Curiosamente, si no leo
mal, el texto contiene una errata “gentilicia” (por así decir) muy sugerente y un desliz geográfico de cierto calado, eso suponiendo que, como tan a menudo ocurre con el escritor de nombre de origen portugués (!), no sea todo una confabulación de los entendimientos. Afile los suyos el lector atento y, si el juego le seduce, trate de encontrar ambas dos muescas. Y luego, si tiene tiempo y ganas, coméntelas. Al fin y al cabo todo es cuestión de turnos, de intercambio de voces y apariencias, de durar de algún modo resonante mientras duremos.