El pasado sábado, 18 de agosto, Honorat Bauçà y Margalida Juan, presentaron en Mallorca el libro “El Tesorillo. Mallorquines tras los pasos de Joan March”. Con ellos estaban Biel Mayoral y Bartomeu Mestre i Sureda, quien hizo la presentación. En ella dijo, entre otras cosas: “El Tesorillo…es un libro apasionante que cuenta las peripecias de una de las familias mallorquinas que trabajaron para Joan March en un latifundio andaluz. Honorat y Margalida nos brindan un libro veraz, bien escrito, muy interesante y absolutamente recomendable. Los autores destapan un episodio, callado por los protagonistas y sus descendientes, que analiza unos años de la vida de un latifundio. El Tesorillo tiene una extensión de 24.000 cuarteradas en Málaga y Cádiz, 12 kilómetros de costa y más de 300 cortijos. La narración explica el poder de los hombres de Verga y sus peripecias. Enfatiza la proximidad de la finca con Gibraltar, que favoreció el contrabando y sirvió a Joan March como vía de evasión, tras haber corrompido y sobornado a los directivos del penal de Alcalá de Herrares y hacerles chantaje para huir. El resultado es un compendio del universo de Joan March: contrabando, explotación, amores furtivos, negocios sucios, guerra, especulación, asesinatos, secretos”.
“Otro relato del Tesorillo –continúa Mestre i Sureda con el libro de Juan y Bauçà– nos hace pensar es la muerte del amo Antonio de sa Vall y en la de su cuñado, Miquel Felia. ¿A quiénes beneficiaban sus muertes? ¿Por qué se tapó su crimen?… ¿Puede que la parcelación tan anunciada en Madrid seis días antes, en las bodas de Bartomeu March, fuera atrasada, pese a las instrucciones recibidas? De hecho, hasta un año y medio, después de aquellas muertes de mayo de 1943, no comienza a aparecer publicidad en prensa de la parcelación del Tesorillo… La cosa no debía ir como querían porque el 31 de octubre publicaban un anuncio gigante para advertir que ‘habiendo circulado rumores de que se han parcelado todas las tierras y casas, la Sociedad Industrial y Agrícola de Guadiaro hace público por el presente que los únicos cultivos completamente vendidos son los olivares de riego y secano’. La publicitaria promoción se alargaría más de seis años. Sorprende igualmente el interés personal de Verga en distribuir las comisiones a los herederos de los muertos e, incluso, a destinar una cantidad importante a la amante clandestina de Antonio Burguera que habrían de pagar forzosamente los familiares que no lo aceptasen. Todo junto, forma parte de la vida secreta de Joan March, pero su currículo y la liturgia que envuelve los hechos invitan a no descartar su implicación en el doble asesinato”.
“La Reforma Agraria, aprobada en 1932 y aplicada años después, alteraría el curso de la historia y la vida de los protagonistas. El 19 de abril de 1936, justo dos meses después de la victoria del Frente Popular, el diario ABC publica: El director del Instituto de Reforma Agraria ha recibido hoy el siguiente telegrama del jefe del servicio en la provincia de Cádiz: Ayer, cumpliendo acuerdo Junta provincial, ocupóse la finca ‘El Tesorillo’, propiedad de Juan March, donde podrán asentarse aproximadamente mil familias’… No habían pasado tres meses desde la ocupación de la finca cuando, en julio de 1936, se levantó el Ejército franquista y sólo pasaron dos meses más hasta que las tropas insurgentes, a instancias de Raimundo Burguera, recobraban el dominio de la finca para que reincorporasen a lo mallorquines que se habían escondido en la misma finca o se habían refugiado en Gibraltar.
Bartomeu Mestre i Sureda recuerda que, en 1978, Manuel Domínguez Benavides publicaba la novela “El último pirata del Mediterráneo”, en la que Joan March, travestido en Juan Albert, se presenta como “el ladrón del dinero y de la conciencia de su país”. Y añade otra referencia importante sobre Verga, “descubierta gracias al trabajo que hice sobre el libro ‘L’ílla de cara girada’, de Albert Vigoleis Thelen, un escritor alemán que, en 1954, publicó las memorias noveladas sobre su estancia en Mallorca entre 1931 y 1936. Vigoleis califica a March de asesino sin escrúpulos, describe sus negocios brutos durante la guerra, el tráfico de drogas, el apoyo a Franco a cambio de una permanente inmunidad y destapa un asesinato concreto, el del gerente del club Venta Eritaña de Palma”.
Mestre resume así la presentación de “El Tesorillo. Mallorquines tras los pasos de Joan March”: “Joan March era el hombre que miraba las esquelas. Ejemplo de ello es su creación, el 1 de abril de 1926 de la Banca March, una catapulta más de enriquecimiento. A la semana de haberse sentado en su despacho, vio la ostentosa esquela de la Marquesa de Larios, con la información de las docenas de misas que se dedicarían a la muerta en muchas iglesias de Madrid, Málaga y en todos los entornos de la finca El Tesorillo. La dirección de la Banca March, además de aventurar el caciquismo, brindaba al fundador el mejor y más barato activo: ¡la información! Así se enteró de que el Marqués, justo al morir su mujer, dispuso trasladar la residencia de la finca andaluza a su segunda posesión: La Dehesa de los Llanos, en Albacete. March se enteró de que la economía del Marqués estaba en una situación precaria, porque pocos meses antes había comprado las bodegas de Pedro Jiménez, descapitalizadas y necesitadas de inversión. La esquela, efectivamente, era una oportunidad clara de negocio. ¿Qué carta de condolencia debió enviarle March? El hecho es que, en dos años, hizo la compraventa de sus posesiones. Larios atendió el capricho de relanzar las bodegas para exportar los ‘brandys 1866’ y ‘Príncipe’, creando, en 1933, la ginebra que lleva su nombre El negocio de March fue más eficiente y lucrativo, porque no suponía ningún riesgo nuevo. Hacía años que, en Mallorca, ya actuaba como una liebre. Saltaba de esquela a esquela, comprando fincas para parcelarlas, como presumía con cinismo, para socializar la propiedad, con préstamos a los compradores a largo término que fidelizaran para siempre la relación entre los pequeños propietario y su banco”.