Hace mucho tiempo leí en mi libro de referencia sobre anécdotas de Madrid, ( Madrid Curioso, de Isabel Gea Ortigas) sobre un llamativo alojamiento que hubo en la capital y que me vino rápidamente a la memoria al leer este artículo sobre el Hotel más cutre del Londres victoriano, denominación que podríamos "traspasar" a la desaparecida Posada de la Cuerda.
En la actualidad, los hoteles luchan a diario y centran todos sus esfuerzos por ofrecer al huésped la experiencia mas reconfortante e inolvidable. Baños inteligentes, camas mullidas con sábanas de la más alta calidad, estancias insonorizadas para que nadie perturbe el sueño de sus inquilinos... Pero hubo un tiempo en el que l os hoteles simplemente eran un refugio para no dormir a la intemperie, unas paredes para protegerse del duro frío. Lugares humildes y sencillos sin ningún tipo de pretensión. Cero lujos y un sentido mucho más práctivo y funcional.
Y lo cierto es que, en esta liga de alojamientos austeros la campeona por goleada debió de ser esta Posada de la Cuerda cuyo nombre no podía ser más explícito. Se ubicaba en la calle Atocha y se llamaba así porque los inquilinos no tenían derecho...¡ni a una cama! Como su nombre ya nos adelanta, el "modus operandi" de este alojamiento era de lo más simple. Una cuerda atada de un extremo a otro de la habitación y colgada a media altura. L os inquilinos se sentaban en una silla y apoyaban los brazos y la cabeza sobre la cuerda para descansar, aunque fuese mínimamente...
Por lo que pude leer en el artículo del hotel londinense, algunos decían que era bastante más cómodo de lo que pudiera parecer en un primer momento. Para que os hagáis una fiel idea de cómo era esta Posada de la Cuerda o s comparto las fotos de aquel establecimiento de Londres que funcionaba de similar manera.