Fotograma de “La cinquieme saison”
En la región de Ardenas, la primavera no llega. En el ritual que el pequeño pueblo realiza al final del invierno, quemar una montaña de ramas secas, con un muñeco de paja en su parte más alta, no consigue realizarse, porque la pira no prende.
A partir de lo que podría ser un acontecimiento poco más que curioso, en el pueblo se suceden una serie de desgracias en esa estación que se quedó a las puertas de la primavera; plagas de insectos, semillas que no germinan, vacas que no dan leche y abejas que desaparecen sin dejar apenas miel.
Hasta aquí todo el argumento. Su director Peter Brosens contaba en rueda de prensa que la historia había surgido cuando él y su mujer, – y la otra parte de la dirección – Jesica Woodworth paseaban por su pueblo en Bélgica.
En qué momento. La película es la tercera parte de una trilogía que comenzó en 2006 con ‘Khadak’, continuó en 2008 con ‘Altiplano’ y termina con ‘La Cinquième saison’. La trilogía trata de la relación del ser humano con la naturaleza; aunque en esta tercera película se centre más en la correlación inversa, en cómo la naturaleza interactúa con el ser humano, y acaba con él.
El largometraje se plantea como un ensayo visual sobre el comportamiento del hombre en situaciones extremas: en su lucha con los elementos, por su supervivencia, y contra el hombre mismo. No hay caridad, no hay compasión. El animalismo más primitivo nace en la quinta estación; silencioso, pero en estado puro.
“La naturaleza es la protagonista en el largo” decía Peter Brossens, es “el enemigo invisible”, continuaba. El director belga estudió antropología y trabajó sobre ello en Ecuador. Woodworth, por su parte, proviene del cine documental, que estudió en Stanford. Si bien la película no es ni un estudio antropológico ni mucho menos una película que se debiera situar en la Seminci dentro de Tiempo de Historia más que en la Sección Oficial, lo cierto es que los conocimientos de ambos directores sí se dilucidan en un filme con esa temática base de narrar el comportamiento humano dentro de un entorno.
Y no es que la antropología o el cine documental sean aburridos, nada más lejos de la realidad, siempre que se sepa llevar una idea de manera convincente y reflexiva, sin por ello tener que obviar la belleza artística que ofrece el género. No es el caso de ‘La cinquième saison’.
La película se trata de un compendio de poéticas secuencias que, si tienen relación, es porque al menos los directores se han preocupado de utilizar a los mismos personajes de una manera más o menos coherente dentro del largo: Alice (Aurélia Poirier), la hermana mayor de una familia de ganaderos; Thomas (Django Schverens) el joven que se enamora de ella y Octavie (Gill Vancompernolle), un joven de movilidad reducida que vive con su padre, antiguo filósofo y actual apicultor.
El largo se centra en estos tres personajes, y en cómo cambia su vida tras la catástrofe. Para ello, hace uso de planos con una perspectiva poco convencional, que en ocasiones bien puede recordar al cómic, y en el rostro de unos actores que parecen lánguidos y pasivos la mayor parte del tiempo, como indiferentes a su propio sufrimiento.
Pretender la belleza visual está bien, por supuesto, pero si ésta no va asentada en una historia convincente, es difícil que el espectador entre en situación. Claro, que también la idea de Brosens y Woodworth es otra, que el espectador no sea un sujeto pasivo, que perturbe y sirva de sugestión.
Ellos confían en el espectador, sobre todo en el joven. “No quiero ser paternalista”, decía Peter Brossens en rueda de prensa, en respuesta a la pregunta de un periodista que, veterano o no, desvelaba una duda que podía tener el espectador de cualquier edad: los avestruces del final del filme.
Fred y su dueño
Comentar esto no es ni mucho menos desvelar nada del argumento, ni hacer spam, ni nada que tenga que ver con romper alguna incógnita (si la hubiera) en el argumento. Simplemente, así decidieron los directores belgas terminar su trabajo, con un avestruz mirando a cámara. “No puedo dar la respuesta”, contestaba Brosens. Acaso la siguiente pregunta podría haber sido si alguien puede dar un significado definitivo a un conjunto de avestruces en un pueblo de Bélgica en pleno invierno. Tremendo.
Se salva el tipo del gallo, un gallo que se llama Fred y que no es capaz de soltar ni un leve canto, algo que desata la ira de su dueño. También el trabajo de Sam Louwyck, el padre de Octavie, que resuelve el que es quizás el papel principal más interesante del filme.
Y sería injusto obviar lo que sí es un esfuerzo por realizar una tarea cuidada y casi definitiva en una obra donde los minutos de metraje mudos son mayores que los de diálogo, es el trabajo de sonido de Michel Schöpping. Hay que reconocerlo, gracias a Schöpping, ‘La Cinquième saison’ se anota un punto; pero pierde por goleada.
Dafne Calvo
Por afecto o por defecto, pero me encanta el periodismo. Sueño con un mundo dibujado sobre viñetas, donde esté prohibido comer palomitas en el cine.
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