Revista Libros
Reconozco que mi sentido del humor no es fácil de pillar a veces.
No siempre es malo eso, mucha veces es para sentirse orgulloso.
Muchos partidarios de Los Morancos, de los chistes de mariquitas gangosos de Arévalo, del caca-culo-pedo-pis, de las referencias sexuales y machistas puede que se sientan perdidos por mi forma de entender el mundo.
No digo que sea mejor o peor que otras formas de humor, solo proclamo que mi forma de ver la vida es la que quiero, y que si se me dice que soy complejo en la forma de pensar puede que se me hinche el pecho más que si me dicen que soy guapo. Porque mi humor me hace sentir orgulloso.
El otro día comentaba con una apreciada amiga psicóloga que hemos llegado a un punto en el que no podemos ni hacer humor negro con nuestros propios muertos porque terceros ajenos a nosotros se sienten ofendidos. Manda cojones que cualquier gilipollas con piel fina nos diga cómo tenemos que vivir nuestro duelos o nuestras vidas.
Y sí, muchas veces no me gusto. Muchas veces creo que digo cosas improcedentes y que pueden causar daño porque mi forma de enfocar las cosas es diferente a la del receptor de ciertos comentarios. Eso me preocupa porque hay una fina línea de libertad que por una lado o por otro se sobrepasa y eso es difícil de gestionar porque tratamos con seres humanos y como tales somos falibles.
Mi ironía, provocación, sarcasmo y diarrea mental destinada a la sonrisa nunca serán eliminadas de mi vida porque me parecen que hacen más bien que mal. Si creyera que produzco daño -a sabiendas- cambiaría mi forma de ser y sería un tipo gris de los que solo hablan de política y de Ana Rosa Quintana.
Pero no, no soy gris, y por ahora recibo más felicitaciones por las risas que provoca mi libro que quejas por mi forma de comentar la actualidad en mi muro. Y qué queréis que os diga, que no se puede gustar a todos. Incluso puedo afirmar que no lo pretendo.
Siempre digo que tenía que estar subvencionado por el Ministerio de Sanidad.
Cuando pongo un post en Facebook y me contestan con interrogaciones algo dentro de mí se revuelve. Eso de pensar que tengo que explicar una gracia me apena y me frustra. Siempre pienso que si no se entiende ( que no siempre se tiene que entender ) lo mejor es no comentarlo. No hay ninguna necesidad de comentar todo. Ignorar las cosas que puede que no comprendamos también es signo de inteligencia, yo muchas veces lo hago. Por eso casi no veo telediarios ni los programas donde sale Pablo Motos. Bueno, lo de este señor es por una especie de reacción cutánea que me sale por mi cuerpo y me abarca desde el orto hasta el sobaco.
La vida es más bonita con humor. Estar puteado es feo, nos provoca arrugas. Lo que molan son los hoyuelos provocados por la risa.
Si de algo me arrepiento en esta vida es de no reír y hacer reír aún más. Los problemas se minimizan y el viaje vital se hace mucho más confortable.
(Este post acaba con la emisión de unas risas enlatadas que corroboran lo dicho, sin matices)