Revista Historia

El icono histórico del enorme Mazinger Z de Tarragona

Por Ireneu @ireneuc

Cuando yo era un crío, los sábados eran día de fiesta. Después de acabado el telediario, empezaban las series de dibujos animados y me quedaba enganchado a aquella Lavis de blanco y negro que teníamos en la salita de estar de casa. Me gustaban todas, pero si hubo una que me dejó especial huella fue Mazinger-Z, el gigantesco y todopoderoso robot antropomórfico que era comandado por un valeroso Koji Kabuto y su planeador alojado en la cabeza de la máquina. Sus luchas épicas contra aquellos robots malos-malísimos, y aquellos personajes más malos todavía que eran el Doctor Infierno, el bisexual (a lo vertical) Barón Ashler o el descabezado Conde Broken, me tenían fascinado y marcaron mi infancia. Y como yo, la de toda una generación que hemos crecido a golpe de "¡Puños, fuera!" y "¡Planeador abajo!". Es justamente por estas sensaciones de infancia que llegan a lo más hondo del ser humano, que podrán imaginarse la expectación que levantó entre la comunidad "mazingeriana" el hecho de conocer que no hacía falta irse a Japón para encontrar a Mazinger Z. Y es que, simplemente con acercarse a Cabra del Camp (Tarragona) podrán disfrutar de una copia exacta del famoso héroe televisivo.


Cuando Televisión Española empezó a emitir la serie japonesa Mazinger Z el 4 de marzo de 1978, poco se imaginaba la repercusión que aquella serie iba a tener en millones de tiernos infantes en plena España de la Transición. La mezcla de tecnología futurista, de lucha épica y la típica violencia de los mangas japoneses hechizó a todos los adolescentes y preadolescentes de la época, acostumbrados a las series azucaradas hasta la diabetes como fueran Heidi o Marco.

Hasta tal punto llegó a escandalizar la serie que, debido a presiones de los lobbies más timoratos del post-franquismo, la única cadena que había en aquel momento emitió tan solo 27 de los 33 episodios que había contratado. Por lo visto, la violencia y el hecho que un robot femenino (el Afrodita A, la compañera de Mazinger Z) tirara misiles por los pechos, no les parecía demasiado correcto para los niños -no sé qué habrían pensado de las series actuales. Con todo, al año siguiente, durante las navidades, programaron 5 episodios más, descontextualizados y sin lógica, pero no hacía falta, porque Mazinger Z ya había marcado nuestros tiernos cerebros.

En este contexto de transición política y mitomanía infantil (y no tan infantil), el desarrollismo más especulador y chanchullero de final del franquismo vio en la urbanización a mansalva de terrenos rústicos, una forma de obtener pingües beneficios a costa de la creciente riqueza de una clase media en expansión. Actividad que se extendió durante todos los años 70 y principios de los 80.

La idea era sencilla y funcionaba. Grandes fincas rústicas que hasta entonces estaban abandonadas, eran planificadas cual nuevas ciudades-jardín, en las que se vendían los terrenos sobre plano y donde la promotora (o uno mismo) construía las casas a gusto del consumidor. La idea, muy novedosa, y que permitía al "currito" de turno tener una casita donde pasar el fin de semana lejos de la ciudad, rodeado de naturaleza y aire puro, atrajo a miles y miles de personas que adquirieron su terrenito o su chalet por poco dinero. El único inconveniente es que, la mayoría de veces, dichas urbanizaciones aprovechaban vacíos legales o eran, directamente, ilegales, con lo que vivir en una de ellas significaba vivir en medio de la nada y sin los más mínimos servicios, habida cuenta que los ayuntamientos -normalmente pequeños- no tenían recursos para asegurarlos.

En 1978, en el pueblo de Cabra del Camp, a unos 40 km de Tarragona, los especuladores vieron la posibilidad de hacer un pelotazo urbanístico planificando una zona residencial en los terrenos de una heredad llamada Mas del Plata, dentro del término municipal. Por entonces, la serie Mazinger Z había sido ya un éxito, por lo que ¿cual era la mejor forma de atraer a los padres? Atrayendo a los hijos, evidentemente. Ni corta, ni perezosa, la empresa Fontscaldetes S.A., promotora de la parcelación, vio en los famosos dibujos animados del momento un perfecto anzuelo de atraer a toda la criaturada.

Así las cosas, la inmobiliaria decidió aprovechar la imagen de Mazinger Z en anuncios en prensa para atraer la atención de los futuros propietarios con la excusa de un perfecto entorno natural, una atractiva planificación urbanística con zonas deportivas y lúdicas (sobre el papel, claro), a un paso de la autopista y "cerca" de las playas de la Costa Dorada. Y para hacer más atractivo el castillo de naipes levantado, no dudaron en encargar a la empresa Fibrester S.A la construcción de un gigantesco Mazinger Z de, nada más y nada menos, que 4 pisos de alto.

La impresionante figura, construida en acero y fibra de vidrio sobre peanas de hormigón armado, fue erigida a principios de 1979 en medio de un claro dentro de un pinar y costó, según las fuentes, unos 10 millones de pesetas de la época. Cantidad nada desdeñable, que evidencia la confianza que tenían los promotores en el negocio que estaban promoviendo. Pero es que, la estatua, que incluso estaba licenciada por la Toei Animation, era una atracción por si misma.

A parte de la tremenda altura, que desde el punto de vista de un niño ya la hacía inalcanzable, la figura estaba hueca en su interior, lo que permitía trepar por la estructura interior y llegar hasta la misma rejilla de la boca, desde donde se podía tener una panorámica de los alrededores y escuchar la banda sonora de la serie de televisión. Todo un reto y un atractivo promocional que consiguió atraer a muchos padres, los cuales compraron un terrenito en la zona. El único problema es que, a parte de la réplica de Mazinger Z y otras pequeñas figuras de otras series de televisión ( Marco, principalmente), allí no había nada. Absolutamente nada.

Con el tiempo, la zona quedó como un fiasco urbanístico más de tantos que se perpetraron por toda Cataluña durante la Transición. Los que compraron los terrenos y se construyeron las casas, se encontraron con la realidad de una zona olvidada de la mano del ayuntamiento, carente de todos los servicios básicos y en pleito perpetuo con la administración y los promotores para conseguir las condiciones mínimas de habitabilidad.

Por su parte, de todas las figuras "anzuelo", la única que sobrevivió al pillaje sistemático fue la de Mazinger Z por su tamaño descomunal, si bien quedó totalmente olvidada para propios y extraños en el pinar de ubicación original.

No fue hasta finales de los 90 cuando, con la generalización de Internet, que los fans más recalcitrantes de la serie tuvieron conocimiento de la existencia de la réplica del gigante fotoatómico. Réplica que, para más inri, es la mayor figura que de Mazinger Z se conserva en el mundo, y que ha convertido a la urbanización Mas del Plata en lugar de peregrinación de todos aquellos "devotos" de la serie japonesa.

Todo un símbolo de una generación influenciada por las fascinantes historias de Mazinger Z y todo un símbolo de una época de especulación urbanística y de mangoneo político que, tanto una como otra, siguen vivas -y bien vivas- en la sociedad española del siglo XXI.


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