Me permito publicar unos párrafos que
he extractado del siguiente trabajo sobre el idioma español, por sí solos suficientemente
optimistas y significativos. Una gran fuente de riqueza y poder blando que tenemos poco atendida en España.
LA GLOBALIZACIÓN Y EL
ESPAÑOL EN LOS ESTADOS UNIDOS COMO SEÑA DE IDENTIDAD AMERICANA
Doctora PURITY ADA
UCHECHUKWU* [email protected]. Universidad de Nnamdi Azikiwe, Awka, Nigeria. index l comunicación | nº 4 (2) | 2014 |
No sólo eso, el español paulatinamente
se ha convertido en una parte integral de la identidad americana.
Este artículo explora el estatus del español
en el mundo, su expansión en EE.UU. y cómo el español se ha
convertido en una seña de la identidad americana. La desaparición de las fronteras entre
los Estados Unidos y sus actuales vecinos hispanohablantes comenzó con la
llegada y colonización de América por los españoles. En aquella época la
mayor parte del sur de lo que hoy pertenece a los Estados Unidos eran regiones
de la expansión española. La colonización española trajo la lengua del
Atlántico y se hizo americana en detrimento de las lenguas autóctonas, que se
calcula eran alrededor de trescientas.
Con las lenguas anglosajonas se señaló
otra etapa en la globalización lingüística del continente americano. La
convivencia de ambos idiomas –inglés y español– se reflejó no sólo en la
primera constitución de California, escrita tanto en español como en inglés,
sino también en el primer texto escrito en 1610 por Gaspar Pérez de Villagrá
redactado en español según Lago (2008: 24).
Esa convivencia pacífica experimentó un
cambio en 1885 por causas políticas. Es que casi cuarenta años después de la
ocupación anglosajona de los estados del sur-oeste, la población hispana en esa
región era de 100.000, frente a los 40.000 de la colonia inglesa.
Consiguientemente, y frente al incremento
de la población hispana, los ingleses decidieron fortalecer la hegemonía del
inglés y asegurar su poder en la región. Ésta tomó la forma de una ley,
promulgada en 1894, que estipulaba que sólo las personas con conocimiento de
inglés tenían derecho a voto (Espinosa, 1975; Azevedo, 2005). Resultó que las
leyes y costumbres se adaptaron al inglés en desventaja del español.
Ya sabemos que se habla español en
Europa, África, Centroamérica, Suramérica, el Caribe y, últimamente, en los
Estados Unidos. Si añadimos el aumento global, en la cifra de personas no
nativos que hablan la lengua, no es justificado incluirla en la misma categoría
que el chino y el hindi.
Respecto a su rol internacional, el
español no sólo es una de las cinco lenguas designadas oficiales de las
Naciones Unidas, también es reconocido como uno de los idiomas que han logrado
el estatus internacional por ser lengua franca en muchos países del mundo.
El español también justifica su ‘rol
especial’ en el mundo, por ser lengua oficial en una totalidad de 21 países
donde funciona como lengua comunicativa para todo tipo de intercambios.
El inglés ya no es la única lengua
franca en la sociedad estadounidense, puesto que ya casi comparte con el
español. Este cambio demográfico-lingüístico no implica el reemplazo de una
lengua por otra, si bien “los Estados Unidos están casi en el límite de
convertirse en un país hispánico” (Marcos Marín, 1994:10), según expresa un
conjunto de factores emergentes.
Según Lipski (2010), el español es, en
efecto, una lengua nacional de los Estados Unidos, aunque no goza de
reconocimiento oficial (véase también Caffarel Serra, 2008: 19). No resulta
sorprendente leer que hay “más ‘speak Spanish’ que en España” (Ruiz Mantilla,
2008) y eso no es sólo por el número de hispanohablantes, sino por el creciente
interés en el aprendizaje de la lengua por parte de los no nativos.
Asimismo, Lago (2008) observa que la
distribución geográfica de los hispanos ya no corresponde a la del Censo del
2002, ya que no se concentran exclusivamente en los estados del sudoeste como
en el pasado. Últimamente se encuentran hispanohablantes en la totalidad del
territorio nacional, hasta la frontera de Canadá. Por lo tanto, el cambio
demográfico demanda la configuración de un nuevo mapa nacional (Lago, 2008:
25).
En el ámbito académico, las
investigaciones de Furman, Goldberg y Lusin (2010), de las que provienen las
estadísticas de la Modern Language Association of America sobre el aprendizaje
de otras lenguas extranjeras (excepto el inglés) por estudiantes universitarios
en EE.UU, subrayan el español como la lengua extranjera más estudiada en
comparación con los principales idiomas europeos: alemán y francés. Abundando
en el mismo asunto, el aumento de la promoción del español se refleja también
en programas de español para el hablante de segunda generación: “Spanish as a
Heritage Language” (SAHL), ofrecidos como seña de mantenimiento de origen e
identidad
la fuerza económica, han sido descritos
por Goldman Sachs Research Strategy (2007) como “the hispanization of the
United States”. Lo que quiere decir que hay que contar con la población hispana
en la sociedad estadounidense, como factor de crecimiento económico y a pesar
de la voz escéptica de Huttington (2004a y b) y los esfuerzos de los
movimientos anti-bilingües como US English.
Sin embargo, la situación lingüística
actual es una “convivencia del español y el inglés […] las mismas
consecuencias que observamos en todas las comunidades bilingües del mundo, sin
que ni el español ni el inglés pierdan su integridad lingüística” (Lipski,
2010). Por lo tanto, la escena lingüística de convivencia de la época colonial
se desarrolla de nuevo y pudiera acabar convirtiendo la sociedad estadounidense
en el segundo país del mundo con más hablantes de español, si las proyecciones
estadísticas se cumplieran, en el 2060 (véase Frey, 2012).
Pero como dice Vargas Llosa (2010), no
sólo la lengua común unía a los hispanohablantes, sino que también hay
denominadores comunes como creencias, valores, ideas, costumbres, mitos, formas
artísticas e instituciones, y sentimientos que contribuyen a entrelazar a las
personas con su lengua.
Y si consideramos lo dicho por Spolsky
(1999: 181), que un idioma es un poderoso símbolo de la identidad, o
Johnson (2000), que opina que si los latinos en los Estados Unidos
independientemente de sus países de origen utilizan el español para
identificarse, es que el idioma forma parte de su conciencia. Y renunciar al
mismo, ya sea literal o simbólicamente, es renunciar a una dimensión importante
y poderosa de su identidad personal y social (Johnson, 2000: 177). Claramente,
el español actúa como el tejido vital que les enlaza lingüísticamente (Stavans
citado en Saz, 2001: 225). Y este fenómeno de fusión de culturas distintas,
incorporado en el español estadounidense, se aprecia también por logros en las
formas artísticas como la literatura (Lago, 2013), lo que confirma que aun en
tiempos de la globalización:
Así que por el efecto de la globalización
y la desaparición de las barreras culturales, el español sigue ganando
reconocimiento como lengua de identidad en EE.UU. y, en contraste con el
inglés, ni provoca una segregación lingüística, ni impone su cultura de manera
que resulte sometida la identidad de otras naciones (Gutiérrez Ramírez y Ariel
Landeros, 2010: 96).
Al contrario, paulatinamente, el idioma
pertenece al patrimonio del país, no sólo por el número de los hablantes, sino
también por el entusiasmo con que los estadounidenses aprenden la lengua. Dicho
entusiasmo se refleja también en las fiestas hispánicas, que ya constituyen una
parte de la vida estadounidense, rompiendo las barreras culturales y
demostrando que la lengua es vehículo de la cultura. Anualmente se rinde
homenaje a esa seña de la identidad americana, tanto a niveles oficiales del
gobierno federal, como del estatal. Las fiestas rinden homenaje especial a la
tradición hispana.
Se celebra cada año la Semana Nacional
de la Herencia Hispánica, del 15 de septiembre al 15 de octubre, que se inició
en 1968 bajo el Presidente Lyndon Johnson. Poco a poco, la celebración ganó
peso, tras su promulgación como ley en 1988. Los presidentes entre los que se cuentan Nixon, Ford, Carter,
Reagan, George H.W. Bush, Clinton, Bush, y Obama, emiten proclamas anuales en
reconocimiento a las contribuciones de la población hispana. En EE.UU. se
observan también los esfuerzos de algunos de ellos por emitir comunicados en
español.
Añadimos las celebraciones del Cinco de
Mayo, la fiesta del día de la Nacionalidad puertorriqueña en Nueva York, y la
fiesta de la Calle Ocho en Miami; y se puede concluir que la
identidad americana se entrelaza con el español, ya que todas las celebraciones
demuestran la cultura de los países hispanohablantes y, por ende, de la lengua
española.
Es importante también destacar la
publicación de la Enciclopedia del Español en los Estados Unidos en 2008, por
el Instituto Cervantes, que no sólo es un homenaje a esa mezcla de distintas
variaciones regionales, sino que proyecta el orgullo de la herencia e identidad
de los hispanohablantes en EE.UU.
La situación del español en EE.UU.
nunca ha sido tan buena como en la actualidad. Y su reconocimiento como lengua
global e internacional da un impulso a su difusión en Estados Unidos y en el
resto del mundo.
La situación lingüística en la sociedad
estadounidense ha acabado con el monolingüismo en este siglo. La lengua
española ha logrado el puesto que
ninguna otra lengua de inmigrantes
jamás ha alcanzado; ni siquiera el alemán, ni el francés ganaron tal difusión y
aceptación, de tal manera que sus culturas y lenguas formen parte del
patrimonio de la sociedad estadounidense, como ha conseguido el español.
El mapa no es del trabajo anterior, procede de Laughing Squid,Edw Lynch