Rebelión narrativa
Haciendo honor a máxima que dice que los cánones están para romperse, el cordobés afincado en Molina de Segura Manuel Moyano se ha puesto a la faena de dinamitar la estructura tradicional de la novela. Dicho así podría sonar a titular catastrofista, por lo que habrá que precisar: lo que ha hecho este magnífico autor, ganándose por derecho el ser finalista nada menos que del premio Herralde, ha sido jugar con esos cánones, divertirse con la tradicional estructura narrativa hasta ponerla boca abajo, y sólo entonces mostrarse serio para regalarnos una trama diabólica.
A raíz de una expedición a Papúa Nueva Guinea en los años sesenta, una joven científica nipona contrae una curiosa enfermedad, tan curiosa que terminará por desencadenar una pesadilla distópica que seguirá coleando en la sociedad occidental casi ochenta años después. Ya está sembrado el misterio, Manuel Moyano logra, sin inmiscuirse en ningún momento como narrador, que el lector quede atrapado en una red de intrigas, investigaciones y contubernios científico-sociales capaces de arrebatarle el sueño al más pintado. Porque cuando se juega con la posibilidad de alcanzar la vida eterna no hay quien logre dormir tranquilo.
Toda la novela está organizada en torno a numerosos materiales recopilados por la Plataforma Ciudadana Contra Yegorov, el magnate soviético que se está haciendo con las riendas del universo, y cuyos tentáculos son capaces incluso de alcanzar a los lectores díscolos de esta novela, tal y como ya ha ocurrido con quien firma estas letras. Informes, correos electrónicos, diarios, entrevistas, reportajes, cuadernos de bitácora, incluso mensajes telefónicos, todo vale con tal de que conozcamos los antecedentes de una crisis mundial que ha puesto el precio de la elatrina por las nubes.
Pero no crean que la novela es un simple rosario de testimonios sin sentido, eso podría haberlo hecho cualquier nocillero posmodernito e iluminado, todo el material que Manuel Moyano ha presentado tiene su lógica, su porqué y hasta su consabida justificación argumental, incluso el sms más breve tiene peso narrativo. Por eso esta novela resulta tan curiosa, a la par que adictiva, porque el lector desea ansiosa, fervorosamente, conocer por dónde transitan los secretos de la eterna juventud, qué es el “yashirum fasciola”, el eletu, o por qué la elatrina no debe dejar de tomarse nunca.
Lean estos treinta y dos documentos, pero no se los queden, no guarden el secreto, difundan su contenido, contagien al mayor número posible de lectores, antes de que el tirano ruso logre localizar su existencia y termine por quemar todas las ediciones, construyendo una pira en cuya cima querrá ajusticiar también al propio Manuel Moyano. ¡Muera Yegorov!
El imperio de Yegorov; Manuel Moyano
Anagrama, Barcelona 2014. 190 páginas. (Revista Letras del Parnaso, núm. 30, Marzo 2015)