Continuamos hoy con nuestro relato sobre el incendio de Roma. Intentaremos plantearnos la incógnita de si fue o no provocado, la acusación contra los cristianos y, finalmente, la construcción de la Domus Aurea. POR FRANCISCO GARCÍA JURADO. GRUPO DE INVESTIGACIÓN UCM "HISTORIOGRAFÍA DE LA LITERATURA GRECOLATINA"
¿FUE PROVOCADO EL INCENDIO?
La pregunta no tiene una respuesta sencilla, como vamos a ver. Tácito declara que hay historiadores que sostienen el origen fortuito del incendio, mientras otros lo atribuyen directamente a Nerón. Naturalmente, a un historiador de ideales tan republicanos como era Tácito le convenía atribuírselo a Nerón, ya que así daba todavía más consistencia al retrato negativo que nos hace del emperador. Sin embargo, es muy probable que el incendio fuera fortuito, dada la calurosa estación del año en que se declaró y la zona tan concurrida donde tuvo lugar. No obstante, aun en el caso de que el mismo Nerón lo hubiera provocado, esta acción no debería atribuirse al mero capricho de un emperador enloquecido, sino a un plan político mucho más complejo. De lo que no cabe duda es de que el incendio, ya fuera casual o intencionado, supuso claramente una gran oportunidad para seguir fomentando la política orientalizante y populista de Nerón.
Si volvemos a la pregunta inicial, es decir, a si el incendio fue o no provocado, hasta puede pensarse incluso en que se dieran las dos posibilidades. Como ya hemos dicho, Tácito nos habla de dos incendios. El primero pudo ser perfectamente casual, y sabemos que el emperador no estaba en Roma cuando comenzó. Ahora bien, el mismo Tácito refiere los rumores que corrían acerca de la imputación del segundo incendio a Nerón. Cabe, por tanto, la posibilidad de que Nerón, si bien no provocó el incendio, aprovechara su carácter fortuito para alimentarlo días más tarde con la ayuda de su consejero y favorito Tigelino.
EL ASPECTO POLÍTICO DEL INCENDIO: ACUSACIÓN CONTRA LOS CRISTIANOS
Además de la conocida la imagen del emperador cantando con su lira, también nos refiere Tácito cómo intentó Nerón asistir a los afectados disponiendo refugio y ayuda para ellos en el Campo de Marte, en los monumentos de Agripa y hasta en los jardines de su propiedad, un gesto generoso que da cuenta indirecta de la magnitud del desastre. Sin embargo, a pesar de sus buenas disposiciones para con la gente afectada, Nerón no consiguió apartar de sí las sospechas de haber provocado el incendio. Era necesario buscar urgentemente un culpable, y para ello nada mejor que recurrir a una de las entonces llamadas“sectas”, la de los cristianos o seguidores de Cristo. Por tanto, el episodio del incendio ha supuesto, de forma indirecta, una ocasión memorable para tener noticias sobre la presencia social de los cristianos en la Roma imperial, gracias a un temprano testimonio de Tácito (Anales 15, 44, 2-3). Algunos historiadores modernos han visto en esta persecución un primer choque entre paganismo y cristianismo, pero esto realmente no tendrá lugar hasta un siglo más tarde. No parece tanto una persecución dirigida contra los cristianos por el hecho de serlo como la urgencia de buscar a alguien a quien poder culpar de lo ocurrido. En todo caso, se llevó a cabo la detención de un gran número de cristianos y, según nos cuenta Tácito, no tanto bajo la acusación de incendiarios como la de su odio hacia el género humano, una imputación no ajena a las propias tradiciones antijudaicas de la sociedad romana. Despedazamientos, crucifixiones y quemas de cristianos se sucedieron en diversos escenarios, entre otros, en los mismos jardines de Nerón, utilizados poco tiempo atrás para acoger a las víctimas del fuego. Sin embargo, Nerón logró el efecto contrario que perseguía, pues este escarnio público movió a más a la compasión que al hambre de justicia, dado que se veía sobre todo como una manifestación de la crueldad imperial.
LA OTRA CARA DEL INCENCIO: LA CONSTRUCCIÓN DE LA DOMUS AUREA
Según cuenta Suetonio, Nerón fue un emperador aficionado a las grandes construcciones. El incendio de Roma le brindó la oportunidad de llevar a cabo su proyecto más ambicioso: reconstruir una nueva ciudad y edificar una descomunal mansión palaciega. La ciudad se volvió a erigir, pero esta vez de manera ordenada, con calles más anchas y espacios abiertos. También se dispusieron fuentes públicas y medios para atajar nuevos incendios. Lo más sobresaliente de esta nueva ciudad fue la Domus Aurea, la inmensa mansión palaciega que se extendía desde el Palatino hasta el Esquilino. Antes del incendio, Nerón había construido en esta zona la que llamó Domus Transitoria, es decir, “Casa de paso”, dado que unía las construcciones imperiales del Palatino con las del monte Esquilino. Sin embargo, cuando quedó destruida por el incendio, su reconstrucción sirvió de pretexto para llevar a cabo numerosas expropiaciones. El nuevo lugar resultante, lleno de riquezas, estaba inspirado en los palacios orientales, con un gran lago artificial, praderas y villas, y era la máxima expresión del llamado neronismo. Séneca dijo de él que resplandecía con el brillo del oro y Suetonio describe su magnificencia sin ahorrar adjetivos. Entre otras cosas, se cuenta que dentro del gigantesco palacio imperial había un mecanismo giratorio en el techo del comedor que permitía una lluvia de perfume y pétalos de rosa sobre los comensales.
Nerón murió el año 68, sólo cuatro años más tarde del incendio, y no tuvo mucho tiempo para disfrutar de su mayor creación arquitectónica. Tras su muerte, el odio a su recuerdo hizo que sus sucesores ordenasen la destrucción de la Domus Aurea. El edificio quedó literalmente sepultado, pero desde hace unos años pueden visitarse de nuevo los restos subterráneos de la Domus Aurea. Vespasiano construyó sobre el lago artificial el Coliseo, Adriano el templo de Venus y Roma, en la parte correspondiente al vestíbulo, y Trajano erigió sus termas sobre el edificio principal. El descubrimiento en el siglo XV de las cúpulas hizo que éstas se reinterpretaran como “grutas”, y que al estilo pictórico encontrado en ellas se lo denominara “grotesco”. Nerón y su mito ya estaban servidos para el futuro. FRANCISCO GARCÍA JURADO. HLGE