Hace unos días nos sorprendió Andrés Calamaro con una huida de twitter a lo campeón olímpico. En este blog dimos cuenta de su pataleta, y de cómo, en su marcha, nos llamaba a todos los que nos quedábamos “progres aborregados”, “coro de subnormales”, “rebaño de boludos con Blackberry”… en un poema que adolecía de cierto revanchismo y mucha mala leche. Fue sonado. O quizás el sonado es el propio Calamaro.
Y de nuevo, vuelvo a lo mismo. Que si al señor Calamaro no le gusta Twitter está en todo su derecho de irse. Que si quiere entrar en Twitter de forma anónima, es libre de hacerlo. Hoy mismo he leído un artículo sobre por qué a Nils Jacobsen no le gusta Twitter.Y tiene hasta razón en muchas cosas, aunque me pese (soy un gran enamorado de la red social del pajarillo). Pero volvemos de nuevo a las formas, y no al fondo. ¿Necesita Calamaro esta ausencia total de coherencia? ¿Nos critica (y nos insulta) por usar twitter, pero luego vuelve, de tapadillo, como quien no quiere la cosa? ¿En qué quedamos? ¿Por qué vuelves a ser un subnormal del coro?