La isla de Ascensión es una pequeña isla volcánica de tan solo 90 kms/2 que se encuentra literalmente perdida en medio de la inmensidad del Océano Atlántico. Tal es el grado de aislamiento de esta isla -más pequeña que el municipio de Barcelona- que, teniendo como tierra más cercana la remota isla de Santa Helena a unos 1.200 km, dista 2.250 km de la costa americana y 1.600 de la de África. Pues bien, a pesar de este extraordinario aislamiento ( ver Bouvet, donde aislamiento se escribe con mayúsculas), las tortugas verdes del Brasil van a desovar año tras año en sus costas. Pero...¿qué es lo que les hace venir a poner sus huevos a este auténtico grano de arena perdido en la inmensidad del desierto Atlántico? Sencillo: la prueba de la íntima relación entre la vida y el planeta Tierra.
La tortuga verde ( Chelonia mydas) es una especie de tortuga marina en peligro de extinción que se extiende por los mares tropicales y subtropicales del planeta, teniendo en el Caribe y Sudamérica una importante colonia. Como otras tortugas y reptiles, la tortuga verde tiene tendencia a volver año tras año a poner sus huevos allí donde nació, haciendo para ello grandes distancias, pero ninguna como las de la costa brasileña, que llegan a hacer la friolera de 2.600 km de navegación trasatlántica para atinar certeramente a la minúscula isla de Ascensión.
La isla de Ascensión, por su parte, se trata de la parte emergida de un edificio volcánico que se encuentra situado sobre la dorsal atlántica que separa la Placa Americana de la Placa Africana ( ver Cumbre Vieja o la espada de Damocles de La Palma). El mantenimiento de la actividad volcánica en la zona durante los últimos millones de años ha hecho que este punto sea un punto fijo de vulcanismo desde el principio de la separación entre África y América, hace más de 135 millones de años.
Hemos de tener en cuenta que las tortugas marinas son una de las especies más antiguas sobre la tierra, con más de 110 millones de años de existencia ( ver La cica, un eslabón perdido en nuestro jardín), y por ello los científicos han determinado que las antecesoras de las tortugas verdes actuales habrían vivido la separación física de los dos continentes. Este hecho ha llevado a la conclusión de que las tortugas verdes, en un principio, hacían un trayecto mucho más corto para hacer el desove anual.
El proceso de apertura del Océano Atlántico sur a un ritmo de unos 2-3 cm anuales, pero con el mantenimiento de la isla primigenia por renovación continua de los volcanes emergidos, habría hecho que las tortugas se adaptaran progresivamente al aumento de la distancia de su punto de desove. De esta forma, con el pasar de los milenios, las tortugas habrían pasado, centímetro a centímetro, de hacer un trayecto de unos 300 kilómetros a hacer un formidable viaje de más de 2.000 kilómetros debido a la deriva continental.
Es una pena que la inconsciencia humana haya puesto al borde de la extinción a una especie que ha conseguido sobrevivir millones de años adaptándose a un mundo tan cambiante como es el nuestro. Esperemos que las prohibiciones de pesca en todo el mundo últimamente declaradas, permitan a esta pequeña maravilla de la naturaleza que son las tortugas verdes sudamericanas seguir haciendo su particular viaje en el tiempo y en el espacio durante otros millones de años más.