Cuando sentimos hablar de desertificación, una de las zonas más castigadas y paradigmáticas siempre ha sido la parte sur del desierto del Sahara, lo que se ha llamado como Sahel. Las continuadas sequías que azotaron la zona entre los años 60 y 90, así como el sobrepastoreo, habían dejado esta zona árida totalmente a merced del avance de las arenas del desierto, llevando a los habitantes de aquella zona a la hambruna más dura y cruel. Sin embargo, a partir de mediados de los 90, se ha descubierto un fenómeno que ha puesto en jaque a toda la comunidad científica. Y es que, a pesar de todo,... ¡ el Sahel está reverdeciendo!
Los científicos no se ponen de acuerdo cuales son las causas, pero los continuados estudios efectuados desde satélite han confirmado que la cobertura vegetal de esta zona de África, al contrario de lo que se pudiera imaginar, ha tenido una progresión de hasta un 40% en algunas de las zonas, lo cual no deja de ser un buena noticia en este océano de pesimismo y malas nuevas medioambientales que nos inundan día a día.
Hay múltiples factores que, según los estudios, han propiciado este resurgimiento de la vida vegetal en el Sahel centroafricano. Uno de los principales actores habría sido el aumento de las lluvias medias en la zona, lo cual habría permitido que después de las décadas de sequía continuada, la cobertura vegetal se viera un poco aliviada. Sin embargo, los datos no son concluyentes, porque si bien este aumento de precipitaciones efectivamente se ha producido, tampoco ha sido tan marcado como para explicar por sí solo el retroceso del desierto, ya que en algunas estaciones meteorológicas, las lluvias se han reducido. Entonces...¿qué ha pasado? Según parece el factor humano está siendo definitorio.
Los científicos creen que la principal causa del reverdecimiento del Sahel está ligado directamente a la actividad humana en la zona. Por un lado, las continuas sequías y conflictos armados en todo este territorio subdesértico, han provocado un desplazamiento brutal de población desde las zonas rurales a las zonas urbanas, disminuyendo, por tanto, la presión que se ejercía sobre los medios naturales y permitiendo una lenta pero inexorable recuperación de dichos recursos.
A lo nombrado anteriormente, se añadiría el calentamiento global por el aumento del CO2 en la atmósfera. El calentamiento global, por su lado, habría provocado un aumento de la temperatura de la zona que habría producido aumentos de la cantidad de agua evaporada por el territorio y la generación de bajas presiones que habrían producido un aumento de la cobertura nubosa y habrían llevado al aumento de las precipitaciones. El incremento del CO2, por su parte, habría permitido que la vegetación se desarrollase en mayor proporción, al utilizarlo como fertilizante improvisado, y colaborando por tanto en el aumento de la humedad atmosférica.
La reducción del sobrepastoreo, la concienciación de la población de la necesidad de conservación de los hábitats con un aumento de los árboles plantados por el hombre, así como la implementación de las políticas de agricultura sostenible desde mediados de los años 90 del siglo XX y de racionalización del uso de los recursos hídricos por los países de la zona, habrían hecho el resto, propiciando que lo que antaño no era más que una superficie yerma, ahora, cuando menos, muestre sus brotes verdes.
El ser humano tiene un impacto tremendo en su medio ambiente, aunque no nos demos cuenta. Todo está interrelacionado y lo que hacemos aquí tiene un impacto en la otra punta del mundo. Por eso resulta tan importante que tomemos conciencia de que este mundo es el único que tenemos y que no es una goma que se estirará infinitamente. El ejemplo del reverdecimiento del Sahel es el ejemplo más claro de que aún no está todo perdido y podemos reverter la tendencia porque, como siempre, nuestro verdadero enemigo no vendrá de afuera, sino que lo tenemos dentro de nosotros en forma de malos hábitos, ignorancia e inconsciencia.