Hay pueblos y pueblos. Algunos albergan historias enquistadas durante generaciones, un lodo que no desaparece nunca. Surge de rencillas familiares, de endogamia, de un muro de piedra invisible que separa a unos y otros en el propio territorio. Son esas aldeas donde la vida es dura, en la que el hambre acostumbra a depender de una buena cosecha y mantiene a los habitantes pendientes de cualquier señal del cielo que avise tormenta. Son esos lugares donde los niños van al colegio para reproducir los comportamientos adquiridos en las casas y de los que poco saldrán a buscar un futuro mejor. Porque en estos pueblos, mudarse es traición. El terruño es defendido a capa y espada aún cuando se critique de puertas adentro.
Es en este ambiente asfixiante en el que el joven escritor Enrique Llamas sitúa su primera novela, publicada por AdN en 2018. En ella se aprecia la influencia declarada por el propio autor del David Lynch de Twin Peaks, porque los pueblos de todo el mundo son el lugar perfecto para albergar la verdad más cruda de la tierra y los ecos del mundo mágico al que los habitantes achacan el bien y el mal que los sacude en la vida. Los Caín es una novela dura porque escupe los efectos de la ignorancia en la mala vida de las personas en comunidad. Es el infierno en un pueblo. En Somino, protagonista del libro, en medio de Castilla. Pero podría ser en cualquier otro lugar y tiempo. Porque si algo demuestra Llamas en esta historia es que el infierno está aquí y los demonios nunca andan lejos.