No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Anónimo.
Estaba de pie frente al tribunal. Su actitud, altiva, no era la idónea para enfrentar el proceso. Se trataba de un varón, de unos trescientos ciclos**, por lo tanto ya algo mayor para la media en Venus. Además, su vida, licenciosa, había hecho estragos en su cuerpo. Aun así, resultaba atractivo. Ese bulto en la antena derecha en forma de garbanzo había hecho suspirar a más de una venusiana y a más de dos venusianos. Incluso el miembro más joven del tribunal, un varón de sólo treinta y dos ciclos, no conseguía apartar sus veintidós ojos derechos de la dirección del bulto.
El tribunal lo formaban tres miembros: el más joven, ya nombrado; una hembra de mediana edad, doscientos veinticinco ciclos y un anciano de cuatrocientos setenta y tres ciclos. Era la composición normal de un tribunal de esta índole en los concejos de Venus. Estaban allí reunidos para decidir sobre el futuro del venusiano del bulto.
- Usted no ha respetado en su ya larga vida ninguna de la trece normas que nos hemos dado los venusianos para la convivencia. Le queda un ciclo de vida y hoy, como está estipulado, mis compañeros y yo debemos decidir cual será su futuro una vez acabado ese ciclo. ¿Qué tiene que decir? – Preguntó el juez más anciano.
- Que se dejen de pantomimas. El ciclo que me queda me lo pasaré saltándome esas normas absurdas, como hasta ahora. Eso del infierno no se lo cree nadie. Así que puede dar por concluida la sesión y emitir el peor de los veredictos. Y a ti, jovencito, te espero a la salida. – Añadió dirigiéndose al más joven del tribunal, que seguía mirando el bulto embobado.
- Repórtese. Usted no es nadie para decir a este tribunal lo que tiene que hacer. Sólo está aquí para darle la última oportunidad de arrepentirse de su vida pasada y que el ciclo que le queda lo aproveche para ganar el cielo.
- Se puede ahorrar todas esas monsergas. Ya le he dicho que no creo en esas historias de cielo e infierno.
- Sea pues. Dentro de un ciclo, se acabará su vida en Venus e irá derechito al infierno. Así me pronuncio y lo ratifican mis compañeros de tribunal.
El reo, se retiró con una sonrisa sarcástica y con un guiño de los trece primeros ojos izquierdos hacia el jovencito, que verdoseó de vergüenza.
Justo cuarenta semana después, en un lugar de la Tierra de cuyo nombre no voy a dar cuenta, nació un varón con un bulto en forma de garbanzo en la frente justo encima del ojo derecho.
* Basado en una historia gráfica de Quino.
** Un ciclo = cuarenta semanas.