Frente al mundo acotado, reglado y finito de la Edad Media, el Renacimiento supuso la irrupción de una nueva forma de mirar: la que se dirigía hacia el horizonte lejano, y aún más, la que permitía la aparición de un nuevo concepto: el del infinito. Se rompieron de esta manera los moldes establecidos y restrictivos, apareció la libertad. El mundo se ampliaba por todas sus vertientes… Pero hoy empieza a pesar esa falta de referencias, esa disolución de todo lo que puede permitir sostener alguna clase de identidad. Y de ello nos avisa el visionario Ortega y Gasset. El infinito ha llegado a su punto de saturación y se anuncia un nuevo cambio histórico que vendrá a corregir lo que ha venido sirviendo de sustrato cultural a Occidente desde el Renacimiento hasta aquí.