Me encanta Ben Lerner y, desde que leí su primer título, he esperado ansiosa cada uno de los siguientes. No han sido muchos, esta es su tercera novela, pero así ha sido cada vez. Hoy traigo a mi estantería virtual, El instituto Topeka.
Conocemos a Adam en su último año de instituto. Es hijo de un matrimonio de sicólogos más o menos brillantes llamados Jane y Jonathan que se dedican a las relaciones y a quienes Ellis llamó no hace tanto "hombres blancos privilegiados" respectivamente. Adam es brillante, ha sido criado en un ambiente culto y relajado, comunicativo, pero es adolescente y por lo tanto tiene momentos volubles y su comportamiento va volviéndose más violento. Y su arma, es oral.
Hay novelas que solo con las primeras líneas ya sabes que tienen mucho que ofrecer. En este caso lo primero que nos regala el autor es recuperar una voz ya conocida, Adam Gordon protagonizó Saliendo de la estación de Atocha, y lo coloca en un bote. Está allí con su novia perorando, por algo está en el equipo de debate y es el mejor, cuando se fija en que su novia ha abandonado el barco nadando y lo ha dejado solo. El tiempo que Adam lleva solo escuchándose a sí mismo, nos lo podemos suponer. Lo que nos ha regalado con este comienzo, más allá de la gracia, es el saber que vamos a estar ante una novela de Lerner (diría de Ben, pero otro personaje, esta vez de su segunda novela, se llama así) con un protagonista masculino que habla y se explica y se adentra. Lo que os digo, una novela de Lerner. Así que en apenas unas líneas ya nos ha dejado claro que estamos ante una novela que va a despuntar por su ironía, esos toques casi despectivos y, sobre todo, un caracter peculiar en su protagonista. Lo que no sabemos aún, es la enorme importancia que va a tener esa escena. Y es que en la novela, la palabra, la verborrea, es vital. sus personajes caen en torrentes abrumadores de palabras. Adam arremete contra sus padres argumentando una y otra vez sin importar si es ridículo o no lo que dice, sus palabras suenan fervorosas, enardecidas. Y si él es bueno, Peter, que lo entrena para el concurso de debate, es absolutamente abrumador. Y eso nos lo dice el propio Adam, recordando esos años y (agarráos) hablando del libro. Bienvenidos a leer a Ben Lerner. Esto os lo hubiera podido resumir y hablar de la ruptura de las formas y de la experimentación, pero si uno no lo lee, no lo vive, parece un galimatías, aunque al leerlo se convierta en algo ordenado en nuestra cabeza.
La novela se adentra en el mundo de la ira, la masculina, y en su manera de expresarse de forma oral. Adam no se dio cuenta siquiera de que su novia se había marchado y esta se iba ya hace tiempo cuando su padrastro tomaba ese camino encontrándose con su madre en la cocina. Los libros que escribe la madre de Adam enfadan a algunos hombres que llaman por teléfono y los adolescentes que trata su marido bullen de ira que expresan con palabras. Hay incluso pandillas que rapean para expresarse (aunque Lerner otorga su mirada principalmente a este grupo de blancos con privilegios). El autor nos ha metido de lleno en una crítica brutal a la sociedad actual y ni siquiera nos hemos dado cuenta. Cuando Adam va a buscar a su novia, se confunde de casa. Entra en una casa ajena que es exactamente igual y solo los artículos del baño por el que se cuela le dan la pista de su error. ¿Le asusta? Por supuesto. Pero Lerner avanza un paso más... es una casa igual, será una familia igual o al menos con ideas, status... similares. Y hay una cierta tranquilidad en esa uniformidad (recordé que hace años se dijo que los colegios con uniformes escolares mejoraban la eficiencia y conducta de sus alumnos), en estar en un entorno conocido que no nos es hostil porque gozamos de ciertos privilegios. Lerner utiliza la perspectiva de Adam, pero también la de sus padres, para dejarnos una novela más trabajada, más madura, donde hay mucho de individual y parte de lo que podríamos llamar la biografía escondida del autor, pero también lo integra más que nunca en la sociedad como colectivo. Y entonces aparece Darren, muy resumido es algo así como el alumno que adoptan como mascota Adam y sus amigos, y asistimos a la toxicidad en estado puro y también logra que nos anticipemos a lo que va a pasar convirtiéndole en un motor que estallará tarde o temprano. Y esta vez el lector está ahí, porque de algún modo si Adam es la cara, Darren es la cruz de una misma moneda en la que la ira se expresa por medios opuestos.
Lerner nos ha dejado una novela brillante en la que el lenguaje y sus usos mueven una historia cargada de ira y crítica. Su prosa es brillante, algo a lo que uno no se acostumbra ni siquiera durante la lectura ya que se acumulan las frases que apuntamos, las que masticamos y maduramos para discutirlas. Hay afirmaciones, razonamientos y casi todo lo que un lector lento puede desear para paladear durante varios días. Y es que El instituto Topeka no solo iguala a sus predecesoras, las supera. Hay que leer a Ben Lerner, aunque solo sea porque nadie escribe como él.
Y vosotros, ¿con qué novela habéis estado este puente?
Gracias.