El submarino republicano 'C-2' se encuentra el el puerto francés de Brest desde el uno de septiembre de 1937, procedente de El Musel, al objeto de llevar a cabo reparaciones. El comandante del submarino, José Luís Ferrando (1), decide apoderarse del buque y ponerlo a disposición de la armada franquista.
El Auxiliar Alumno de Máquinas Diego Angosto Hernández se encuentra a bordo del submarino y nos relata lo sucedido, relato que pasa a formar parte del Archivo del Contralmirante Valentín Fuentes, y que transcribo a continuación.
(2) En la noche del 18 de septiembre de 1937, a las 21 horas, el Auxiliar de Máquinas Armando Meca me avisó que se acercaba un bote al costado del submarino.. En aquel momento me encontraba en la cámara de popa del barco jugando al dominó con los fogoneros Diego Garrido Valverde, Antonio Velasco Pardo y Bernardo Sánchez. Al oír el aviso de la llegada del bote dije a estos fogoneros que se armasen y me siguiesen con idea de impedir que los hombres del bote embarcaran en el submarino.
Como mis compañeros se retasaren un poco en armarse, yo que lo había hecho antes que ellos, subí a cubierta encontrándome en ella con un grupo como de unos veinte hombres y entre ellos a nuestro comandante José Luís Ferrando, que decía. "Vamos todos para la cámara de oficiales, que estos señores traen una orden de Belarmino Tomás (3) y hay que leerla para todos. Tú vigilante, deja el fusil ahí cargado y todos para abajo"
Yo, al oír esa orden del comandante, entre en sospecha, pues sabía que un vigilante no podía abandonar la guardia por nada, y el comandante saltándose las ordenanzas mandaba ni más ni menos al vigilante que abandonase la guardia y se desarmase al mismo tiempo. Yo, ante esto, decidí quedarme en cubierta pensando que de ser cierta la citada orden, cualquier compañero me la podía comunicar después. En esto bajaron todos a excepción de cinco de los particulares que habían llegado.
Yo subí al puente, y al verme, uno de los particulares quiso subir también, a lo que me opuse, por lo que me preguntó si estaba de guardia y al contestarle que no, como así era, se marchó hacia la escotilla de la máquina donde estaban los otros cuatro.
Yo, aprovechando ese momento, me metí en la torreta para tener todos los gobiernos del submarino a la vista, pues el que conozca nuestros submarinos sabe que tienen gobierno en el puente, torreta y cámara de mando. Teniendo todos los mandos a la vista para defender el buque si era preciso, esperé. Al poco vi correr por el interior del buque, al mismo tiempo que una voz desconocida gritaba: " A ese, a ese". Esperé más y oí que el carpintero de a bordo que salía de la ducha en cueros decía: "Por lo menos dejarme que me vista", alguien le respondió: "Para lo que vas a durar, da lo mismo en cueros que vestido, amarrarlo y encerrarlo con los otros y vamos pronto por el que queda en la torreta".
A los pocos minutos entra un individuo en la cámara de mando y dice: "Torreta, torreta", a lo que no contesté. Entonces avanzó y al ponerse debajo de la torreta me hizo un disparo que no me alcanzó y que no pudo repetir pues yo le hice a él otro. Al caer sobre las planchas, oí otra vez la voz de antes que dijo: "Nos han matado el mejor, hay que ir por él cueste lo que cueste". Entonces trajeron al cabo electricista José María González para que reconociese la torreta, y el comandante le ordenó que encendiera la luz, la que apagué yo de un tiro. Desde arriba vi al cabo González esposado que se lo llevaron, e inmediatamente trajeron al mismo lugar al maquinista José Hernández, quién me habló así: "Angosto, ¿quiere usted hacerme el favor de oírme? , a lo que le contesté que sí, y diciéndome seguidamente: "Le hablo a usted con unas esposas puestas. Me dan tres minutos para que usted baje, pues de lo contrario nos matarán a los dos". Le contesté "D. José, lo siento por usted porque esos bandidos serán tan cobardes que cumplirán la amenaza, pero yo estoy aquí para defender el barco que la República nos entregó para defenderla y no se moverá de aquí hasta que no quiera yo". Se llevaron a D. José, y entonces me habló nuestro comandante, cuidando de que no le viese, y me dijo: "Angosto, ha hecho usted una barbaridad matándonos a un compañero sin saber lo que hacía. Estos señores son tan buenos defensores de la República como Ud.. Baje que tenemos que salir a la mar, Ud. cubrirá su puesto y llegando a España las autoridades decidirán lo que se ha de hacer con Ud.". Yo, al ver con el cinismo que me hablaba, sabiendo como yo que el barco tenía averías que le impedian hacerse a la mar, le pregunté: "Mi comandante, por esa palabra de honor que Uds. tanto defienden, ¿quiere contestarme a unas preguntas? Al decirme que sí, le interrogué: ¿Cómo sabiendo que el barco tiene averías se compromete a salir? A esta pregunta ya no me contestó él y sí la misma voz que lo había hecho varias veces, diciéndome: "No sea pesado pues estamos perdiendo el tiempo; son 140 millas nada más, y tenemos que dar protección a un barco que viene de Gijón con el oro de Asturias y urge salir inmediatamente". Yo entonces le dije - al que luego supe que se trataba del comandante Julián Troncoso Sagredo (4) - : "Yo no pierdo el tiempo, y desde este momento soy el amo del 'C-2' en representación de la República, y le advierto que lo defenderé hasta vencer o morir, y morir no es fácil puesto que soy el que domina el buque en su punto más estratégico. Tengo armas y cartuchos para llenar el barco de muertos y soy de los que no desperdician balas. El comandante conoce y sabe que los tres últimos años he sido en campeón de tiro de la Marina". Entonces me dijo "Le vamos a echar algodones con gasolina para quemarle vivo y gases asfixiantes que tenemos aquí" . "Bueno, pero antes, le respondí yo, buscarán ustedes quien le ponga el cascabel al gato, que va a ser lo más difícil . Y si es a echar, yo también tengo algo y si me veo en peligros de que Uds. se apoderen del barco, que no es fácil, hundiré el 'C-2' con todos nosotros dentro, pues el comandante sabe que tengo dinamita en cantidad suficiente para hundirlo, y mi apellido en la Marina es corto pero le aseguro que será famoso".
El día 16 del mismo mes que ocurrió el asalto al barco, nuestro comandante me llamó a su cámara y muy amable me invitó a sentarme, lo que no acepté por llevar la ropa sucia, pues llegaba de trabajar en el motor que tenía el destino, y me dijo: "Angosto Ud. estuvo en la destrucción de las minas de Bilbao con dinamita, ¿no es cierto?" . Contesté que sí "¿Le sobró dinamita, verdad? ". Le contesté nuevamente que sí, "Y que hizo con ella?, la tengo yo a bordo, le dije. "Me la va Ud. a dar para tirarla al agua, pues es peligroso tenerla a bordo" "No señor, le dije, la dinamita la conozco bien, he gastado mucha, y la dinamita la reconozco todas las mañanas, y el día que presente síntomas peligrosos la tiraré al agua". "Pero ¿qué interés tiene Ud. en tener esto aquí?, "Nada, mi comandante, no ha terminado la guerra todavía y nos puede hacer falta" "¿Y para qué?", "Mire, Ud. sabe que en España escasean los víveres, y no podemos ver un día en la mar sin comida, y con la dinamita mataría yo pescado para comer. Además suponga Ud. que tuviésemos una avería en la mar, que tuviéramos que pedir auxilio y que el primer barco que acudiese fuera un rebelde, pues entonces con la dinamita me hundo yo con el 'C-2' antes de entregarlo al enemigo". "Angosto, me dijo, pone Ud. las cosas demasiado graves".
Al decir yo en el dialogo con Troncoso que tenía algo para echar, fue recordado por José Luís Ferrando este asunto de la dinamita, y aconsejó al Troncoso y su escuadrilla marchar, puesto que no conseguirían nada más que aumentar el número de bajas. Ante esto salieron por el único sitio que no les podía ver, dejando amarrados a trece de la dotación, pues los demás estaban de paseo en tierra.
Yo seguía en la torreta sin saber que se habían marchado, y salió Garrido para decirme: "Cabo Angosto, baje Ud. que le abrace, que si no es por Ud. nos matan a todos y se llevan el 'C-2'". Yo le dije: "Mira garrido, si me engañas, y me haces salir mandado por ellos, al primero que mato es a ti". "No. no le engaño, baje Ud. que se han marchado" "Bueno pues avisa a los demás que se reconozcan todos los rincones bien, no nos hayan dejado algo por ahí, y tu sal a cubierta y te hablaré por un portillo de babor del que he roto el cristal". Al poco subió, y al asegurarme de nuevo que habían marchado, yo conocía bien a Garrido, salí. Este fue para mi el peor rato de mi vida, pues era un juguete de todos, y no sé el tiempo que mis pies no tocaron la cubierta del 'C-2'.
Bueno, todo esto es muy largo, pero ,los detalles más importantes quedan relatados aquí.
Simplemente estábamos vendidos por Jesús Lasheras (5) y José Luis Ferrando, comandante del barco.
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(1) José Luis Ferrando Talayero, alférez de navío, comandante del 'C-2'. En los Apuntes de las Fuerzas Navales Republicanas en el Cantábrico, custodiados en el Archivo General de la Guerra Civil de Salamanca, formando parte del lote referido a Asturias se habla de Ferrando en estos términos:
“….En los submarinos, es urgente y necesario relevar al comandante del submarino C-2, el cual tiene probado que no siente la causa del pueblo ni mucho menos, pues es un hombre que tiene tal miedo que no toca una vez la sirena que no marcha a un refugio, que cuantos planes de operaciones se le dan, no los cumple, saliendo siempre y haciendo inmersión a los 200 metros de la boca del puerto, quedándose acodado a dormir hasta que se le gastan las baterías, e insistentemente reúne a la tripulación indicándoles la conveniencia de marcharse para Francia, pues según su expresión "el Norte está ya perdido", aparte de ser monárquico y no querer en la navegación sacar siquiera una vez el periscopio, creemos es más que sobrado para que sea relevado aunque sea por su capitán, al que le podían dar unas orientaciones provisionales hasta que viniera otro submarinista”.
(2) "Submarinos republicanos en la guerra civil española": (2ª Edición- 2003). Págs.: 265/266/267. Editado por Librería Gabriel Molina /M. Abella Asociados.
(3) Belarmino Tomás Álvarez. Diputado (PSOE) en las Cortes Generales por Oviedo (1936-1939).
(4) Julian Troncoso Sagredo, comandante de Caballería, participante en varios frentes de Marruecos, fiel al levantamiento y destinado durante la guerra a efectuar acciones de sabotaje en el sur de Francia para impedir la entrega de material bélico al Ejército gubernamental, cuando no a la captura de embarcaciones de la marina leal a las órdenes del Gobierno legítimo, y curiosamente presidente de la Federación Española de Fútbol desde 1937 a 1938, por decisión del general Moscardó desde su cargo de Presidente del Consejo Nacional de Deportes. (Fuente: Vicente Masià, en Historias del Fútbol).
(5) Jesús Lasheras. Teniente de navío. Comandante del 'C-4'
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