El Interferón Alfa 2b Humano Recombinante sigue siendo noticia en el mundo y captando el interés de los lectores por su eficacia en el tratamiento a pacientes contagiados con el nuevo coronavirus sars Cov-2, causante de la enfermedad Covid-19.
Sin embargo, no se trata ni de una vacuna que «milagrosamente» cura esta infección, ni de un medicamento 100 % nacional, aun cuando la tecnología cubana que se emplea en la obtención de la molécula del Interferón, le ha aportado más eficacia y calidad al proceso.
No se trata de chovinismo, sino de un hecho certero, ratificado en el prestigio internacional que goza el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB).
Según explica Santiago Dueñas Carrera, vicegerente general de la empresa mixta Changchun Heber Biological Technology –que produce precisamente el Interferón Alfa 2b con tecnología cubana–, la decisión de haber creado esta entidad, en 2003, partió del interés común de Cuba y China de desarrollar la producción y comercialización de productos biotecnológicos, a partir de la experiencia acumulada por los científicos cubanos en esta esfera.
Con este propósito, aseguró, es que se inicia la transferencia tecnológica, y también de conocimientos, del cigb hacia la nueva empresa mixta para la fabricación de este medicamento terapéutico, con acción antiviral, proceso que finalizó en 2007 con la obtención del registro sanitario.
«A partir de ese momento, el Interferón empieza a utilizarse para tratar ciertas afecciones como la Hepatitis b y c, hasta que se incorpora en el seguro médico de China, lo que ha permitido que llegue a 20 regiones de ese país».
Si bien es cierto que cuando se funda Changchun Heber, el Interferón ya tenía un historial de uso en diferentes países, el Gobierno chino reconocía la capacidad de la industria biotecnológica cubana para desarrollar productos seguros y eficaces, acotó.
«Actualmente, este medicamento se produce en la empresa mixta en cuatro formatos principales, todos inyectables, y con diferentes dosis: 3, 5, 6 y 10 millones de unidades internacionales por vial, en tanto, desde que inició su comercialización en 2007 y hasta finales del 2019, se habían administrado más de cuatro millones de dosis, que implican más de 100 000 pacientes en ese país.
«Este es el antecedente de cómo llegó el interferón ‘cubano’ a China y el uso previo que ha tenido a la situación actual epidemiológica», precisa.
A partir de la propagación del nuevo coronavirus –refirió–, la Comisión de Salud del gigante asiático solicitó a las empresas productoras de Interferón, incluyendo la Changchun Heber, entregar al sistema sanitario este medicamento. «No es el único fármaco para enfrentar la pandemia, pero sí uno de los más utilizados para el tratamiento de la Covid-19, sobre todo en formato de aerosol».
UN POCO DE HISTORIA
Para entender cómo surge la producción en Cuba del Interferón Alfa 2b, hay que remontarse a la casa número 149, del reparto Atabey, en La Habana, que apenas contaba con unos 180 metros cuadrados, pero donde sobraban la profesionalidad y el compromiso.
Incluso, si somos fieles a la historia, tenemos que decir que «fue el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, con su luz visionaria, quien entendió la necesidad de que Cuba se insertara en el terreno de las biotecnologías modernas».
Así relata Gustavo Furrazola Gómez, biólogo de profesión y fundador del cigb.
Este proyecto de trabajo comenzó en 1981, luego de que Fidel se reuniera con el médico estadounidense Randolph Lee Clark. «En aquella ocasión, el líder de la Revolución Cubana le había preguntado sobre los tratamientos más novedosos que se utilizaban internacionalmente para el tratamiento del cáncer, y Lee Clark le comentó acerca del Interferón que se estaba desarrollando en el hospital que él dirigía en Texas. A partir de ese encuentro, dos científicos cubanos viajaron a Texas para recibir cierto entrenamiento».
Posteriormente, a este team se integrarían otros cuatro especialistas, quienes viajaron al laboratorio del profesor Kari Cantell, en Helsinki, Finlandia, quien había obtenido por primera vez la molécula del Interferón en 1972.
Una vez que los científicos regresaron a Cuba y, con el apoyo de otros profesionales, esa «casita», adaptada como laboratorio, fue epicentro de un trabajo intenso, hasta que se logró producir, el 28 de mayo de 1981, el primer interferón en nuestro país, a partir de glóbulos blancos, comentó Furrazola Gómez.
PRECISIONES NECESARIAS
«Cuando la industria biotecnológica cubana inició la producción de Interferón, se utilizó una tecnología muy similar a la aplicada por la empresa farmacéutica Schering-Plough Corporation, con sede en Estados Unidos.
«Sin embargo, empezamos a desarrollar aspectos propios y particularidades en la tecnología empleada, en busca de mejoras al proceso productivo», rememora Yaí Cruz Ruiseco, actual directora de Importaciones del cigb, quien, además, trabajó durante 16 años en la línea de producción.
Las investigaciones desarrolladas nos permitieron llegar a una práctica avalada en el establecimiento y escalado para la producción del medicamento en cuestión, y gracias a esta tecnología, hemos podido alcanzar un 99 % de pureza en la obtención de la molécula del Interferón, lo cual es bien complejo, además de que los lotes cuentan con un alto nivel de eficiencia y seguridad, agrega.
En el proceso de producción del Interferón Alfa 2b, el cigb trabaja de conjunto con el Centro Nacional de Biopreparados (BioCen), especialmente en la segunda etapa, que consiste en el llenado o liofilización del producto como forma terminada.
Siempre hemos trabajado de conjunto con la parte clínica y de investigaciones en función de las nuevas aplicaciones que pudiera tener este fármaco en los pacientes, pues si bien se utiliza principalmente para tratar afecciones cancerígenas, también tiene propiedades antivirales.
Vale destacar, añade, que este fármaco se ha utilizado en otras situaciones epidemiológicas en Cuba, como la epidemia de Dengue Hemorrágico en 1981, y en la década de los 90 del pasado siglo, para tratar la conjuntivitis de origen viral, en esta ocasión en forma de colirio.
No es de extrañar entonces que, ante la Covid-19, el cicb trabaje ininterrumpidamente para multiplicar las producciones y que trabajadores como Gustavo Furrazola, se sientan orgullosos de participar en la obtención de un medicamento que ayuda a otros, sin importar las horas de faena. Porque, además, como refiere en sus propias palabras, «en momentos como este, recordamos la mirada visionaria de Fidel, y ello se convierte en otro motivo de compromiso».