Nos queda una semana para las elecciones. Una semana donde los grandes partidos nos bombardearán con sus mensajes. Pero la verdad es que el pescado parece vendido.
Ayer y hoy han salido a la luz distintas encuestas, y prácticamente no hay grandes diferencias cuando hablamos de quién va a ganar el partido. Todas dan al PP mayoría absoluta. Todas. Lo que quiere decir que salvo que sucediera algo importante, trascendental, los peperos contarán con mayoría absoluta la legislatura que empieza el próximo lunes.
Y, lo que es tremendo es que gran parte de ese éxito pepero se deberá a la gestión que ha hecho el PSOE y a la crisis internacional. Méritos propios, ninguno. Es más, va a ganar sin haber desempolvado las medidas que van a tomar. Sólo generalidades, sin entrar en detalles, que eso les puede hacer perder votos. La táctica ha sido la del mudito, callado se gana mejor. Y desde luego parece que les va a dar resultados.
Por otro lado, el PSOE anda cabizbajo, sabedor de su derrota, pero intentando minimizarla lo máximo posible. Y una de esas tácticas que tanto le gusta, que tanto repiten es la de recurrir al voto útil. Y ya han empezado a hacerlo.
Es triste, pero real que un voto no valga igual para todos los partidos –ya sabemos que para obtener un diputado en las últimas elecciones, Izquierda Unida necesitó casi medio millón de votos, mientras que al PP o el PSOE le bastaron 67.000 (casi ocho veces menos)—, debido a una ley electoral injusta, incapaz de acercar la premisa democrática por excelencia (una persona = un voto) a la realidad social. Pero lo que es mucho más grave, es que a sabiendas de que esto ocurre, uno de los que no quieren cambiar la ley (el PSOE), por su provecho personal, encima, se regodee y pida que se le vote porque la ley injusta, que no quiere cambiar, le favorece mucho más que a otras opciones, por ejemplo que a Izquierda Unida.
Aunque fuera sólo por la desvergüenza de pedir tal cosa, por la falta de ética de mantener una ley ventajista, pudiendo haberla cambiado, por aprovecharse de su poder y despreciar a las minorías, debería evitar hacer tal petición.
Además hay razones de peso. El PSOE –por mucho que Rubalcaba se empeñe en decir lo contrario— no ha hecho sino la política neoliberal sobre la que el PP sólo tendrá que profundizar. O sea una política económica de derechas. Y nada hace pensar que sea capaz ahora de tomar medidas distintas. El cambio de Rubalcaba, que parece pertenecer a otro partido, no es sino fruto de la convicción de que va a perder y por lo tanto no va a tener que poner en práctica esas “pequeñas medidas progresistas” que ha propuesto.
Además, el único partido, de ámbito estatal, que ha defendido una alternativa diferente, que ha sido capaz de proponer una salida distinta, ha sido Izquierda Unida. Porque sólo Izquierda Unida ha dicho que el déficit no sólo se puede reducir, disminuyendo el sustraendo (gastos) –en nuestro caso además gastos sociales—, sino aumentando el minuendo (ingresos), o sea, haciendo que paguen más quienes más tienen y combatiendo el fraude fiscal (algo que ni de broma se atreve el PSOE a hacer). Por eso que Izquierda Unida tenga un grupo importante en el Congreso es fundamental. Cuántos más diputados se obtengan, más recursos humanos y tiempo se podrá dedicar a dar una alternativa distinta, que no caiga sobre los más débiles.
Por último hay una razón de peso. La más importante. Una razón ética. Cada cual debe votar en conciencia. El voto debe estar por encima de tacticismos. No podemos votar sólo a la contra. Sobre todo cuando hay alguien que puede defender nuestras pretensiones y ha demostrado hacerlo.
El voto útil, además de inmoral, es un camelo. Y al final, quien vota útil, suele arrepentirse. Votemos en conciencia pero que no nos engañen, el voto útil no sirve, esta vez menos que nunca.
Salud y República