Revista Opinión
El año ha entrado de la mano del frío, que desde entonces no ha consentido que nos ilusionemos con un invierno templado, casi primaveral. El frío impone autoritario su rigor y nos hace tiritar mientras exhalamos vaho al respirar, acurrucados bajo las sábanas y con miedo de levantarnos. Las madrugadas aparecen cubiertas de escarcha y los tibios rayos de sol del mediodía apenas calman las heladas caricias del aire en el rostro. En su intransigencia, el frío no ha renunciado la compañía ocasional de la lluvia para humillar con desagrado a los que denostan su lívida faz y su alma severa, consiguiendo teñir de blanco el silencio. Con celo, desata su furia en las cumbres de las montañas, deja que las tormentas se precipiten desde los cielos y hace que un mar embravecido arremeta despiadado contra la costa y los paseos marinos con voluntad destructiva. El invierno está dispuesto a demostrar que este tiempo le pertenece, aunque para ello haya tenido que aguardar el inicio del año. Pero su reinado no es eterno y el año seguirá su curso.