Aquellos que conocen a Julio Cortázar saben que era un amante del Jazz, y eso quedó reflejado en muchos escritos, pero principalmente en su cuento "El perseguidor" y en su obra maestra "Rayuela". Existen en “Rayuela” y en toda la obra de Julio Cortázar múltiples referencias al jazz. Cortázar era un escritor libre, y amaba el jazz porque “era una música que permitía todas las imaginaciones”.
La imaginación para improvisar que tiene el jazz le da al músico libertad para crear e interpretar, y justamente el virtuosismo de la improvisación y la libertad de esa música fueron dos de sus armas creativas para poder lograr en su obra maestra “Rayuela” (1963) una novela de estructura libre, a través de una nueva visión de la narrativa que se diferencia del discurso tradicional de la novela.
Julio Cortázar, señaló en una entrevista, que la importancia del jazz está:
"en la manera en que puede salirse de sí mismo...permitiendo todos los estilos, ofreciendo todas las posibilidades, cada uno buscando su vía. Desde ese punto de vista está probada la riqueza infinita del jazz; la riqueza de la creación espontánea, total... cada músico crea su obra, es decir que no hay un intermediario, no existe la mediación de un intérprete...la improvisación, una creación que no está sometida a un discurso lógico y preestablecido sino que nace de las profundidades..."
Ese jazz, que tanto amó Cortázar, le permitió liberarse de las normas preestablecidas.
En Rayuela, el autor propone dos maneras distintas de leer el texto: la tradicional lectura lineal, o siguiendo un orden aleatorio propuesto por él mismo.
Los capítulos 17 y 18 de “Rayuela” están plagados de imágenes y sonidos de Jazz.
Un grupo de intelectuales melómanos que viven en París y se hacen llamar “El club de la serpiente”, formado por Horacio Oliveira (tal vez su otro yo) y sus amigos, escuchan en el tocadiscos discos de jazz y comentan y opinan apasionadamente sobre los jazzman, las letras y el arte “entre el humo y el jazz”…
Aunque Julio Cortázar vivía en París por aquellos años y pudo experimentar el fenómeno del free jazz, corriente musical que llegaba a Europa desde la América de postguerra, estos personajes de “El lado de allá” escuchan un jazz muy temprano, basado en el blues y en el bebop.
Oliveira y compañía admiran y escuchan a los maestros de los orígenes: Bix Beiderbecke, Louis Armstrong, Fats Waller, Big Bill Broonzy, Bessie Smith, Bunk Johnson, pero también hacen referencias a músicos de bebop como Oscar Peterson, Thelonius Monk, Kenny Clarke y Dizzy Gillespie.
“El bop se asocia con el desacato social: los "boppers" se sentían ajenos a la sociedad y se vestían de un modo que mostraba claramente su rebeldía -usando anteojos negros que ocultaban su mirada de la de los demás; hablando su hip-talk o lenguaje secreto.
Para medir hasta que punto llegaba este enajenamiento, nada más hay que mirar la vida del bopper más destacado: Charlie Parker” (Leslie Barry)
En la novela “El perseguidor” Julio Cortázar relata la vida de un genio saxofonista enganchado a las drogas que vive persiguiendo una idea que nunca alcanza porque su vida va 15 minutos por delante de él. Una metáfora de la vida de Charlie Parker.
En "Rayuela" el jazz está presente y no es solamente la música de fondo…
“Y la maga estaba llorando, Guy había desaparecido, Etienne se iba detrás de Perico, y de Gregorovirus, Wong y Ronald miraban un disco que giraba lentamente, treinta y tres revoluciones y media por minuto, ni una más ni una menos, y en esas revoluciones Oscar's Blues, claro que por el mismo Oscar al piano, un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura.”
El jazz también penetra en el interior de los personajes y está en sus pensamientos, en sus dilemas existenciales, en su desarraigo espiritual…
Es ese jazz que retorna a los elementos básicos del blues, esa música creada por gente marginal, que expresa el sentimiento profundo del dolor.
Fernando Gonzalez.