Hoy toca glosar a ese ser incomprendido, despreciado por todos y humillado por hacienda, alguien que nos regala su sonrisa al empezar la jornada laboral, que nos hace ameno el día, sacudiéndonos el aburrimiento que el ocio nos atosiga, alguien que nos quiere como una madre y como una madre es capaz de amonestarnos levemente cuando erramos, en fin, este ser maravilloso es: nuestro jefe.
Seamos sinceros, una visión harto errónea por nuestra parte, nos hace verlo como un ser odioso, alguien cruel, egoísta, hipócrita, ruin, déspota y un sinfín de epítetos que no seríamos capaces de lanzar a nuestro suegro.
¿Cómo nos ve el? Muy sencillo, nos ve como somos, unos seres incompletos a los que hay que formar y corregir esos pequeños defectos que atesoramos desde la infancia. Es conveniente que nos sacudamos esos pequeños vicios, como el dormir siesta, llegar pronto a casa, estar desconectado del trabajo incluso durmiendo, trabajar sólo ocho míseras horas, cobrar sueldos desorbitados, que sólo nos conducen a malgastar el dinero en cosas inútiles, como el irse de vacaciones, terrible error que nos conduce a la holgazanería y nos llena el organismo de colesterol.
Y en el fondo. ¿Quién es él? Un trabajador más que se desvela por nuestra felicidad, no come, no duerme, apenas descansa, su cuenta corriente tiene los mismos ceros, aunque en lugares distintos tras la coma ¿De qué nos quejamos? Tiene coche igual que nosotros, sí, es más grande, pero le consume más, paga más impuestos y aparca peor y que decir de su hogar, al tener más habitaciones, cuesta más caldear el ambiente, por lo que su mujer debe gastar el estipendio en abrigos de piel para poder calentarse. ¿El yate? Un caprichito nada más, igual que hacemos nosotros cuando alquilamos barcas en el Retiro.En fin un maravilloso ser incomprendido y al que todos debemos amar ¡Es una orden!