El Rey se reúne con los empresarios en mi querida Telefónica, 30 años de mi vida, trabajé allí, 7 horas diarias menos los domingos, y un coronel, ha dicho que para que Cataluña sea independiente habrá que pasar por encima de su cadáver. Y no lo olviden ustedes mis queridos amigos, un coronel es mucho más que un general en cuanto a mando efectivo porque es el que tiene cotidianamente el contacto directo con la tropa, un general maneja papeles, hoy, un coronel cañones y tanques, buques y aviones.
Y les juró por todos mis muertos que son muchos más que mis vivos, que éste es el sentir general del ejército, incluso de los más progresistas, que los hay, incluso algunos, de mi propia familia, convenientemente depurados porque no se sumaron en su día a aquella canallesca rebelión.
Pero un militar es como un sacerdote o como un médico, tiene deberes que están por encima de cualquier circunstancia, porque imprimen carácter, de manera que se es o no se es. Ésta es la cuestión, que diría el puñetero Shakespeare.
No sé si me estoy explicando.
Corren los peores tiempos para la lírica, perdón, quise escribir la política, tan malos son que yo creo que la política en cuanto tal ha dejado lisa y llanamente de existir, se trata únicamente de una simple cuestión de poderes, el económico ha dicho: “aquí estoy yo, soy así, estos son mis poderes y no estoy dispuesto a ceder un milímetro en mis posiciones, los demás pueden hacer lo que le salga de ese maldito sitio que no debe nombrarse”.
Teóricamente, los políticos, o sea, el gobierno y la oposición también, tendrían algo que decir pero no dicen nada: unos, la oposición, porque ya no son nadie, han perdido hasta la memoria de lo que fueron un día, cuando vivía gente como Pablo Iglesias, Azaña, Indalecio Prieto y Negrín, pero hoy no existe tipos como aquellos, sino febles mequetrefes que no tienen de humano más que la apariencia, si fueran hombres de verdad haría ya algún tiempo que esto habría estallado, yo no sé por dónde, pero lo hubiera hecho.
Y el gobierno, coño, el gobierno no es sino los mismos tipos que se han reunido con el Rey en mi Telefónica, algunos de sus miembros son incluso mucho más ricos, tienen no sólo más dinero en efectivo, casas y otras propiedades, sino que su influencia es más poderosa que por ejemplo la de un Alierta o un Botín, por nombrar las cabezas de las 2 más grandes de nuestras empresas.
Porque han asentado sus reales en donde radica siempre el verdadero poder, o sea, en la fuerza. La fuerza es la capacidad de obligar a los otros a hacer lo que nosotros queremos. Rubalcaba es, por ejemplo, un pobre alfeñique que ni siquiera sabe lo que tiene que hacer, su postura es realmente patética, él, que llegó a pensarse a sí mismo como una especie de Fouché, no es más que un pobre hombre que sólo inspira ya lástima, así que nunca podrá basarse en él la menor esperanza.
Y la fuerza son ellos, nuestros enemigos naturales, el ejército y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Esto es lo que me desespera, que hayamos consentido que alguien nos lavara de tal forma el cerebro que ahora admitamos como natural que la policía no tiene otra misión que protegernos interiormente de las agresiones que nos hacemos nosotros mismos y que el ejercito, coño, el ejército es la garantía de que la Patria, la más jodida, coño, de todas las palabras, persistirá incólume por los siglos de los siglos, pero resulta que yo que formo parte, según dicen, de la jodida Patria no poseo de ella más que las servidumbres, hice un servicio militar de 15 meses, que creo que fue inútil para todos, sobre todo, para mí, perdí realmente este jodido tiempo jugando a los soldaditos, no aprendí nada realmente útil para nadie ni siquiera para ellos, porque les perdí el poco respeto que les tenía al comprobar que son una especie de casta india que no tiene otro fin, otro propósito que vivir del cuento porque no hacen nada que se productivo para alguien.
Pero están ahí, con las orejas tiesas, como buenos perros de presa, que es lo que son, esperando que alguno de nosotros se desmande según ellos para saltar sobre nosotros y someternos a la peor de las tiranías por todo el tiempo que dure la vida del mandamás.
De modo que esto es lo que hay: los plutócratas reunidos con el Rey, en mi puñetera Telefónica, 30 años larguísimos que trabajé allí, 7 horas diarias todos los días menos los domingos, están inquietos porque temen habernos apretado demasiado, y los verdugos profesionales más inquietos aún porque a éstos los excita mucho el olor de la sangre, y, luego, al fondo, velando sus armas, cansados de esperar, esas largas filas de gente uniformada que quiere, al fin, cumplir con la idea del destino que les inculcaron en las academias militares, “España es un destino en lo universal”, pero qué clase de destino, coño, que yo estoy harto ya de pasar tantas calamidades y ya lo he visto todo, en estos 83 años, desgraciadamente.
Ojo, porque es mucha verdad eso de que el león está cansado ya de tanto tiempo sin hacer realmente nada.