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Había gran expectación al llegar una limusina, son 1336 habitantes y casi todos estaban congregados en la plaza de la Independencia, dónde dieron caña a Napoleón en 1809, pero perdieron y saquearon e incendiaron este bello pueblo, con casas de adobe y madera entrecruzada, con soportales y macetas por doquier. Sonaban las campanas de la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción del siglo XVIII, pero su torre, que no es su torre porque a ella no está unida, es del XV y tiene una fuente, un pilón de 4 caños, donde las mozas cogían el agua y se contaban chascarrillos y palabrería de comadre; ¡Cualquiera le explica esto al japo!.
Me entrega una tarjeta, quiere ir al Centro de interpretación de la flora y la fauna de la reserva natural. Luego a la piscina natural “el Nogalón” donde comemos en el chiringuito. Dejo el coche en el área de descanso. Pedimos caldereta de cabrito y vino tinto, dulces de postre y mientras me tomo un café, él saca una botella que debió comprar en la Finca Carpintero y se la chingla entera. Procuro que Hiroito, que ahora ha soltado la lengua para decirme su nombre a todo volumen, no haga mucho caso al parque infantil, pero no puede evitarlo, se ha cogido una moña con el licor de cereza y anda en el columpio cantando y llorando. Tengo que llevarlo a dormir a Cabezuela, se acabó por hoy el día.
Llegamos a Cabezuela del Valle, gran pueblo que ocupa un hondo, a dormir a los Apartamentos “Prado del Abuelo”. Pedí un poco de jamón ibérico para Hiroito y para mí, por si quería comer algo. Sobró, el pobre solo acertaba a emitir un ¡Oing, oing! mirando el plato. O eso le entendía yo, pero pudiera ser que me dijera que se encontraba mal, pero como no sé japonés. Por la mañana, tras unas buenas migas, salimos olfateando con el flash los cerezos en flor. Todo un espectáculo…
Recorrimos el pueblo, que es bello, tienen sobre una sinagoga la Iglesia de San Miguel Arcángel, en la zona que fuese de judería. Y para quedar clara la religión que profesan sus 2535 ciudadanos, tienen varias ermitas barrocas de los siglos XVI y XVII, la de Ntra. Sra. De Peñas Albas, la de San Antonio, la del Cristo de la Paz y la de Santiago y San Felipe. No entró en ninguna solo “flasheó” sus fachadas y campanas y se dirigió como un rayo con su gps de mano al Museo de la cereza, donde agenció varias botellas del orujo blanco, de grosellas, de cereza, de frambuesa, de mora, de gloria.
Por la tarde… la Garganta de los infiernos: los pilones con sus 13 piscinas naturales formadas en las rocas por erosión del agua sobre el granito. Tuvimos que caminar 3,5 kms para llegar a ellas, con el calor que hacía y él seguía con el mismo traje, no iba a ganar para ambientador en la limusina. Le veía sudar como si estuviera en un verdadero infierno. Pedimos en el chiringuito trucha para comer, pero sin vino, me hacía gestos como que seguía mareado. No me extraño, se bebió él solito la botella de orujo, ya debería estar acostumbrado a su saque ¿No?
Se recostó su “miajita” de siesta, del “sorbitón” le digo yo. Ni flores, el tío anda con la tarjeta amarilla que me la pone en la mano. Quiere que le lleve al Centro de Interpretación Garganta de los infiernos. Allí estuvimos un buen rato y al salir, me regala una pegatina del Centro, para pegarla en la limusina, me indica en gestos.
Salimos por el puente romano a dormir a Navaconcejo, a los Bungalows Río Jerte, en el camping de Navaconcejo, me lo explicó perfectamente en la tarjetita amarilla con las coordenadas del GPS: 40º 10' 08,46''N - 5º 50' 40,85'' O. Y claro con Wi-fi, conectado subiendo fotos, porque las memorias las tenía “achicharrás”, mientras daba cuenta de unas Sopas Canas en su cafetería.
No sé cómo es posible que a la gente de Navaconcejo se llamen Ballenatos, si es solo un río lo que lo atraviesa. Aquí hubo franciscanos haciendo sayas en una fábrica con sus telares ¡Anda qué curioso! Y sonaba la campana de la Iglesia parroquial de Ntra. Sra. De la Asunción. Me enseña Hiroito un librito en donde veo que también hay varias ermitas, la del Cristo del Valle y la de San Jorge del siglo XII. Corrimos a verlas ¡Casi nada, a esta le disparó más de 200 flashes! Como la había descargado la tarde de antes aprovechó el espacio. Y venga a fotografiar y correr entre los cerezos, entonando cantos y lo que a mí me parecían poemas y rezos, su Bushido.
Cenamos Jamón y vino, creo que acabará diciendo ¡Jamón bueno! En un par de días. Por la mañana, otra vez Migas, el tío no se hartaba. Quería visitar los Charcos en la garganta de las Nogaleas, desde el pueblo, cruzando el puente vial y seguimos las indicaciones, más o menos, nos perdimos porque el Gps se volvió loco en esta zona.
Tarjetita amarilla al canto, tenía que llevarlo a comer a El Torno, tenía que tener cuidado, porque creo que sus habitantes son unos cachondos, mira que llamar a la zona de baños del río Jerte “El Benidorm-La Tabla”. Pues comimos muy bien, Hiroito se relamía tras las Patatas Rebolcás.
Su pequeña siesta en la limusina (me temo que se lleva la costumbre para el Japón) y por la tarde visitamos Valdastillas, está en la Sierra de San Bernabé. En un cartel ponía que vivían allí 390 almas, no me extraña parecía San Francisco a lo chico, pendientes arriba y abajo, lo que le asombró, creo que desde que montó por primera vez en la limusina se le habían puesto los ojos más redondos, o me lo parecía a mí, ¿Me estaría acostumbrando? Después de llamar la atención nuestra limusina y también cómo no, la cara de mi pasajero, nos fuimos a dormir al Balneario Valle del Jerte a 19 kms de Plasencia. Al despertar en la mañana, y mirar por la ventana del comedor, contemplamos bancales con cerezos y más cerezos. En el desayuno, aceptó cambiar el pan por pan dulce y pude hincarle el diente a varios distintos, a cuáles más ricos y melosos. En ese momento sonaba la campana de la Iglesia de Santa María de Gracia, del siglo XVI, en donde Hiroito se hartó de dar al flash en los dos retablos de azulejos talaveranos dedicados a la Virgen y a la Pasión de Cristo.Tomamos el coche de San Fernando, unos ratos a pie y otros andando, hasta la Garganta Bohonal, con el Gps en la mano. Se me antojó que el sitio era demasiado tranquilo, porque se quitó el traje y se tiró al agua fría. Yo no quería mirar y me concentré en un mapa del Gps, pensando que podríamos acercarnos a Cabrero, a la Garganta del Rabanillo, pero rozaría la limusina; o al Rebollar, pero viéndolo patalear en el agua, se me quitaron las ganas hasta de comer, ¡Estaba sin calzoncillos!
De vueltas al Balneario a tomar las aguas sulfuradas, fluoradas, cloruradas bicarbonatadas sódicas según la Cátedra de Hidrología Médica de la Universidad Complutense de Madrid y calificadas como mineromedicinales por la Dirección General de Minas de la Junta de Extremadura (todo bien expresado en la documentación que llevaba en el libro apuntado Hiroito), pero que a juzgar por su expresión no entendía nada, así que bajo mi supervisión médica, claro, le dijeron en recepción que eran buenas para reumatismos, artritis, artrosis, ciáticas, psoriasis, eczemas, dermatitis alérgicas, acné, inflamaciones de mucosas y catarros. Como puso la cara todavía más a cuadros, le solté un ¡Atchis! Y él asintió sonriendo con un ¡Hay! Y chutó para la piscina climatizada. No volví a verlo hasta la hora de la cena… que venía encallado, y porque le obligó el médico a salir del agua.Esa noche pidió trucha, yo las migas que no me comí por la mañana, eso sí con abundante leche, de la buena.
Por la mañana temprano salimos con la limusina hacia el aeropuerto de Talavera la Real, en 4 horas llegamos. Hiroito me flasheo de nuevo los ojos, quería un recuerdo de las flores de Extremadura me dijo en un chapurreo “portuguesao”. Le devolví sus tarjetas amarillas, pasó sus botellas por la aduana, me dijo ¡”Jay”! Y yo le dije adiós con mi mano mientras subía al bimotor que le llevaría a Madrid. La funcionaria de aduanas se me acercó y me preguntó ¿Para qué quiere ese hombre tanta botella vacía de licor? Le contesté con tristeza, están llenas de Bushido.
P.D.: "Jamás he montado en una limusina".
{¡B U E N A_____S U E R T E!}