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‘El Jilguero’ de Donna Tartt

Publicado el 05 mayo 2014 por Mineapolis @nov_historias

‘El Jilguero’ de Donna Tartt

Aquí llega la primera de muchas reseñas que me va a costar escribir. ¿Por qué? Porque hay libros con los que me cuesta mucho explicar qué me gusta de ellos exactamente; ese “todo, pero nada en especial”. También porque voy a hacerla desvelando lo mínimo de la trama, aunque ello implique dejar de lado partes y personajes muy importantes de la misma. Creo que cuanto menos se sepa mejor, aunque lo más seguro es que ya conozcáis bastante porque desde hace semanas está en boca de todo el mundo; ahora más aún gracias al reciente Premio Pulitzer con el que ha sido galardonado. Empujado por el hype que rodea la obra, decidí hacerme con una copia el día de Sant Jordi y ponerme a leerla lo antes posible, algo que por lo general no hago.

Lo primero que me atrajo es la historia y la temática, me gustan las novelas de iniciación. Trata de un niño que se lleva el famoso cuadro de Fabritius del Metropolitan Museum tras un atentado terrorista en el que, además, fallece su madre. El niño es Theo Decker, protagonista y narrador de esta monumental historia. Tras la explosión, una serie de acontecimientos se convierten en el catalizador para el famoso hurto, sin ellos el joven ni habría soñado con llevarse el cuadro. Hasta ahí, para mí, su actuación tiene un pase y es completamente justificable. El problema es que decide quedarse el cuadro y esconderlo. Al principio casi no es consciente de lo que eso representa pero más adelante pasa a convertirse en una carga que teme que le cree muchos más problemas de los que ya tiene.

Desde el momento de la explosión, toda su vida empieza a precipitarse hacía un futuro incierto e implacable. Toda acción que emprende desde entonces le va separando de una vida que parecía imperturbable pero que ahora se desvanece a marchas forzadas, a pesar de los esfuerzos iniciales del chico por mirar al pasado. Ahí reside uno de los temas fundamentales del libro. En palabras de la autora:

Este es un libro sobre la transferencia y la obsesión, sobre el esfuerzo por recuperar lo que nunca volverá, sobre el intento de encontrar lo que se ha perdido.

Los primeros pensamientos de Theo sobre su nueva vida son bastante expresivos y tristes; hablan por sí solos:

La idea de volver a adoptar una rutina me parecía una deslealtad, un error. Cada acontecimiento nuevo – todo lo que hiciera en adelante – no haría más que separarnos; serían días de los que ella ya no formaría parte, por lo que la distancia entre nosotros sería cada vez mayor. Cada día de mi vida ella no haría más que alejarse.

‘El Jilguero’ de Donna TarttCondenado, pues, a seguir hacia delante – ¿qué otra cosa podría hacer? – las circunstancias le llevan de un hogar a otro, siempre pendiente de un cuadro que poco a poco se convierte en una obsesión, tanto por lo que es (una obra de arte de valor incalculable) como por lo que representa para él: un vínculo con ese pasado perdido y un reflejo de su propia persona.

El libro está escrito en primera persona, algo que no me gustó al principio pero que después se agradece. A modo de confesión, Theo explica su historia abarcando varios años de su vida. En las primeras páginas nos lo encontramos en la habitación de un hotel en Amsterdam, demacrado y escondiéndose del mundo ¿qué le ha llevado a tal situación?

Para explicarlo la autora (¿o Theo?) divide el libro en cinco partes, de entre las cuales me gustaría resaltar la segunda, la misma que también ha encandilado a Stephen King, y no es para menos. Abarca la adolescencia de Theo y muestra un cambio radical en su personalidad. Dejamos Nueva York y llegamos a una Las Vegas muy poco conocida, alejada (aunque solo fisícamente) de los casinos y las luces de neón. Allí se muda con su padre y la nueva novia de este a una solitaria casa a las puertas del inmenso desierto de Nevada. El cambio en la personalidad de Theo se produce de manera natural y realista y es propiciado por la aparición de Boris, el único amigo que hará entonces.

Durante esta parte, el tiempo pasa y en realidad nada sucede, aparentemente. Hundidos en un pozo de destrucción y autocompasión Theo y Boris pasan sus días prácticamente solos en casa de uno o de otro, experimentando con las drogas y el alcohol y dinamitando una infancia ya perdida para siempre.

No desvelaré nada más de la trama, solo puedo decir que tan solo por este maravilloso pasaje ya vale la pena leer el libro. Estoy seguro de que es por el recuerdo de estas páginas por lo que, en los peores momentos del libro (que también los tiene) seguía leyendo a velocidad de crucero. Más de 1100 páginas que me han durado exactamente una semana.

La parte más floja para mí llega cuando finalmente nos encontrarnos con el Theo que empieza la narración. Es curioso que esta parte, que transcurre en Holanda y que es donde la autora pisa el acelerador, me haya parecido la más lenta y pesada. Acostumbrado a los pasajes descriptivos e intimistas no me apetecía nada esos momentos de acción más pura.

En las páginas finales, no obstante, vuelven esas divagaciones que son una auténtica gozada, lúcidas, perfectas, a modo de conclusión para un increíble viaje por la vida de una persona que ha cambiado por completo, de nuevo. Se recrea preguntándose qué significa tener una vida plena. ¿Se trata de vivir para uno mismo o de vivir para los demás?, ¿qué pasa si vivir la vida que necesitas implica tu propia destrucción? Y, si es así ¿se puede sacar el bien de las malas cosas? ¿Y el mal de las buenas?

Es un mensaje curiosamente inalterable, aceptado desde lo alto hacia abajo: cuando tenemos dudas, ¿qué debemos hacer? Todos los psiquiatras, orientadores de profesión y todas las princesas Disney saben la respuesta: “Sé tú mismo”. “Haz lo que te dicte el corazón”.

Lo que quisiera que alguien me explicara es lo siguiente: ¿qué pasa si da la casualidad de que tienes un corazón que no es de fiar? ¿Y si el corazón, por sus propios motivos insondables, te aleja con obstinación de la salud, de la vida doméstica, de las responsabilidades cívicas y los contactos sociales, y te lleva directo a un bonito espectáculo de ruina y catástrofe?”

8719Sobre el estilo de Donna Tartt también han corrido ríos de tinta, y no es para menos. Durante la lectura te das cuenta la pericia que tiene en combinar algunos elementos de best seller con pasajes larguísimos de introspección propios de la mejor literatura. Parece cosa de magia cómo consigue hacerte pasar página tras página sin contar, la mayor parte del libro, con una trama frenética, incluso rozando la no-trama (si es que eso puede existir). Esperaba una lectura mucho más densa la primera vez que oí sobre el libro, pero la verdad es que no solo es fácil de leer, sino que además puedes recrearte en ella.

En resumen, os recomiendo muy encarecidamente este libro. Es una lectura gratificante, extrañamente adictiva y sorprendentemente profunda. Por mi parte, me haré con las otras dos obras de Donna Tartt, sin duda. No es una autora muy prolífica pero nadie puede negar que los años que deja entre novela y novela (¡una década por libro!) estén más que justificados. Al igual que McCarthy o Pynchon, aunque sin llegar a sus extremos, también parece reacia a aparecer ante las cámaras. Eso a pesar de que su imagen es muy atrayente, con esos trajes y corbatas que la envuelven en un aura de misterio, seriedad e inteligencia. Os recomiendo echarle un vistazo a la entrevista de más abajo y comprobar lo apasionada que es cuando habla no solo de su obra, sino de su oficio de escritora.

4-stars

Motivo de la lectura

  • La fama que arrastra, tanto la obra como la escritora. El Premio Pulitzer me animó a darle prioridad en mi increíblemente larga lista de lecturas pendientes

Lo mejor

  • Las Vegas polvorienta, desértica, abandonada, por la que vaga un Theo adolescente completamente perdido, en plena (y dolorosa) transformación

Lo peor

  • La parte de Holanda, un tanto alejada del tono general de la novela


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