Por Alejandro Ribadeneira
(Publicado originalmente en diario El Comercio, Quito, el 6 de octubre de 2019)
La popularidad del máximo enemigo de Batman forma parte de la atención que la cultura pop le está dando a los villanos de los cómics. A pesar de las diversas versiones de este personaje en las historietas y la pantalla, siempre se lo mostró con una mente perturbadora.
A estas alturas en que los superhéroes son el epicentro del cine de masas, hasta un niño conoce el esquema de sus historias, inspiradas en una ecuación forjada en el cómic: una persona normal descubre que tiene poderes, luego decide usarlos para el bien y, finalmente, lucha contra un villano.
El encanto de estos tres actos básicos ha provocado la creación de un ejército de superhéroes, pero también motivó la concepción de sus respectivos némesis porque, a la decisión de hacer el bien, se debe contraponer la de hacer el mal. No se puede salvar el mundo si alguien no quiere destruirlo.
Dentro de la inconmensurable galería de villanos paridos por los exponentes del cómic, el Joker ocupa un lugar de privilegio en la cultura pop, que actualmente ha revalorizado a esos personajes, sin importar la edad del público. Ahí están, en el campo de la animación para niños, Gru (protagonista ‘Mi villano favorito’, con dos secuelas) y Megamente (del filme homónimo), donde los malvados hacen cosas buenas.
Ahí están la cinematográfica ‘Maléfica’ y la serie televisiva ‘Descendientes’, en que los villanos de los cuentos de hadas (de Disney, para ser más precisos) cuentan otra versión de la historia que habitualmente los condena ante la audiencia. Aunque la idea provino de ‘Shrek’, el ogro que ofreció otro punto de vista del heroísmo: se podía ser apestoso y gruñón pero también noble y valiente.
Y ahí está ‘Venom’, primera cinta de Marvel (aunque hecha en sociedad con Columbia Pictures y no con Disney) en que el villano es el protagonista y, aunque devore criminales sin un juicio previo, salva al mundo de una invasión extraterrestre como todo un superhéroe.
No es de extrañar, en vista del éxito en taquilla y sintonía de estas producciones, que se produjera una película que se animara a contar el origen del Joker, el cual jamás quedó claro en los primeros cómics. Sus creadores, en realidad, pensaban utilizarlo en una sola historieta de Batman, que para 1940 ya era popular, y matarlo en un enfrentamiento con la Policía.
Cuesta creer que Bill Finger y Bob Kane, los visionarios padres de Batman, no percibieran el potencial de su Joker, cuyo concepto gráfico fue del ilustrador Jerry Robinson, uno de los creadores de Robin y que definió la línea gráfica básica de este villano (rostro pálido, sonrisa diabólica, cabello verde, traje morado, naipes) basado en ‘El hombre que ríe’, filme de 1928 protagonizado por Conrad Veidt.
Whitney Ellsworth, uno de los cerebros de la editorial DC, se dio cuenta del desperdicio de matar a tan enigmático villano. Había algo sugestivo en ese personaje, pues lo habitual era que los payasos fueran graciosos pero aquí las bromas eran mortales. Ellsworth ordenó que solo fuera herido y que se lo incluyera en más aventuras de Batman. Sin querer, ese editor impulsó al archienemigo más importante de Batman y uno de los más notables y populares del cómic.
¿Por qué alcanzó tanta proyección? Primero, por ser el villano estelar de Batman, el héroe más popular de DC y también el más humano, pues no tiene superpoderes pero los compensa con su inteligencia, su disciplina y la venganza como combustible. Aunque causa dolor a los malvados, no pasa la línea del asesinato.
El Joker ha sido su genial contrapeso y los diferentes escritores le han atribuido las máximas escenas de dolor de Batman, que incluyen haber dejado en silla de ruedas a Batgirl y haber matado a un Robin.
Hay algo más, en todo caso, que los guiones de las viñetas. Si bien los diferentes Jokers han dependido de los escritores de turno, siempre se ha respetado la oscuridad de su mente. Estamos ante un personaje que es sociópata, que sufre de trastorno obsesivo- compulsivo y que exhibe rasgos de personalidad dependiente. Y el Joker depende de Batman: si no existiera el detective murciélago, o mejor dicho, si Batman no hubiera nacido a partir de sus desórdenes mentales que lo condujeron a convertirse en un vengativo vigilante, el Joker no habría existido.
La versión que ahora está en los cines es libre y busca explicar los orígenes de esa locura, pero toma prestada la esencia del famoso relato de Alan Moore, ‘The Killing Joke’, en la que el villano exclama esto: “Basta con un mal día para que un hombre cuerdo enloquezca”. Por eso, el Joker es diferente a un carterista o a Lex Luthor, que sueña con el control total de un planeta sin Superman: el payaso es el caos y la violencia.
También hay explicaciones desde la psicología por el atractivo que han tomado los villanos. Según expresa David Aparicio en Psyciencia, algunos freudianos dicen que, aunque la psique desarrolle el ‘superyo’ (la fuente de autocontrol de las personas) y el ‘yo’ (la conciencia), la conducta es guiada por causas egoístas, lo que puede despertar una simpatía por los supervillanos, que buscan conseguir lo que desean cuando quieran.
Otro ingrediente de la popularidad del Joker y de los villanos está en el auge de los relatos adultos sobre los superhéroes, historias que han roto con el maniqueísmo para ofrecer una exploración profunda del protagonista. Los superhéroes se crearon como una fantasía de poder adolescente, dice el filósofo Mark Waid, con el objetivo de emocionar a los chicos con los cánones morales de los cuentos de hadas.
Hoy, los villanos también son tratados con la complejidad de los nuevos tiempos. El Joker está ahí, con su risa y sus bromas, sentado en el diván listo para contarnos su verdad.