La Tierra está amenazada por los insectores, extraterrestres con forma de bichos y gran inteligencia. Los hombres se preparan para la guerra. Llevan años recluyendo a niños para entrenarlos en el arte de la batalla. Ellos son su única esperanza.
Ender es uno de esos críos. Es el tercero de tres hermanos brillantes. Los niños son experimentos. Normalmente a las familias no se les permite tener tres hijos, pero sus hermanos resultaron excelentes, aunque uno muy violento y otra demasiado sosegada, por eso nació Ender, para ver si el tercero era igual de listo, pero más equilibrado.
El protagonista es un chico que ha crecido, como el resto de niños, con un chip, un dispositivo a través del cual lo han vigilado para saber si él podría ser un soldado válido para la batalla. Ender, que en realidad se llama Andrew, es tímido y muy observador, que se desvive por su hermana, Valentine, y que teme muchísimo a su hermano mayor, Peter.
Desde la Flota Internacional, la organización militar de carácter mundial, ven pronto que el chico tiene un grandísimo potencial, así que lo reclutan, y se lo llevan a la Escuela con apenas cinco años. La Escuela es una nave situada en el espacio que viene a ser una academia durísima.
Esto es, lectores, el argumento de El juego de Ender, de Orson Scott Card, un clásico de la ciencia ficción moderna que no podía dejar pasar.
Me ha llamado mucho la atención que los niños soldados, porque de eso hay mucho en esta novela, no se comportan como tales, es decir, muestran una madurez pasmosa. A mí no me ha molestado, pero entiendo que pueda resultar poco creíble a algunos lectores.
Por otro lado, el libro se detiene en exceso en la parte del adiestramiento, y hay escenas que me han resultado difíciles de imaginar, en especial, los entrenamientos en gravedad cero. Las peleas cuerpo a cuerpo con pistolas especiales no son lo único curioso, los soldados juegan en tabletas digitales, además tienen simulaciones la mar de reales. ¡Y pensar que la novela se escribió allá por los setenta!
Pronto Ender será el alumno más aventajado, y pasará de ser un simple recluta a estar en la posición más elevada. Tendrá algún que otro amigo, pero muchísimos enemigos: él, ya acostumbrado al bullyng, sufrirá aquí un acoso continuo que se llevará al extremo: hay escenas duras, inesperadas.
Sí me ha gustado la sociedad en la que se desarrolla la acción, aunque he echado en falta un poquito más de desarrollo, pues los aspectos políticos no me han quedado del todo claros. Los diálogos también merecen la pena, sobre todo aquellos en los que Ender se cuestiona si los insectores realmente existen, si se están entrenando para luchar contra ellos o para controlar una posible revolución de los humanos.
Y es que no hay libertad de ninguna clase. Los niños son casi arrebatados a las familias para combatir. La raza humana debe aniquilar a aquella otra con la que, por cierto, nunca jamás ha intentado hablar: esto es, ni más ni menos, que la supervivencia de una raza a base del genocidio de la otra. En este caso, la realidad no se aleja tanto de la ficción. La novela no resulta ajena, y eso, de verdad, da miedo.
A aquellos que tienen el control no les importa más que el fin, no los medios. Con Ender harán lo que deseen, no le darán la opción de elegir, lo aislarán y lo pondrán en situaciones extremas, manipuladas al máximo, para sacar de él lo mejor y lo peor, tanto que el protagonista temerá convertirse en aquello en lo que más odia, su hermano Peter, un monstruo en potencia.
En la nave hay niños de todas las nacionalidades, y en este sentido me llama la atención que el español sea uno de los más malos que hay a bordo. No sé si su nacionalidad la cambian en función del país en el que se haya traducido la novela, pero es algo que me ha parecido curioso. También es llamativo el hecho de que solo aparezca un personaje femenino en la nave, claro que Valentine, la hermana del protagonista, compensa, en cierto modo, el desequilibrio.
Se profundiza, especialmente, en el personaje principal, en sus luces y sombras. Estamos ante un protagonista que resulta oscuro, pero que no deja de ser un niño que habla como un anciano. Me ha gustado cómo evoluciona; es un personaje redondo que pierde la inocencia a base de golpes emocionales y físicos. El poder conlleva soledad, para Scott Card.
La historia está narrada en tercera persona, y cada capítulo comienza con una conversación, un diálogo que gira en torno a Ender y que mantiene Graff, uno de los coroneles que supervisan al chico, con alguien más, pero del que se desconoce su identidad.
Por cierto, El Juego de Ender es el primero de una saga de cinco, pero hay otros tantos libros más que giran en torno a este mundo, y eso que este libro tiene un final cerrado. En cuanto a ese desenlace, sin duda sorprende. El giro que se produce en las páginas finales de la novela es acertadísimo y sorprende.
En cuanto a la edición, la mía, de 2005 y en bolsillo, es muy manejable, pero cuenta con faltas ortográficas y de traducción importantes. Desconozco si Ediciones B la corrigió en tiradas posteriores, la verdad.
La distopía no es algo nuevo, ni muchísimo menos, es una corriente literaria que ha vuelto pisando fuerte gracias a libros como Los Juegos del Hambre. Quizá porque he leído ya varios libros de este tipo, esta novela no me ha impactado tanto como pensaba. Sin embargo, con todo y con eso os la recomiendo. Merece la pena conocer a su protagonista, un niño grande, además transmite un mensaje importantísimo desde un punto de vista crítico: la libertad del individuo y unos medios, más que cuestionables, para conseguirla.