Revista Europa

El juego de la oca

Por Argonautas

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Candados de recién casados en un puente cercano al puerto de Odesa. Toda una tradición en el Este de Europa.


"Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi" (Il Gattopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa)
DESDE la última carta que escribiera allá por junio ha llovido ya lo suyo. También he viajado algo desde entonces. En julio volví a deambular por las calles de Barcelona. Y a tomarme una cañas y unas tapitas con algunos amigos. Después de siete años sin que me vieran el pelo por mi tierra. El poco pelo que me queda. Barcelona y Catalunya han cambiado durante estos siete largos años de ausencia. De mi ya permanente exilio. Barcelona, como siempre, olía a mar y a carajillo. Y a pincho moruno y tintorro de tasca. Pero sin duda la ciudad que yo recordaba había cambiado. Casi me sentí un extraño en mi propia tierra. Por todos lados se sentía el espíritu de la revuelta en forma de bandera "estelada". La bandera de la república catalana. La bandera de una nación en construcción que parece autoafirmarse en cada rincón del país. Que parece querer romper sus lazos con España. Que quiere saltar por la borda de esa vieja galera a la deriva que hace aguas por todos lados. Al grito de sálvese quien pueda. Luego, en la casa de mi madre, vi por la televisión a Artur Mas, President de la Generalitat de Catalunya y a Pere Navarro, cabecilla del Partit dels Socialistes de Catalunya. Un partido en avanzado proceso de descomposición.Y que ha elegido a un idiota como jefe de filas. También vi por televisión al Secretari d'Organització de CDC, Josep Rull, y a David Fernández de la CUP y a Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana de Catalunya. Y a Pilar Rahola (de segundo apellido Martínez) "chafardeando" en los programas de cotilleos y variedades. Más marujil y tetacaída que nunca. A todos ellos, excepto a Mas y Rahola, los conozco personalmente. Con David pinté pancartas a favor del movimiento okupa de Terrassa. Y también en solidaridad con varios militantes de la izquierda independentista terrassense, amigos míos, que habían sido secuestrados por orden del ex-juez Baltasar Garzón. Acusados injustamente de colaborar con ETA. Ya por entonces el futuro dirigente de la CUP calzaba las mugrosas sandalias que exhibió en la comparecencia parlamentaria de Rodrigo Rato, ex-Presidente de Bankia y ex-Director del FMI (un auténtico gánster, en eso le doy toda la razón a David). Con Oriol Junqueras, el "Junqui", me unió una amistad de varios años y colaboré en alguno de sus proyectos editoriales. Todavía recuerdo aquellos viajes que hacíamos en su pequeño utilitario (un Peugeot si mal no recuerdo) desde el campus de Bellaterra a Terrassa. Donde vivía su por entonces novia. Una chica muy simpática. Historiadora como él. El primer viaje a Riga me lo financié gracias a la pasta que me soltó Oriol por un artículo que le escribí sobre el movimiento socialista en el siglo XIX. Casi mil euros que me metí en el bolsillo por un trabajo que no lo valía. No sé dónde apareció publicado ese artículo. Creo que lo publicó en alguna revista científica. O en algún manual de historia para la ESO. No sé. La verdad es que nunca le preguntaba a Oriol qué hacía con el material que le entregaba. Supongo que algo haría con él. A Josep Rull, también nacido y criado Terrassa (aunque afincado en la cercana Matadepera, la población con más ricos por metro cuadrado de toda Catalunya), lo conozco desde hace muchos años y, aunque antagonistas en el terreno político, siempre hemos mantenido una relación cordial y distante.  A Pere Navarro, por entonces concejal de "Joventut y Participació Ciutadana" del Ayuntamiento de Terrassa y delfín del sátrapa Manel Royes i Vila, quien ocupaba la alcaldía de la ciudad y presidía la Diputació de Barcelona, tuve la desgracia de tener que tratarlo en demasiadas ocasiones.Y hasta acabamos en los juzgados cruzándonos denuncias y demandas varias que acabaron en agua de borrajas. En fin, cuando vi todos esos rostros conocidos en el televisor que tiene mi madre instalado en el comedor de su casa, me di cuenta que, en el fondo, las cosas no han cambiado demasiado en el pantano catalán. Y que la independencia, de lograrse, será una independencia lampedusiana. Donde algo cambiará para que todo siga igual. Todavía recuerdo aquella reunión informal que mantuvimos Oriol Junqueras, Josep Rull y yo mismo en la Nova Jazz Cava de Terrassa. Y en la que hablamos, entre copa y copa, del por entonces concejal Pere Navarro. Con el "Blue Train" de John Coltrane sonando en el fondo. Oriol y Josep parecían mantener una relación muy fluida pues ambos habían sido dirigentes de la FNEC, la Federación Nacionalista de Estudiantes en la órbita de Convergència Democràtica de Catalunya. Por entonces Oriol no militaba en ningún partido político. Se dedicaba a hacer carrera en la universidad y hacía "bolos" en varios shows de radio y de televisión. Oriol es un entertainer natural, dotado de una enorme vis cómica que sabe administrar sabiamente ante su audiencia. Siempre me ha recordado un poco, salvando las distancias, al gran Miguel Gila que en gloria esté. Podría haber triunfado como monologuista si no se hubiera dedicado a la docencia o a la política. Para mí siempre era un placer escucharlo. Josep, en cambio, siempre ha sido un insider en el pantano catalán.Toda su vida la ha dedicado a "trabajar de político". Y al servicio del país, claro.  Josep es miembro de una bona família que prosperó  en lo tiempos de Alfonso XIII. Gente de "seny" que supo prosperar a la sombra de la dictadura franquista. Y que siguió prosperando en los años de la democracia. Josep y su familia seguro que encuentran buen acomodo en la futura Catalunya independiente. Y sin duda seguirán prosperando bajo el nuevo régimen que parece que se avecina. Si es que la consulta del 9 de noviembre llega a llevarse a cabo. Y siempre que la España más negra y reaccionaria no se conjure para aplastar la rebelión catalana y saque los tanques y la cabra de la Legión a la calle. Que todo puede ser. Me gustaría saber qué harían tipos como Rull o Mas si las cosas se ponen realmente feas allá abajo. No veo a Rull defendiendo la libertad de Catalunya con el fusil en la mano. Parapetándose detrás de un caballo muerto en alguna bocacalle de Les Rambles. Ni creo que Artur Mas tenga agallas para emular a Allende en el Palacio de la Moneda. Dudo que su patriotismo dé para tanto.
A finales de agosto, después de mi estancia en Barcelona, viajé  hasta la ciudad ucraniana de Odesa, la joya del Mar Negro. Gracias a un proyecto financiado por la generosa Unión Europea. Que se gasta una pasta gansa en programas culturales, educativos o de movilidad con el objetivo, apenas disimulado, de promover el europeísmo y la idiocia "democrática" en los países fronterizos del Este de Europa y en el Cáucaso. Programas que buscan crear una masa crítica de clones adoctrinados que, en el largo plazo, impulsen las necesarias reformas "democráticas" que allanen el camino a la anexión de esos territorios a la Unión Europea. Colonizar las mentes para después colonizar el país. Sin pegar un tiro. Esa es la estrategia de la Unión. Que como todo imperio necesita expandirse para sobrevivir. En fin, me raspé diez días allá, a la orilla de Mar Negro, bebiendo cerveza Obolon, bailando con las niñas y tumbado a la bartola gracias a los impuestos del sufrido contribuyente europeo. Y también hice un poco de wind-surf ayudado por una instructora rusa. Una Afrodita rubia enfundada en un traje de neopreno que le marcaba las nalgas y las tetas de lo lindo.  Diez días en un resort cercano al pueblo de Koblevo. En una playa muy frecuentada durante el verano por turistas locales. Diez días que me supieron a poco. Por Halloween nuevamente me planté en Ucrania. Esta vez me di un garbeo por Lviv, Lvov, Leópolis o como quiera que se llame la bendita capital de la Galicia ucraniana. Corrí allá tras las faldas de una fémina de muy buen ver que conocí en Odesa. Mi enésimo amour fou. Una ninfa pelirroja de la minoría polaca y de confesión greco católica. Y con la que acabé bailando la rumba como todo un campeón. Allá en las calles de Lviv casi que presencié el origen del “Euromaidan". Ese exótico movimiento "pro-europeo", financiado por la hidra occidental, que busca literalmente derribar con bulldozers y armas de fabricación casera al legítimo gobierno del presidente Yanukovich. Por no bajarse los pantalones ante los eurócratas de Bruselas. Un movimiento, el Euromaidan, que tiene su plaza fuerte en Lviv. Ciudad donde campa a sus anchas la extrema derecha del partido Svoboda y donde no es infrecuente ver por sus calles las marchas de nacionalistas ucranianos, henchidos de patriotismo tronado, enarbolando banderas rojo y negras de la UPA (el Ejército Insurgente Ucraniano, responsable de crímenes de guerra durante la Segunda Guerra Mundial) y emblemas de la 14 División de Granaderos SS Galizische. Cuerpo de voluntarios ucranianos que llegó a combatir del lado de los ocupantes nazis durante la Gran Guerra. En estas marchas los neofascistas ucranianos suelen exhibir con orgullo fotografías y afiches del criminal de guerra Stepan Bandera, líder de la UPA, y responsable de la limpieza étnica llevada a cabo en la región de Volinia y del este de la Galicia ucraniana entre 1943 y 1944. Sobre todo ello prometo volver a escribir pronto pues creo que he recuperado mi gusto por bloguear. Desde luego en todo este tiempo he ido acumulando un montón de experiencias personales. Algunas interesantes. Otras no tanto. Durante estos meses he sido un poco como una ficha del juego de la oca. De revuelta en revuelta y tiro porque me toca.
Releo con cierta desgana el post que escribiera desde Estambul. En medio de la revuelta popular contra el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Una revuelta que acabó siendo aplastada de forma contundente por el aparato represivo del estado turco. Con un montón de heridos y algunos muertos de por medio. La plaza de Taksim fue desalojada "manu militari" y ocupada por la policía antidisturbios. Eso ocurrió pocos días después de que yo tomase el vuelo de vuelta a Lituania. En mi post anterior subí un video que yo mismo grabé en el centro de la plaza Taksim. Rodeado de manifestantes antigubernamentales. Y con el rostro cubierto por una máscara de “Anonymus”. Despotricando contra el gobierno de Erdogan y, ya de paso, contra la Unión Europea. Cuyos generosos fondos financiaban mi viaje. Desde entonces llevo el espíritu de Taksim en algún rinconcito de mi corazón. Un espíritu que sin duda permanece vivo en las calles de Estambul, de Ankara y de las populosas ciudades de la costa jónica turca. Taksim está presente en las luchas populares que se desarrollan actualmente en Turquía contra el gobierno islamista “moderado” del AKP, el Partido de la Justicia y el Desarrollo. Un partido que, recordémoslo aquí, es miembro “observador” del Partido Popular Europeo. Y que profesa su mismo credo neoliberal en el terreno económico y “atlantista” en la arena internacional. El gobierno de Erdogan está directamente implicado en la guerra sucia contra Siria. Y desarrolla operaciones terroristas dirigidas a asesinar a líderes kurdos en el extranjero. Y ha impulsado una serie de reformas legislativas de marcado carácter autoritario tendentes a fortalecer la posición de la religión musulmana en la sociedad turca. La revuelta del pasado verano es un síntoma del enorme descontento que existe entre amplios sectores de la población turca por las políticas desarrolladas por el gobierno conservador de Erdogan. Taksim no es el final sino el origen de un movimiento democrático de largo recorrido que puede cambiar dramáticamente el panorama político de Turquía. De la república que fundara Ataturk recogiendo los escombros del Imperio Otomano. 
Historia de la fotografía: La fotografía que subo a este post la hice yo mismo en Odesa. Con una cámara Canon EOS que me prestó una amiga. Una cámara de las buenas. La foto la tomé en un puente cercano a la zona portuaria de la ciudad. En Ucrania, como en Lituania, la parejas que se casan suelen acudir a algún puente significativo. O quizás a algún parque importante. Un parque con alguna baranda bonita.Los candados se cuelgan ahí. En las barandas de los puentes o de los parques. En los candados se suele grabar la fecha del enlace nupcial y las siglas o nombres completos de los esposos. Es una tradición muy extendida en los países del Este de Europa. El candado simboliza el amor duradero e inquebrantable. No sé que ocurrirá con el candado si la pareja se divorcia. Lo que es muy frecuente en países como Lituania. Con una de las tasas de divorcios más altas del mundo. Alguien me contó la historia de una pareja que tuvo que llamar a un cerrajero para abrir el candado. Porque, claro está, lanzaron la llave al río. Los cónyuges acabaron por odiarse tanto que en lo único que estuvieron de acuerdo fue en destruir aquel maldito candado. Los gastos del candado corrieron a cargo del marido, claro. Los gastos del cerrajero los pagaron a partes iguales. Es lo que ocurre cuando el amor termina mal.
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