Revista Cultura y Ocio
""Mi madre todavía está viva, pero la matarán el Viernes Santo a medianoche". le advirtió Amanda Martín al inspector jefe y éste no lo puso en duda, porque la chica había dado pruebas de saber más que él y todos sus colegas del Departamento de Homicidios. La mujer estaba cautiva en algún punto de los dieciocho mil kilómetros cuadrados de la bahía de San Francisco, tenían pocas horas para encontrarla con vida y él no sabía por dónde empezar a buscarla."
Si cuando leí Paula o La casa de los espíritus me hubieran dicho que su autora iba a girar hacia la novela negra, posiblemente no me lo hubiera creído. Supongo que por eso me llamó tantísimo la atención cuando se anunció este libro. Y supongo también que ese fue el motivo principal de que volviera a las letras de Isabel Allende, que tenía un poco dejadas de lado. Curiosidad. Y justo por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, El juego de Ripper.
Una astróloga predice un baño de sangre en San Francisco y la predicción parece que comienza a cumplirse con una oleada de crímenes. Pronto conoceremos a Indiana y su hija Amanda; una positiva y otra mirando siempre las partes oscuras, más parecida a su padre, y jugadora de rol, de un juego llamado Ripper cuyos jugadores parecen poder ayudar a la resolución de los asesinatos. Cuando todo apunta a que Indiana será una de las víctimas, el juego se torna personal.
Que una mujer como Isabel Allende se pase a la novela negra es lógico que llame la atención. Su obra siempre se ha caracterizado por lo sensitivo, lo casi mágico, así que es natural sentir curiosidad por saber cómo iba a encarar una historia que inicialmente pensó en escribir junto a su marido. Y cierto es que durante su lectura nos encontramos con la Allende de siempre, no la ha dejado de lado por haberse decidido a cambiar levemente el rumbo de sus escritos.
La novela pese al llamativo párrafo inicial, me ha parecido que pertenece más a la etiqueta "narrativa" que a "novela negra", y digo esto cuando me he quejado muchas veces del límite que supone intentar definir a un libro bajo un único criterio. Casi cualquier libro que se precie necesitará al menos un par de dichas etiquetas para que podamos imaginar lo que contienen su páginas.
En este caso, Isabel nos cede una novela llena de personajes que va presentando de una forma lenta, calmada, llena de esas pinceladas en las que todos la reconocemos y que llevan treinta años haciendo las delicias de sus lectores habituales. Personajes que se van sucediendo delante de la vista de un lector al que enganchará o que perderá de una forma casi irremediable, sobre todo si se ha dejado llevar por la etiqueta novela negra y llega esperando letras oscuras. La novela va transcurriendo de forma tranquila hasta llegar a la última parte, en la que sí entra en materia, para dejarnos el sabor de boca de lo que nos habían prometido con un final que me ha parecido muy adecuado a la historia. Dicho esto, estoy segura que quienes disfrutan con las letras de la autora, lo harán y mucho con este título, mientras que quienes lleguen esperando una novela negra sólida y dura, seguramente se vean defraudados. Como siempre, lo mejor es dejarse llevar y no tener una idea preconcebida sobre lo que nos vamos a encontrar. Y posiblemente, también sea lo más justo para quien lo escribió.
Esta vez no he conectado con la lectura, no he conseguido engancharme a la historia. A veces nos pasa.
Y vosotros, ¿cuál es el último libro con el que no habéis conectado?
Gracias