Al abanico se le atribuye un alto rango en Oriente, África, incluso en el Vaticano siendo un símbolo relacionado con el elemento aire, el viento, lo aéreo y lo celeste. Asociado a la liberación de la forma en el taoísmo, en China se utilizó para avivar el espíritu de los muertos. También se le asocia con el despliegue de la vida en la cultura japonesa. En Occidente es símbolo de la imaginación y el cambio que representan las fases de la Luna. En otros lugares se percibe como instrumento de coqueteo.. El juego de un abanico.
La historia del abanico se remonta a muchos siglos atrás, así lo muestran numerosas pinturas y escritos. Los egipcios utilizaban estos instrumentos no sólo para airearse, también para ahuyentar insectos. Abanicos grandes, semicirculares, provistos de largas plumas y de mangos largos y fijos.
Este mismo tipo de abanicos fue utilizado en la Grecia clásica por las sacerdotisas para preservar los sagrados alimentos. En la antigua Roma también se adoptó esta costumbre y los esclavos romanos aireaban y protegían con ellos del calor, moscas y otros insectos a sus señores. La Iglesia católica en la Edad Media, hizo suya esta costumbre heredada de los romanos para aplicarla durante la liturgia cristiana utilizando estos instrumentos para proteger la Eucaristía de insectos y al oficiante del calor.
Los pliegos del alma
La tradición del uso del abanico en China es milenaria; se remonta a los años del emperador Hsien Yuan en 2697 a.C. Cuenta la leyenda que su invención es debida a la hija del mandarín Kan-Si durante un baile de máscaras, cuando, debido al calor, ésta agitó rápidamente su antifaz para darse aire y para que los hombres no vieran su cara. Este gesto fue imitado por todas las mujeres que estaban presentes en la fiesta.
También en China lo utilizaban tanto hombres como mujeres. Se cuenta que llevar el abanico en un estuche y colgado en la cintura era signo de autoridad. Los japoneses, a su vez, lo utilizaban para saludar y en ellos colocaban los regalos que les eran ofrecidos. Para una mujer oriental era impensable acudir a cualquier parte sin su abanico, y hasta a los condenados al patíbulo se les hacía entrega de uno minutos antes de la ejecución.
Una leyenda sitúa la aparición del abanico plegable en torno al siglo VII dC., se atribuye su invención a un obrero japonés llamado Tamba que tuvo la idea al observar las alas de un murciélago. Comfirma esta leyenda el hecho de que los primeros abanicos se llamaran “komori”, palabra que en japonés significa murciélago.
Guillermo Martí CeballosEl abanico español
En España la llegada del abanico cuenta con diferentes vías de entrada. Por una parte, hay constancia de su procedencia por vía islámica: En la Catedral de Pamplona hay una arqueta de marfil fechada en 1005 en la que se pueden distinguir figuras talladas que sostienen abanicos de diferentes formas. También las Crónicas mexicanas de Tezozomoe hablan de que el emperador Moctezuma regaló a Hernán Cortés varios abanicos cuando tuvo noticias de su desembarco. Por otro lado, se habla de los abanicos en el siglo XIV, en la Crónica de Pedro IV de Aragón, donde se cita como oficio (“el que lleva el abanico”) de los nobles que acompañaban al rey.
En el siglo XVIII se instaló en España el artesano francés Eugenio Prost bajo la protección del conde de Floridablanca convirtiendo a España en uno de los principales productores del mundo rivalizando con franceses e italianos. Ese mismo siglo se crea el Gremio de Abaniqueros y a principios del siglo XIX se funda la Real Fábrica de Abanicos. En un principio, el abanico fue de uso tanto del género femenino como masculino, llevando los hombres pequeños ejemplares en el bolsillo. Sin embargo, su utilización se vuelve exclusiva de las damas a principios del siglo XX llegando hasta nuestros días. Al parecer estas llegaron a ser tan diestras en el uso de este artefacto que llegaron a inventar todo un “lenguaje del abanico”.
En los siglos XVII y XVIII el abanico plegable alcanza una gran difusión, especialmente en Italia, Francia, España e Inglaterra, pasando a ser un instrumento de distinción, elegancia y coquetería femenina; que según Isabel I de Inglaterra, era el único regalo que podía aceptar una reina. Esta soberana poseía una gran colección de abanicos, al igual que la reina Cristina de Suecia e Isabel de Farnesio (segunda mujer de Felipe V), llegando esta última a reunir 1636 ejemplares diferentes. La también reina de Suecia Luisa Ulrick, llegó a fundar en 1774 una Orden del Abanico para las damas de su corte.
by Jesús HelgueraEl lenguaje del abanico
Durante el siglo XIX y primeros del XX, y especialmente en la época victoriana, las jóvenes casaderas tenían prohibido hablar en privado con los caballeros que acudían a su domicilio, o con los que se cruzaban en bailes y fiestas. Con la finalidad de acabar con el control al que se veían sometidas por sus inseparables acompañantes (madres, tías, hermanas mayores o amas), desarrollaron un lenguaje basado en el uso de los abanicos como medio de comunicación.
El rico lenguaje del abanico jugó un importante papel en la relaciones humanas y más concretamente en el flirteo entre las mujeres y los hombres. Una compleja terminología conocida como campiología que estudia el lenguaje del abanico en función de la orientación y la forma de sujetarlo.
Se cree que se inició en la corte de Versalles a mediados del siglo XVIII, aunque el abanico ya estaba implantado en España, Francia e Italia desde el siglo XVII, y sería complemento obligatorio de una dama durante todo el siglo XIX. De hecho, en Inglaterra fue complemento obligado por protocolo en las damas durante actos oficiales y recepciones hasta 1939. El uso del siguiente lenguaje llegó a estar tan extendido, que en la corte de Luis XV de Francia estaba prohibido abrir un abanico delante de la reina, pues María Leszczynska, princesa de Polonia, estaba harta de tanta intriga amorosa… aunque el abanico no molestaba en absoluto a la amante oficial del rey, Madame de Pompadour.
by Carme Navarra PrunaLos principales gestos y sus correspondientes significados que configuraron lo que se llamó el lenguaje del abanico son:
- Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: Sígame.
- Sostenerlo con la mano izquierda delante del rostro: Busco conocimiento.
- Mantenerlo en la oreja izquierda: Quiero que me dejes en paz.
- Dejarlo deslizar sobre la frente: Has cambiado.
- Moverlo con la mano izquierda: Nos observan.
- Arrojarlo con la mano: Te odio.
- Moverlo con la mano derecha: Quiero a otro.
- Dejarlo deslizar sobre la mejilla: Te quiero.
- Presentarlo cerrado: ¿Me quieres?
- Dejarlo deslizar sobre los ojos: Vete, por favor.
- Tocar con el dedo el borde: Quiero hablar contigo.
- Apoyarlo sobre la mejilla derecha: Sí.
- Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: No.
- Abrirlo y cerrarlo: Eres cruel.
- Dejarlo colgando: Seguiremos siendo amigos.
- Abanicarse despacio: Estoy casada.
- Abanicarse deprisa: Estoy prometida.
- Apoyar el abanico en los labios: Bésame.
- Abrirlo despacio: Espérame.
- Abrirlo con la mano izquierda: Ven y habla conmigo.
- Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda: Escríbeme.
- Semicerrarlo en la derecha y sobre la izquierda: No puedo.
- Abierto tapando la boca: Estoy sola.
- Taparse el sol con el abanico: Eres feo.
- Pasar el dedo indice por las varillas: Tenemos que hablar.
- Retirar el cabello de la frente: No me olvides.
- Entrar a la casa cerrando el abanico: Hoy no saldré de casa.
- Si se golpea un objeto cualquiera: Estoy impaciente.
Los abanicos japoneses no podían ser de cualquier manera y durante el período Heian se establecieron ciertas reglas a seguir a pie puntillas en su diseño y fabricación: el número de varillas de madera variaba de acuerdo al rango de la persona y los mas lujosos estaban reservados a la familia imperial.
Archivado en: Iconología Tagged: abanico, aire, corte de Versalles, flirteo, lenguaje signos, orden al abanico, pliegues, taoísmo, varillas