Más de cinco millones de muertos, la destrucción de infraestructuras y la acumulación de la pobreza es el saldo de una guerra que ya se hace interminable en la República Democrática del Congo (RDC).
Las enormes riquezas de esa nación africana, en lugar de ser el motor impulsor de su desarrollo económico y humano, constituyen la miel que se disputan, de manera abierta o solapada, los múltiples grupos armados que desgastan al gobierno, y las transnacionales occidentales, deslumbradas por ese paraíso minero.
Gran variedad y abundancia de recursos naturales atesora el suelo congolés: diamantes, oro, plata, uranio, y coltán, un mineral utilísimo en la fabricación de ordenadores, reproductores de DVD, armas teledirigigas, teléfonos celulares, entre otros artefactos tecnológicos. Y en la RDC se
encuentra el 80 por ciento de las reservas mundiales de este mineral tan codiciado.
Sin embargo, la alfabetización, la salud, o el agua potable, siguen siendo una utopía para quienes se rompen los brazos para alimentarse. Muchos niños que ni tan siquiera tienen una idea de cómo comenzó el caos ni cuáles son sus causas, son entrenados por los grupos opositores al gobierno de Joseph Kabila para matar o morir defendiendo las minas, de cuyo saqueo extraen financiamiento esas facciones.
En una guerra tan rica en contrincantes, las compañías extranjeras no pierden la oportunidad para morder su tajada cuando compran a precios bajos los minerales que explotan ilegalmente los grupos armados en el este de esa nación africana. Entre estas corporaciones se encuentra Thaisarco, la mayor procesadora de estaño a nivel mundial, que adquiere su materia prima de minas controladas por las Fuerza Democrática de Liberación de Ruanda.
Con sede en Tailandia, la Thaisarco pertenece al gigante británico Amalgamated Metal Corporation (AMC). Otra de las inglesas que juega sucio es Afrimex, la cual realizaba prospecciones mineras en un área oriental de la RDC ocupada por tropas rebeldes hasta 2003. Entre las acusaciones que desde entonces enfrenta esta compañía se encuentra su responsabilidad en el financiamiento de la campaña militar contra el gobierno, al permitirles a los soldados opositores obtener dinero de su cadena de suministros.
En la extensa lista de compañías implicadas en el comercio ilegal de coltán también se destacan las belgas Trademet, Cogecom, Sogem; las norteamericanas Cabot Corporation, Kemet Electronics, Speciality Metals Company, Trinitechinternational Inc. y Vishay Sprague, y las alemanas H.C. Starck GmbH & Co y SLC Germany GmbH, entre otras, que no se cansan de decir que negocian con mediadores con licencia, cuando realmente buena parte del lote proviene de las minas controladas por los grupos armados, a un precio tan bajo que les permite maximizar sus ganancias.
Pero el colmo de la desfachatez y el comportamiento antiético de estas compañías criminales, nos la revela F. Muylaert, de la empresa belga Trademet, cuando en carta dirigida a Global Witness —ONG internacional que ha denunciado el saqueo— dijo: «Su hipótesis, según la cual deberíamos verificar el origen exacto de cada kilo de material exportado, es inapropiada en el actual contexto en el Congo».
Las palabras del corporativo son tan escandalosas como claras: el río está revuelto y a Trademet o cualquiera de sus compinches no les importa que en su jamo caigan minerales manchados de sangre inocente…