
Pero el juez también es un ser humano con su corazoncito, como iremos comprobando más adelante. En el curso de un importante proceso por infanticidio, advierte que entre los miembros del jurado se encuentra una mujer que conoció hace unos años y a la que amó en secreto. Algo se despierta en él, un deseo oculto que no está acostumbrado a manifestar al exterior y, a partir de ese momento deberá cambiar sus pautas de comportamiento para acercarse a esa mujer (aunque no se trate de una maniobra muy legal que un juez intime con un miembro del jurado de un proceso que preside).
El juez es una película con pretensiones: pretende mezclar la intriga judicial, en un tono realista, acercándose al funcionamiento de las leyes procesales francesas con una forma de entender la comedia romántica muy descafeinada. Al final esta mezcla de géneros tiene como resultado una obra francamente poco interesante y aburrida, protagonizada por unos personajes poco empáticos. Las interpretaciones de Luchini y Sidse Babett Knudsen no están mal, pero están lastradas por un guión que debería haber optado por desarrollar alguna de las múltiples direcciones por las que se desliza el filme.