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El juicio a eichmann. causa penal 40/61 (1962), de harry mulisch. el hombre máquina.

Publicado el 13 septiembre 2019 por Miguelmalaga
EL JUICIO A EICHMANN. CAUSA PENAL 40/61 (1962), DE HARRY MULISCH. EL HOMBRE MÁQUINA. El juicio a Adolf Eichmann, uno de los burócratas más destacados y a la vez grises, de la Alemania nazi resultó uno de los acontecimientos más espectaculares dentro de la introhistoria del ajuste de cuentas llevado a cabo por los vencedores y por las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. El asunto fue llevado a cabo a través de una operación de los servicios secretos israelíes que derivó en la celebración de un proceso penal contra Eichmann en la ciudad de Jerusalén, algo sobre lo que escribió brillantemente la filósofa Hannah Arendt (derivándose de sus crónicas el famoso término banalidad del mal). Pero Arendt no fue la única escritora que fue testigo del procedimiento. El holandés Harry Mulisch también envió sus crónicas periodísticas desde el mismo lugar y lo hizo desde un punto de vista muy interesante y que puede calificarse como complementario al de la autora de Eichmann en Jerusalén.
Para Mulisch Eichmann también es "el funcionario tranquilo y cumplidor de su deber que transporta a los judíos europeos hacia las cámaras de gas de Rudolf Höss", un hombre casi sin personalidad, acostumbrado sobre todo a cumplir órdenes y que se comportó tan disciplinadamente ante la autoridad del tribunal como ante sus superiores de las SS, pero ante todo es el depositario de la voluntad última del gran jefe, de un Adolf Hitler que había ordenado de manera subterránea la destrucción completa de los judíos en Europa, una orden que había que cumplir por encima de todo, sin llegar en ningún momento a planteamientos de carácter moral:
"La orden está ahí. Siempre está ahí. Si en aquellos años, el canciller del Reich no hubiese sido Adolf Hitler, sino Albert Schweitzer, y Eichmann hubiese recibido la orden de transportar a todos los negros enfermos a hospitales modernos, la habría cumplido sin falta y su puntualidad le habría producido la misma satisfacción que sintió cuando realizó el trabajo que tiene a sus espaldas. No es tanto un criminal, sino un hombre capaz de todo."
Un hombre capaz de todo por satisfacer al poder establecido. Un hombre tan extraño que admiraba al pueblo judío, tanto que se dedicó durante largo tiempo a estudiar sus costumbres, para luego poner todo ese conocimiento al servicio de sus verdugos. Pero en última instancia, Eichmann es una especie de hombre-máquina, una especie de mecanismo o engranaje que mantiene en funcionamiento la gran estructura criminal de la Alemania nazi. Una máquina de matar, pero no porque el hombre posea un especial instinto asesino, sino porque se trata de una máquina perfecta dedicada a cumplir los deseos de sus superiores. 
En cualquier caso, entre sesión y sesión del juicio, Mulisch tiene tiempo de describirnos sus excursiones por Jerusalén y el resto de Israel, para viajar a Alemania y visitar el cuartel general de Eichmann, para ver Auschwitz con sus propios ojos y para recordarnos que en la Divina Comedia (libro que causalmente estoy leyendo yo ahora), la salida del infierno se encuentra en un punto terráqueo diametralmente opuesto a Jerusalén. Todo esto le hace ser muy pesimista acerca del futuro inmediato (hablamos de 1962), que puede acechar a Europa:
"La Europa de Rafael y de Goethe tiene tanto que ver con la Europa de ahora como un cubo de leche de vaca con la mierda resultante si se le echa un chorro de vinagre. Aunque hayamos destilado un poco democráticamente el agua ácida y hayamos procesado la mierda para convertirla en una crema de bienestar, ya no es leche y nosotros debemos tener cuidado de que, a partir de ahora, no todos los caminos lleven a Auschwitz. En menos años de los que se pueden contar con los dedos de la mano, cualquiera que lea esto puede ser lanzado al fuego de la casa en la que vive ahora. Por ejemplo, porque sabe leer o porque es rubio o por algún otro motivo que no se le aclarará."

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