La raza humana se está suicidando y acabando con su hábitat y una de las principales razones de esa extinción constante es la baja calidad de la clase política. En algunos países, entre ellos España, la bajeza de sus políticos es de tal envergadura que llevan décadas destrozando el país y arrebatando a sus ciudadanos la prosperidad, la paz, la unidad, la felicidad y la esperanza. Estamos siendo gobernados por torpes, miserables, mediocres, corruptos y hasta delincuentes y asesinos en serie. Entregar a los políticos tanto poder, sin que ni siquiera podamos pedirles cuentas de sus errores, desmanes y abusos, es un suicidio a escala mundial y una estupidez a la que se debe poner remedio con urgencia, si no queremos acabar con la civilización. Si alguien cree que este diagnóstico es exagerado, que mire la guerra de Ucrania, las hambrunas de África, las guerras semiclandestinas que se están librando en el mundo, de las que apenas habla la prensa, los países esclavizados por el comunismo y otras doctrinas extremistas y sanguinarias, la destrucción de los valores, las amenazas a las libertades y derechos y los asesinatos impunes de disidentes y personas que molestan la poder. ---
Los políticos casi siempre han sido dañinos para los que les pagamos el sueldo, pero en el pasado al menos eran seres brillantes y sobresalientes. Ahora son una insoportable mezcla de basura, corrupción, miseria y estupidez que nos crispan, dividen y hacen infelices.
Una de las mentiras mejor montadas por el poder es el concepto de progreso. Ellos dicen que la Humanidad ha avanzado constantemente, conquistando derechos, libertades y bienestar, y llaman a eso "progreso", pero basta echar un vistazo a la Historia de la Humanidad para descubrir que en muchos aspectos, en lugar de avanzar retrocedemos y perdemos derechos y libertades que hace siglos estaban vigentes. Condenan el feudalismo y el absolutismo, pero ocultan que los gobiernos nunca acapararon tanto poder, privilegios y recursos como en el presente y que nunca antes se les exigió tan poco a los gobernantes.
Dos ejemplos: 1.- los hombres del pasado ejecutaban a los reyes y tiranos cuando no gobernaban bien, pero ahora son los tiranos los que ejecutan a sus adversarios y a los que ponen en peligro su dominio. 2.- Nunca antes, a lo largo de la Historia, el hombre pagó al gobierno tantos impuestos como en el presente.
En algunos países, como en España, esos impuestos superan el 50 por ciento de los ingresos y la cifra final es muy superior si se suman las tasas, el IVA y otros muchos tributos indirectos que nos cobra el poder político. En el Imperio Romano, el hombre pagaba menos del diez por ciento al emperador y el hombre medieval pagaba una décima parte de sus ingresos a la Iglesia y otro tanto a su señor, mucho menos que en el presente.
Las libertades y derechos adquiridos en las ciudades medievales por los artesanos y burgueses eran muy superiores a las actuales. A la guerra se iba casi siempre como voluntario, mientras que ahora vas o te fusilan y los tribunales gozaban de una independencia envidiable, comparados con los de ahora.
Si hablamos de las exigencias y controles al poder político, exceptuando la figura del rey, que era considerado, absurdamente y por culpa de la corrupta Iglesia Católica, como un "enviado de Dios", todos los demás poderes y señores estaban sometidos a leyes que no podían burlarse, leyes que defendían eficazmente a los débiles frente a los fuertes. Los que mandaban tenían que demostrar su valía y el camino hacia el poder, sin ser limpio e igualitario, era decenas de veces más decente que en la actualidad.
Los cargos políticos, en la democracia ateniense, duraban poco y eran todos voluntarios, Aristóteles aconsejaba que, para evitar la corrupción, los cargos durasen un día o, como mucho, usa semana, salvo los de generales supremos de la flota y del ejército, puestos especializados destinados a estrategas consumados, que duraban un año.
En Roma, para hacer carrera política, aunque fueras hijo de senador o de cónsul, tenías que alistarte en las legiones y combatir. Después, tras haber probado tu valor en la batalla, podías iniciar la carrera hacia el poder (Cursus honorum), en la que eras sometido a exámenes exhaustivos, por tribunales independientes, cada vez que ocupabas un cargo.
En el siglo XI (año 1072), Rodrigo Díaz de Vivar, un ciudadano que llegó a ser héroe con el nombre de Cid Campeador, obligó a Alfonso VI el Bravo, rey de León, a jurar que no había tomado parte en el asesinato de su propio hermano, el rey Sancho II de Castilla, quien fue asesinado ante los muros de la ciudad de Zamora, ciudad que se hallaba en manos de su hermana, la infanta Urraca de Zamora. ¿Alguien se imagina que un ciudadano de nuestros tiempos pueda obligar a jurar al rey Felipe VI o a Pedro Sánchez que no tuvieron nada que ver con la corrupción y que no la permitieron en su partido?
Pero quizás el ejemplo más notable de que en muchos aspectos retrocedemos y perdemos lo que fueron conquistas y derechos, hoy laminados por la actual clase política, que es, probablemente, la que menos controles ha padecido en toda la historia de la Humanidad, es la desaparición del llamado "Juicio de Residencia", un sistema férreo de control de políticos y funcionarios que seria providencial y urgente recuperar en estos tiempos de chorizos y sinvergüenzas en el poder para controlar a nuestros políticos actuales y evitar que los desalmados, delincuentes e ineptos lleguen al gobierno y tomen decisiones muchas veces corruptas y alocadas, como ha ocurrido y ocurre en el presente de España.
El Juicio de Residencia fue un procedimiento judicial del derecho castellano e indiano, que consistía en que al término del desempeño de un funcionario público se sometían a revisión sus actuaciones y se escuchaban todos los cargos que hubiese en su contra. El funcionario no podía abandonar el lugar donde había ejercido el cargo, ni asumir otro hasta que concluyese este procedimiento. Generalmente el encargado de dirigir el proceso, llamado juez de residencia, era la persona ya nombrada para sucederle en el cargo. Las sanciones eran variables, aunque frecuentemente consistían en multas.
El juicio de residencia tuvo en la administración indiana una gran importancia, y comprendía a toda clase de funcionarios, desde Virreyes y Presidentes de Audiencia hasta alcaldes y alguaciles.
Todos los virreyes debían pasar su juicio de residencia antes de que tomara posesión del cargo su sucesor, pero en el siglo XVIII estos juicios se realizaban una vez que había regresado a España. En este largo proceso se analizaba el grado de cumplimiento de las instrucciones recibidas a lo largo de su mandato y durante seis meses se investigaba su labor, reuniendo numerosa información a través de diferentes testigos. Otra de las fórmulas empleadas por la Corona para controlar a sus funcionarios, incluido el virrey en su calidad de presidente de la audiencia, era a través de la inspección conocida con el nombre de visita. Efectuada por un visitador, nombrado para el caso por el rey, tenía como fin conocer los abusos cometidos por las autoridades, proponiendo las reformas necesarias.
Toda autoridad que termina de ejercer su cargo debe ser sometida a un juicio de residencia, es decir, las autoridades no se pueden mover de su lugar físico mientras dure una investigación en relación del desempeño. Este juicio es sumario y público. Terminado el juicio, si era positivo, la autoridad podía ascender en el cargo; en cambio, si había cometido cargos, errores o ilegalidades, podía ser sancionado con una multa o la prohibición de por vida de un cargo.
Después de conocer la saludable práctica del "Juicio de Residencia", del que los mequetrefes gobernantes actuales se han librado porque les parecía indigno para una "autoridad" elegida por el pueblo, democráticamente, ¿avanzamos o retrocedemos? Tipos como Zapatero, Rajoy y Sánchez nunca habrían llegado tan lejos con esos juicios vigentes y tal vez tampoco la mayoría de nuestros actuales dirigentes en el planeta.
Francisco Rubiales