– Estoy feliz.
– Pues díselo a tu cara.
Éste, que es uno de de los primeros diálogos que pueden escucharse en El justiciero, podría pasar perfectamente por una de las múltiples discusiones que me imagino a los productores de la cinta teniendo con su actor principal. Bruce Willis no es el mayor de los problemas de la nueva adaptación cinematográfica de la novela de Brian Garfield —que ya dio pie a una larga saga protagonizada por Charles Bronson allá por los 70— dirigida por Eli Roth, pero os garantizo que tampoco es una de sus virtudes.
Si juntamos a un actor en horas bajas con un director que nunca ha tenido horas altas, no nos debería extrañar que la película que salga de ahí sea bastante justita en el mejor de los casos y una abominación terrible en el más probable de ellos. Por suerte, los astros se han alineado y podemos estar muy agradecidos de que el resultado final no sea tan chungo (ni tan largo) como podría haber sido. Dejémoslo claro: como entretenimiento funciona como un tiro (jé), pero es la enésima cinta de venganzas que ya hemos visto mil veces. No es la mejor dentro de su género ni tampoco es la peor. No puedo afirmar que me alegre especialmente de haberla visto, pero tampoco me arrepiento. Lo malo es que esta indefinición se puede emplear también para hablar de su tono. Pues ni es lo suficiente violenta y cachonda como para ser un explotation que va a por todas ni parece querer cuestionarse si las acciones de su protagonista son moralmente reprochables o no. Cero atisbo de petardeo y guasa, cero interés en abrir debate.
Esto ha sido un problema en Estados Unidos, donde su estreno ha levantado bastantes ampollas por su cercanía con el terrible tiroteo que tuvo lugar en un instituto de Florida durante el mes pasado. Y no es extraño que esto haya ocurrido, teniendo en cuenta que El justiciero tampoco hace ningún esfuerzo por dejar claro qué es lo que nos está intentando contar. Sinceramente, a mí me gustaría interpretarla como una sátira. Hay momentos que apuntan a ello. Por desgracia, durante la gran parte del metraje parece que nos encontremos ante una apología de las armas que además se las apaña para ser vagamente racista (aunque sólo ligeramente machista) en el proceso. Me cuesta poco asumir que habrá provocado mastodónticas erecciones a cualquier miembro de la Asociación Nacional del Rifle que haya tenido el placer de ir a verla.
En definitiva, pese a su indudable mal timing, El justiciero no es una película del todo terrible. Si asumimos que Bruce Willis se va a pasar hora y media poniendo cara de acelga (y aun así os garantizo que se esfuerza mil veces más que en sus últimas películas directas a DVD), que nunca sabremos hasta qué punto el guión va en serio o en broma y que parece más bien un film de transición para un Eli Roth que busca a toda costa salir de su zona de confort… pues oye, que si la echan un domingo por la tarde en la tele y no dan nada más, tampoco pasa nada si la dejáis puesta de fondo.