El Laberinto Andaluz
Publicado el 27 marzo 2012 por Jmbigas
@jmbigas
Con el reposo que ya permiten el par de días transcurridos, es momento de analizar la sin duda compleja situación que ha dejado en el Parlamento Andaluz el resultado de las Elecciones Autonómicas del pasado domingo.
José Antonio Griñán, actual presidente en funciones de
la Junta de Andalucía, depositando su voto el
pasado domingo, con cara de circunstancias.
(Fuente: intereconomia)
Aunque ya no constituye novedad ni supone sorpresa, las tres grandes fuerzas dicen haber ganado. El PP por ser la fuerza más votada, y la que más escaños ha conseguido. El PSOE, porque se esperaba un descalabro todavía mayor de los 47 diputados que tendrá a partir de ahora. E Izquierda Unida porque es la única fuerza que ha aumentado en número de votos, y ha duplicado su presencia hasta los 12 diputados.
Desde otro punto de vista, los tres partidos han perdido. El PP porque esperaba la mayoría absoluta, que le permitiera formar gobierno en solitario en la Junta de Andalucía. El PSOE porque pierde más de 600.000 votos y nueve escaños. Pierde, además, la confianza de una parte del electorado, sin duda asqueada de las maquinarias corruptas y trinconas puestas en marcha en el entorno de la Junta. IU, por su parte, sólo ha podido aprovechar para la izquierda seis de los nueve diputados que han perdido los socialistas.
En realidad, quien ha perdido de verdad en Andalucía son los políticos. Con una abstención por encima del 40%, hasta el PP, en su victoria relativa, ha perdido votos respecto a las últimas elecciones autonómicas. El mensaje claro que envía el electorado a la clase política es de falta de confianza en que estos políticos puedan aportar nada a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esta es, a fin de cuentas, la esperanza de los votantes cuando acuden a las urnas.
Porque no se trata de que haya muchos electores a quienes les dé pereza acercarse a su colegio electoral en un domingo de primavera, en lugar de irse al campo o a la playa. Se trata con bastante claridad (sólo hace falta quitarse las anteojeras del color de cada cual) de que una parte muy importante de la ciudadanía da la espalda a estos políticos, consideran que en nada les pueden ayudar en sus actuales tribulaciones.
Esta realidad es sangrante y debería hacer reflexionar en profundidad a todos. La imagen chanchullera de un perfecto engranaje trincón, donde se blanquea dinero público hacia el bolsillo (privado, por supuesto), de amigos, conocidos, familiares o simpatizantes; la estampa patética de meter mano en la caja para disponer del dinero en juergas, francachelas y cocaína; las fotografías nada edificantes de mariscadas de a mil euros en Bruselas; la persistente visualización de Javier Arenas como el señorito cortijero, al que cuesta dejar de imaginar con un langostino de Huelva en una mano y una copita de Manzanilla de Sanlúcar en la otra; la percepción de una izquierda histórica anclada en un anarquismo agrario que ya es de otros tiempos; todo ello contribuye a que el ciudadano deje de tener confianza alguna en que estos políticos (¡vaya panda!) entiendan en absoluto la situación real de cada cual.
Con un 30% de desempleo, ¿qué votante andaluz no tiene algún familiar o amigo sufriendo del paro?. Cuando cuesta mucho esfuerzo llegar a final de mes, y hay que tirar de las redes familiares (incluyendo las exiguas pensiones de nuestros mayores) para sobrevivir, la imagen que transmiten los políticos es de un autismo tan total y trágico que ya no despierta ninguna ilusión ni esperanza en el ciudadano medio.
El escenario político que queda en el día después parece abonar la teoría de que lo más natural es que siga habiendo en Andalucía un gobierno de izquierdas, muy probablemente presidido por José Antonio Griñán (que, a nivel personal, está quedando relativamente a salvo de los múltiples escándalos) y apoyado (o quizás incluso compuesto) por Izquierda Unida. La inercia política con la que nos hemos (mal) acostumbrado a convivir parece indicar que este es el único camino posible, dados los resultados electorales.
Javier Arenas, candidato del PP, celebra su victoria,
arropado por algunos Ministros del Gobierno de España.
(Fuente: abc)
Sin embargo ya he oído a algunos comentaristas políticos que sugieren una salida alternativa a la situación, llamémosle un camino a la vasca. En el País Vasco se demostró que es posible hacer las cosas de otra manera; se vio que a veces hay que esforzarse en retener aquello que nos une, e intentar aparcar, evitar o incluso olvidar, lo que nos separa. Un Gobierno de los socialistas, apoyado en el Parlamento Vasco por el Partido Popular, parece estar demostrando que esa es una posibilidad que acaba rindiendo sus frutos positivos. En el País Vasco, por ejemplo, el nivel de desempleo es poco más que la mitad de la media en el conjunto del Estado. Si bien hay que tener en cuenta que esta es una Comunidad Autónoma que sucumbió con mucha menos intensidad y fervor a la burbuja inmobiliaria, que está en la raíz de los problemas exagerados en otros territorios. Pero es justo reconocer que parece que los políticos vascos han trabajado mejor que otros.
Si no fuera imposible, la mejor solución para Andalucía en estos nuevos tiempos sería una solución calcada, con un Gobierno de los socialistas apoyado, al menos en las cuestiones mayores de Estado, por el PP en el Parlamento Andaluz. No creo que se tratara de formar un Gobierno de Concentración Nacional, una fórmula que se nos atraganta a todos sólo con formularla. Pero sí negociar un respaldo parlamentario suficiente para poder gobernar.
Muy poco favor le hará a Andalucía que se formalice el pacto entre PSOE e IU, más que alumbrar un nuevo Gobierno de izquierdas, me temo que con aromas añejos, si no directamente anacrónicos. En este nuevo milenio, la dialéctica tradicional entre derechas e izquierdas ha pasado en la práctica a mejor vida en el pensamiento de los ciudadanos, y sólo pervive en el lenguaje habitual de los propios políticos. Que Andalucía se convierta (como ya se han oído manifestaciones en ese sentido) en la trinchera de una cierta (pretendida) izquierda contra la ola azul del neoliberalismo, no le ayudará a salir adelante de esta crisis profunda sin dejar montones de cadáveres (económicos) en la cuneta. En las trincheras se sufren toda clase de penalidades. Y en las trincheras pasan hambre hasta los ganadores.
Diego Valderas (IU) celebrando su victoria el domingo,
arropado por Sánchez Gordillo, el histórico alcalde
de Marinaleda desde 1979.
(Fuente: abcdesevilla)
Creo que sería una señal muy positiva hacia el electorado y los ciudadanos andaluces que los políticos iniciaran con generosidad un intento en esta dirección. Que se sentaran con ánimo de entenderse, al menos en lo principal. Que intentaran encontrar fórmulas de colaboración, para contribuir a encontrar las mejores soluciones para los dramáticos problemas de Andalucía y los andaluces.
Claro que va a ser imposible. Que el señorito se siente a hablar, con ánimo de entenderse, insisto, con los descamisados (aunque yo a Griñán siempre lo he visto de traje y corbata, o de casual elegante) sería infumable para buena parte del núcleo duro de los votantes andaluces del PP. Pero, como partido político responsable y con voluntad de gobierno, deberían poder entender que tienen en esta legislatura bastantes votos prestados, dados por ciudadanos que todavía confían en que los políticos (estos políticos) puedan esforzarse de verdad en intentar resolver los problemas bien reales que tienen los ciudadanos. Y que todos los diputados elegidos lo han sido solamente para servir a los ciudadanos y no para servirse de ellos para sus propios intereses personales y particulares.
Izquierda Unida, por su parte, haría bien en no sacar demasiado pecho, ni hacer excesivo alarde de una pretendida victoria. Sus seis nuevos diputados han sido elegidos gracias a votos prestados y, como formación política, todavía tienen pendiente de aprobar la asignatura de su capacidad real de ser una fuerza de gobierno en este mundo real. Porque todos tenemos todavía muy presente la imagen patética que dieron en Extremadura, donde favorecieron con su abstención la elección del líder de la fuerza más votada como nuevo presidente autonómico. Una actitud motivada por rencillas pequeñas contra los socialistas. Pero sin un ápice de voluntad política de llevar adelante el compromiso con sus votantes, de contribuir (con su específica sensibilidad de izquierdas) al Gobierno de Extremadura.
El propio Rajoy, desde Seúl, ha dejado claro que, en política, no siempre se puede conseguir el 100% de lo que se persigue. Este es el espíritu del pacto (de los pactos). Nunca lo más importante debe ser lo que cada cual consiga de esa negociación, sino más bien aquello a lo que cada cual esté dispuesto a renunciar, a cambio de asegurar de la mejor manera posible que el mandato de los ciudadanos es diligentemente atendido.
Que los políticos andaluces se vayan aplicando el cuento. Porque los ciudadanos (y la Historia) les pasarán factura por las decisiones que tomen y por los acuerdos a los que lleguen en las próximas semanas.
JMBA