Revista Opinión

El Laberinto de fuego y el minotauro asceta

Publicado el 27 noviembre 2017 por Carlosgu82

Tanta fe se tiene en la vida, en la vida en su aspecto más precario, en la vida real, que naturalmente la fe termina por desaparecer.

Todo está al alcance de la mano, las peores circunstancias materiales parecen excelentes. Luzca el sol o esté negro el cielo, siempre seguiremos adelante, jamás dormiremos.

Pero si más tarde el hombre, fuese por lo que fuere, intenta enmendarse al sentir que poco a poco van desapareciendo todas las razones para vivir , al ver que se ha convertido en un ser incapaz de estar a la altura de una situación excepcional , cual la del amor, difícilmente logrará su propósito. 

André Breton.

Vivimos imbuidos por una época empeñada en el perfeccionamiento;  perfeccionamiento que, a pesar de su crecimiento desmedido, no nos dice nada y a duras penas nos traduce un leve golpe de viento. Es una época de desconocimiento de nuestro origen, movida, tal vez por las guerrillas globales que buscan desmotivar a los nuevos artistas y elitizar todas la manifestaciones plásticas. Es por esto que el artista Carlos Cruz Aceros impone un NO absoluto, rotundo, al estandarte de la nueva plástica y, como ángel rebelde – rememorando a Michael Monroe- van en sentido contrario por una calle de una sola vía. Este artesano del fuego, este asceta, regresa a su origen quitandole las enredaderas con las cuales el tiempo ha desplazado el arte primigenio.

Aquí encontramos a un Hombre que quiere contarnos sobre la casa donde crecieron sus padres, a través de un arte bruto, ancestral, que trasciende quebrantando las cadenas del tiempo que nos arrastra , no sólo eso, sino que utiliza los eslabones rotos para crear un lenguaje propio; lenguaje forjado en el laberinto de fuego de un de un minotauro enamorado de las calles de su pueblo, de su tierra.

Cada una de sus obras encierra la mítica mirada al pasado, libres de redondeces, de simetrías, más cercanas al encuentro total con la naturaleza , producto de quien entiende que la naturaleza es parte de sí y que él es sólo una extensión de la misma, además de servirse como traductor de su entorno. Por ello encontramos en sus creaciones el color de la tierra, de la roca y de la adversidad del tiempo reflejado en la corrosión de los metales como metáfora de nuestro paso por la vida.

Su propuesta es el encuentro con el nuevo-viejo arte, ocupación de alquimista  que toma lo que ya no resulta útil a los estetas medicados de perfeccionismos y los trasforma en vínculos para trasmitir su historia de ladrón del fuego.

Cada pieza lleva un eco dentro susurrando la historia reinventada de su pueblo, lleno de petroglifos – antiquísimos libros de piedra- y encantamientos.

Esta es su obra: el reencuentro con sus antepasados; la estética de las rocas; el idilio terrestre; un canto a la belleza armada a golpes de martillo; y porqué no, la del ermitaño que edificó su bosque con arboles de broce bajo un cielo de plomo.

Es por esto por lo que apostamos.

Magnus (A.J.V.R.) , noviembre de 2017.


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