Revista África

El laberinto de la ausencia (XXV): Nada nuevo

Por Chemacaballero

Seguimos avanzando en el verano. El tiempo es lento y relajado. Tiempo de pocas noticias sobre África: que si manifestaciones en Senegal, que si hambre en el cuerno de África, que si mujeres violadas en la República Democrática del Congo, que si presión migratoria en el Mediterráneo, que si Angela Merkel está de gira por el continente en busca de recursos naturales para su industria… Nada nuevo. La rutina de todos los días. Al menos eso es lo que nos dejan entrever los medios de comunicación.

Yo, aletargado por el calor, tampoco tengo mucho que comentar. Bueno, sí, la anécdota de que mañana miércoles (13.07.11) se espera en Juba, la capital del recientemente independizado estado de Sudán del Sur, un avión que transporta millones de billetes, recién imprimidos, de la nueva moneda del país: la libra sursudanesa. Si todo va bien, el próximo lunes empezará a circular. También, en estos días, la Universidad de Juba vuelve a su sede original. En los años 1970 fue trasladada a Jartum debido a los bombardeos a que estaba sometida la capital del sur, y, también, como medida de las autoridades del norte para impedir el acceso a la educación a gran parte de la población.  Estos son los pequeños detalles con los que hay que lidiar, una vez repuestos de la resaca que causó la fiesta de independencia, y que son importantes para demostrar que se es realmente independiente.

Claro, que pensándolo bien, hay algo mucho más importante que la moneda o la sede de la universidad: el que cada uno de los ciudadanos del nuevo país pueda ser dueño de su propio destino. Pero todo lo que hemos leído estos días: analfabetismo, tasas de mortalidad materna e infantil, falta de comunicaciones, reparto de la riqueza por parte de las potencias extranjeras…, nos hace pensar que la verdadera independencia de Sudán del Sur queda todavía muy lejos.

A parte de eso, dos recomendaciones para leer durante las largas horas de la siesta o en las noches de calor. La primera es el libro Viajes y exploraciones en el África del sur, de David Livingstone. El explorador  al que, dado por perdido,  salió a buscar el periodista Stanley y que cuando lo encontró le dijo aquello de “Doctor Livingstone, supongo”. El famoso encuentro sucedió cuando Livingstone buscaba las fuentes del Nilo, las cuales ya habían sido descubiertas por Speke un par de años antes, en 1862. Pero la obra que ahora tenemos entre manos nos retrae a una expedición anterior.

EL LABERINTO DE LA AUSENCIA (25): NADA NUEVO

El viaje que se narra en este libro, editado por  Ediciones del Viento, tuvo lugar entre los años 1852 y 1856, cuando Livingstone, empeñado en abrir nuevas rutas en el sur de África, para favorecer el comercio y la  penetración del evangelio, cosas que en él iban íntimamente ligadas, viajó desde Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, a Luanda, en Angola, y desde allí, hasta Mozambique. Atribuyéndose, de esta manera, el honor de ser el primer blanco en cruzar el sur del continente desde el océano Atlántico al Índico. El libro describe el descubrimiento de las cataratas Victoria, en el territorio de los Makololo, o la travesía del río Zambeze. También se cuentan los años anteriores al viaje, cuando Livingstone vivía con su familia en Sudáfrica ejerciendo como misionero y su travesía del desierto del Kalahari, junto a William Cotton Oswell, y el descubrimiento del lago Ngami, en 1848.

Se trata de un volumen grueso pero que está lleno de aventuras, descripciones e información, de racismo inglés y de prejuicios occidentales, de amor a África y de deseos de dar la vida por el continente… Una mezcla de emociones y sensaciones, amores y odios, que convierten a esta obra en una experiencia que no puede dejarnos indiferentes.

La segunda propuesta no es otra que El África fantasmal, de Michel Leiris, editado por la Editorial Pre-textos.

EL LABERINTO DE LA AUSENCIA (25): NADA NUEVO

Yo he leído este libro como el diario que escribió Leiris durante su participación en la expedición etnográfica de Marcel Griule, la cual recorrió África, desde Dakar, Senegal, a Yibuti, entre 1931 y 1933. Los críticos literarios dicen que se trata de mucho más. Por ejemplo, en una reseña escrita por Gabriel Bernal Granados, (www.letraslibres.com/index.php?art=13057), se afirma que en esta obra Leiris “crea las condiciones necesarias para desarrollar su pensamiento. Una es la forma en que pensamos de pie y otra es la forma en que pensamos sentados; en este mismo sentido, una es la forma en que pensamos en reposo y otra es la forma en que pensamos en tránsito. El África fantasmal propone un devenir y un disfraz. Es un tránsito, un flujo continuo, sin requerimientos ni pausas. Pero es un flujo hecho de fisuras, sinuosidades, detalles burlescos o simplemente irónicos”.

Yo, que no entiendo de esas cosas, me he detenido en los detalles que se cuentan. Marcel Griule, jefe de la expedición, fue el pionero de los estudios de campo etnográficos en Francia. Pero la ironía de Leiris nos deja ver como la expedición se pasó dos años robando los objetos sagrados de cualquier pueblo que se encontrasen en su camino, como no entendían la mitad de las cosas que les contaban, como la gente les engañaban o como les sacaban el dinero…  Como para creerte después lo que te cuentan los expertos occidentales. También, asistimos, no podría ser de otra forma, a los típicos flecos de superioridad europea y etnocentrismo. Aunque solo sea  por ese toque de realidad y de desconstrucción de expertos vale la pena leer este libro.

La semana pasada, al buscar música de Sudán del sur, me olvidé del más famoso de todos sus cantantes, Emmanuel Jal, antiguo niño soldado que cuenta su historia en warchild:


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