Concluía la fallida sesión de investidura de Mariano Rajoy y entre el frufrú de las vestimentas agitándose y el taconeo de los zapatos que marchaban prestos hacia la salida retumbaba el eco de las palabras de Pedro Sánchez: gobierno del cambio. No por lo novedoso, dado que el susodicho término lleva aleteando en los discursos de la izquierda durante meses, sino por lo inesperado. La resurrección de una alternativa al PP se hacía carne durante segundos.
¿Hay una suma posible? Sí, los números dan (Y no, no me refiero a lo que lleva diciendo Pablo Iglesias desde tiempos de Saladino), dado que Ciudadanos, el PSOE y Unidos Podemos pueden encuadrarse entre esas fuerzas “del cambio”, y con el voto afirmativo de los últimos y la abstención de los primeros, más unas negociaciones con PNV y Coalición Canaria (Basta con que los vascos no se pronuncien, algo que venderán caro pero parece factible) el milagro del gobierno “alternativo” se habría producido: 157-156 y el PP en la oposición.
Sobre este escenario teorizaba Roger Senserrich en Politikon , apostando por una legislatura corta en la que se llegue a acuerdos de mínimos en temas que comparten los tres principales partidos de la fórmula, para luego dar paso a unas nuevas elecciones y tratar de conformar un gobierno que sí que aguante una legislatura normal. La idea es buena desde el punto de vista normativo para los tres actores, habida cuenta de que lograrían en un caso la presidencia y en el otro las reformas que llevan pidiendo desde su surgimiento a escala nacional. No alcanzarían todo lo que demandaban pero, al menos, conseguirían dar una solución a buena parte de los temas que han ido introduciendo en la agenda y, según lo vendieran, podrían hacerse valer cara a las nuevas elecciones.
Sin embargo hay un factor que el artículo no tiene en cuenta: el debate territorial. Durante la sesión de investidura ERC hizo varios guiños a Unidos Podemos como el único actor estatal que había tenido en cuenta la “voluntad de autodeterminación” de Cataluña, mientras que tendió la mano al PSOE para conformar un gobierno…siempre que apoyara el referéndum. Esa vía se cerró hace tiempo para los socialistas, y solo un cambio de rumbo difícilmente entendible los llevaría por la vía catalana. Mientras tanto Unidos Podemos y Ciudadanos se ven atrapados en sus propias retóricas acerca de la cuestión, los primeros habiendo hablado de un Estado plurinacional con reconocimiento al derecho de autodeterminación y los segundos asegurando que jamás pactarán con aquellos que desean “romper España”.
El problema de este tema es que resulta de especial sensibilidad para todos los implicados, tanto a nivel discursivo (como a la hora de asegurar la pervivencia de sus estructuras de partido. Pablo Iglesias ha visto como las confluencias se han convertido en uno de sus principales graneros de votos, cosechando buenos resultados en la periferia del país (Algo que Rufián mostraba como prueba ineludible de otra realidad nacional obviando tanto el sistema parlamentario como parte de Andalucía, presumiblemente reconquistada por los Almorávides) y con muchos escaños de su parte en el Congreso. A la vez Ada Colau prepara la construcción de un partido que dinamite el fracasado CSQEP. Con todos estos mimbres renunciar a la autodeterminación, base de tu discurso y elemento clave de tus aliados en las zonas con reivindicaciones nacionalistas, podría suponer la desintegración de Podemos tal y como existe hoy en día.
En el mismo sentido tanto Ciudadanos como PSOE han insistido en que no quebraran la unidad de España, y que la solución no llegará con un hipotético referéndum, sino con reformas/un estado federal. La posición de ERC y CDC será maximalista, tal y como quedó claro en la investidura, exigiendo un referéndum como condición sine qua non para su apoyo (y cargando de más presión en este sentido a Podemos). ¿Aceptarían una legislatura breve en el que su problema quedara en espera mientras el tripartito reforma el país? En cierto sentido es parecido a la decisión que enfrentaban los partidos socialistas en su momento: o meterse en los gobiernos para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores o no hacerlo para acercar la ansiada revolución. ¿Reformar el estado para dar cabida a varias de tus pretensiones, con el consiguiente riesgo de que los que sean independentistas por motivos no sentimentales puedan echarse atrás, u optar por mantener estable tu apoyo? Dadas sus declaraciones la segunda opción es la más plausible, y con ello a UP se le oscurecen las posibilidades de pactar sin perder credibilidad entre sus aliados y enfrentarse a múltiples rebeliones.
Por ello, y pese a las palabras de Garzón mi confianza en el posible pacto entre los tres partidos es bastante reducida. Aplicar tus políticas es importante, y para ello es necesario tocar poder, pero lograr mantener tus filas unidas y evitar la destrucción desde dentro es clave para evitar convertirse en lágrimas en la lluvia (https://www.youtube.com/watch?v=NoAzpa1x7jU) Además, el PSOE puede no sentirse tan incómodo ante unas terceras elecciones si consigue cargar la culpa del fracaso de su iniciativa en los vetos cruzados de sus dos hipotéticos grandes aliados, confiando en que los siguientes comicios le hagan recuperar terreno y, lo que es más importante, socavar la fuerza de UP y Ciudadanos, erigiéndose en líderes de la oposición. Sí, es una perspectiva que aboca a cuatro años de su gran rival político y posibles turbulencias internas…pero con menos competencia a ambos lados.
P.D: la otra opción es aceptar el referéndum, que Pedro Sánchez se siente en la Moncloa y logre acallar a todos sus barones territoriales, a la prensa, al PP y Ciudadanos y explique el porqué de semejante bandazo en uno de los principales cleavages de la política española. Las penas con gobierno en la mano son menos penas, ¿pero merece la pena el riesgo?