El pasado jueves nos acercamos a una zona de campiña costera en la zona de Ribesella (Asturies), con la intención de visitar una población de lagartos verdes (Lacerta viridis) que mi amigo Gonzalo Gil tiene controlada desde hace tiempo, y que en ese lugar comparte el hábitat con los lagartos verdinegros (Lacerta schreiberi).
A pesar de que las previsiones meteorológicas pronosticaban una jornada soleada y calurosa, el día amaneció nublado, y a medida que nos acercábamos al lugar fue empeorando, la temperatura bajó y se puso a orbayar. En esta zona, la proximidad de sierras costeras, como la del Cuera o el Sueve, hace que las nieblas y nubes sean muy frecuentes y que no nos podamos fiar demasiado de los pronósticos.
A pesar de todo, no íbamos a marcharnos sin intentarlo, así que comenzamos a recorrer el camino mirando atentamente los muros de piedra y los taludes donde los lagartos suelen pasar el día. No había ni rastro de ellos, hasta que finalmente encontramos una hembra muy grande, que aún fría, se movía lentamente entre las piedras.
Seguramente la baja temperatura ambiental era la responsable de que se mostrara tan confiada. Estuvimos dudando un buen rato acerca de su sexo, ya que a pesar de que estaba muy gorda y parecía que estaba próxima a realizar la puesta, tenía una coloración muy intensa. De todas formas, la estructura y coloración de su cabeza no parecían dejar dudas de que se trataba de una hembra.
Después de hacerle unas cuantas fotos, la dejamos tranquila y seguimos recorriendo el camino y los prados próximos para ver si encontrábamos alguno mas. Las nubes empezaron a desaparecer y el sol salio entre ellas calentando el ambiente. Era lo que los lagartos estaban esperando y fueron suficientes unos rayos de sol para que entre las rocas de los muros asomaran varios ejemplares más, tanto de lagarto verde como de verdinegro.
Talud tratado con herbicidas (Foto tomada de A Morteira)
Lo peor de la jornada fue la confirmación de que el uso de herbicidas para limpiar la vegetación de los muros y taludes de los caminos, ya no es una práctica puntual en algunas zonas, sino que se está convirtiendo en algo común y muy extendido en toda nuestra geografía.
Los efectos nocivos de estos productos, tanto para el ser humano como para la fauna y evidentemente para la flora, ya han sido descritos y denunciados en frecuentes ocasiones. La atrazina, por ejemplo produce trastornos hormonales que afectan a la función reproductora en muchos animales, incluido el hombre. Uno de los herbicidas más utilizados, el glifosato, no es selectivo y elimina toda la vegetación, afectando además a la química del suelo, habiéndose confirmado su elevada toxicidad tanto para los anfibios, reptiles y peces, como para los mamíferos.
A pesar de que la toxicidad de estos productos ya está más que demostrada, lo más sorprendente es que no son los particulares lo que más uso hacen de ellos, sino que es la propia Administración la que recurre a ellos para la "limpieza" de carreteras y caminos rurales. En el caso de Asturies, aunque el uso de herbicidas para estás prácticas había sido prohibido en 2008, lo cierto es que esa prohibición no es efectiva ya que tal como se ha denunciado en varias ocasiones, y como yo mismo he observado en numerosos lugares, esas prácticas lejos de desaparecer se han incrementado en los últimos años. Hace unos días, incluso en los taludes de la carretera que lindan con el Cierrón, en la Ria de la Villa, que es una Reserva Natural, se estaba fumigando con herbicidas para limpiar los taludes de la autopista.
No es descabellado pensar que la disminución en el número de anfibios y reptiles que estamos observando en los últimos años, e incluso la extinción local de alguna población, como por ejemplo la de una de lagarto verde cercana a la Villa, pueda estar relacionada con el uso indiscriminado de estos productos.
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