Revista Maternidad

El lago de los tigres

Por Lamadretigre

A veces me da miedo que un día, sin previo aviso, le salgan unas alitas a La Tercera y se me vaya volando como Tobi, el niño de aquella fatídica película de nuestra infancia. Tirabuzones resultones no le faltan a mi angelote para protagonizar un Murillo cualquiera.Familia numerosa

Muslos regordetes a parte, no es lo físico lo que hace de La Tercera una niña especial. Es su encanto innato, su inconfundible humor picantón y ese elenco infinito de muecas que le auguran una brillante carrera como actriz de reparto, lo que nos tiene con el corazón encogido día sí y día también. Nos tiene en el bote. A todos. Sin excepción.

Niña vestida de ballet

El año pasado pasó una etapa regular, no acababa de encontrar su sitio. Por un lado, las mayores, que le sacaban cuatro cabezas, marcaban las distancias corriendo más rápido y trepando más alto sin que ella consiguiera nunca mantenerse a rebufo.

La Cuarta por su parte, se hizo niña y comenzó a hacerle la competencia en materia de carantoñas. Ahora era La Cuarta el bebé deseado por cuyas babas nos dábamos tortas los demás. Para más inri, La Quinta amenazaba con convertirla en la niña sandwich por antonomasia.

Pero, si algo tiene La Tercera de mis amores, es que es una luchadora nata, de las que se muerden el labio para no llorar con las vacunas y se levantan sin aspavientos cada vez que se pegan un porrazo. No hay más que verla pedaleando sin ruedines, luchando por llegar al bordillo sin manguitos y trepando a los árboles cual mono de feria. Si se cae, se levanta. Y punto.

Lejos de atocinarse en su papel de destronada por partida doble, La Tercera ha vuelto al escenario familiar renovada, con energía suficiente para comerse un mundo. O dos.

Está pletórica. No hay día que no nos obsequie con alguna actuación o performance de algún tipo. Le da a todos los palos, desde la guitarra hasta la improvisación humorística, pasando por el ballet, el monólogo y la sardana.

niña bailando ballet

Mención a parte merecen sus estilismos. Mientras que La Cuarta, empeñada es que es un chico, se niega a salir del pantalón con rodilleras, a La Tercera todo volante, capa de tul o lazo con purpurina le parecen poco. A ella le gusta bajar a desayunar con tacones, collares y otras alhajas dignas de un arreglado pero informal a lo Rocío Jurado.

El día que le toca ponerse la camiseta de Hello Kitty con tachuelas de pseudo-diamantes heredada de tercera mano, su frenesí es tal que a duras penas sobrevivo al ataque de besos y abrazos agradecidos.

Como toda hija que se precie, tiene su momentos niña del exorcista, pero ha heredado de su padre la bendita capacidad de entrar en razón con relativa celeridad. Es una niña que rara vez molesta, su compañía es una delicia y da gusto verla crecer con sus chaladuras.

Como el otro día cuando, en un esfuerzo sobrehumano por cantarles a los abuelos una canción en su lengua materna, entró en barrena porque no supe traducir “cuak cuak” al español. Visto que el patito de su canción no era políglota, con una sentida reverencia y un golpe de tacón, informó a su entregado público de que, sintiéndolo mucho, la actuación iba a tener que continuar “einfach auf Deutsch. Cuak. Cuak.

Que quieren que les diga, será porque es carne de mis entrañas, pero yo la encuentro simplemente genial.


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