En su reciente entrevista con Bertín Osborne, Mariano Rajoy tuvo un desliz significativo y revelador, que ningún medio ha resaltado, cuando afirmó que "La política es una profesión como otra cualquiera". ---
Se equivocó Mariano en todo porque la política, ni es una "profesión", ni es "como otra cualquiera", aunque es comprensible que un miembro de la degradada clase política española se confunda. En democracia, la política no es una profesión sino un "servicio a la comunidad", ni es "como otra cualquiera", sino una de las mas distinguidas y nobles tareas del ser humano.
El presidente, relajado y cómodo en la entrevista, reflejo sin darse cuenta uno de los más graves déficits del sistema político español: que los políticos se inscriben en los partidos para hacer carrera y vivir de la política, nunca para prestar un servicio a la nación y al ciudadano.
Ser político en España es un chollo y la mejor de las carreras, la única en la que se puede triunfar siendo un mediocre o un inepto, sin ni siquiera tener que pasar por la universidad, sin exámenes y sin que tengas que rendir cuenta a nadie de tus fracasos y errores.
Ya lo advirtió el escritor Robert Louis Stevenson: "La política es quizá la única profesión para la cual se piensa que no se requiere preparación alguna".
En España, la carrera política es el mayor de los abusos y también la mejor de las opciones para vagos, mediocres y trepas. La recompensa es ocupar cargos dotados de buenos sueldos, brillo social, muchos privilegios y con opciones de recibir mucho dinero suplementario por las numerosas vías que conducen a la corrupción. Sin duda una opción más fácil, rentable y brillante que ser ingeniero, médico, catedrático o alto funcionario del Estado.
La política, en España, ha perdido toda su grandeza y su espíritu amateur, transformándose en un camino para el fácil triunfo de los más ambiciosos, mediocres y desaprensivos, a los que no les importa obedecer ciegamente al líder y renunciar a la libertad de pensar con tal de obtener puestos en el Estado bien pagados, adornados de bastante impunidad y fáciles de desempeñar.
Cocinados en la vida autoritaria y vertical de los partidos, donde no hay libre pensamiento ni debate abierto y donde, para sobrevivir y prosperar, hay que someterse a los dictados de la cúpula, los políticos españoles, desconocedores de una democracia que jamás practican, no se preparan para liderar una verdadera democracia sino para ejercer como pequeños dictadores.