AUTOR: Yolanda Scheuber
EDITORIAL: Nowtilus
ISBN: 978-84-976-3434-2PAG: 360
PRECIO: 19,95€
CONTRAPORTADA:
La extraordinaria vida de Olga comienza en la fastuosa Rusia de los últimos zares Romanov, cuando con tan solo 12 años su familia decide marcharse de su país, dejando atrás todo lo que tenían e incluso a una de sus hermanas. Empieza entonces un largo viaje, que los llevará a Inglaterra y Canadá, antes de llegar a la lejana y desconocida Argentina, donde la familia se separará definitivamente.
Ahí empezará Olga de nuevo, una nueva vida llena de dificultades a las que hará siempre frente. Se tendrá que sobreponer a nuevas separaciones y desgraciadas noticias, a dos guerras mundiales que le golpearán profundamente, pero también conocerá el amor y creará su propia familia, se reencontrará con personas que creía desaparecidas y trabajará sus propias tierras en la pampa argentina.
Una historia de amor y superación a lo largo de los años más complicados del siglo XX, la vida de Olga es un ejemplo de lucha ante las dificultades, por salir adelante y no bajar nunca la cabeza, para lograr mantenerse unido a aquellos a los que se quiere.
Cuando hace una semanas anunciaron en televisión que el primer temporal del otoño en Galicia coincidiría en Domingo, decidí aprovecharlo para leer de principio a fin (bueno haciendo una paradita por la cocina al mediodía). Me tocaba elegir nuevo libro y tenía varios en la parrilla de salida, perdón (en la estantería de salida). La mano se fue hacia este que llevaba más de un año en casa, así que me dispuse a disfrutar de la historia, lo que no imaginaba es que me lo fuera a terminar ese mismo día. Bien con eso ya os podéis hacer una idea de si me gustó o no.
Lo primero que tengo que decir es que esta es una historia real. Es la impresionante historia de la abuela de Yolanda Scheuber, la escritora de es maravilloso libro. Y no es de extrañar que quisiera dejar plasmada la historia de esta mujer porque es digna de leer y ha tenido que ser un orgullo para ella poder dejarla por escrito para toda su familia y todos los lectores que nos hemos animado a leerla.
Allá por el año 1980, una tarde de Enero, Yolanda paseaba con su abuela Olga, cuando ésta cogió un ramo de glicinias lilas y le dijo a su nieta que esas flores le traían reminiscencias de su madre y como quien no quiere la cosa Yolanda le invitó a que le fuera contando sus recuerdos y así durante cada domingo que pasó con ella a lo largo de varios meses Olga fue relatando su historia ante su nieta.
Aunque Olga nació en Rusia, su familia era descendiente de los primeros alemanes que llegaron al país alrededor del año 1762. Durante tres generaciones vivieron y trabajaron allí en paz, pero cuando las cosas comienzan a ponerse feas el padre de Olga toma la decisión de emigrar con toda su familia. Su intención es llegar a Canadá, un destino con el que llevaba soñando mucho tiempo. Gracias a la ayuda de un familiar consigue pagar los pasajes de todos y embarcarse rumbo a nuevas tierras. Pagar el importe de esos billetes suponía un gran esfuerzo, ya que eran nueve en total. Robert (el padre de Olga), su segunda esposa Brígida y siete hijos (tres del primer matrimonio con la madre de Olga y cuatro con Brígida). Si algo destacaba en la familia de Olga era su unión y cuando su padre les comunica que deberán marcharse de Rusia antes de que les consideren extranjeros en su propia tierra, todos lo aceptan. Todos menos una hija (Lidia), que por amor decide casarse en Zhitomir y quedarse allí con su esposo. Con el dolor de dejar una hija atrás, pero ilusionados con un nuevo porvenir, en diciembre de 1899, toda la familia pondrá rumbo a su nuevo destino, pero por desgracia no podrán entrar en Canadá debido a un problema de salud de uno de los miembros de la familia. Esta será la primera de las muchas trabas que encontrarán en su camino y que convertirá al padre de Olga en un nómada durante años, pero sobre todo nunca se darán por vencidos. Seguirán rumbo a América del Sur y llegarán a Argentina. Allí vivirán durante un par de años, hasta que de nuevo el padre de Olga decidé trasladarse a Brasil, sin embargo no lo hará toda la familia. Otra de las hermans de Olga (Julia), se ha enamorado y se ha casado en Argentina y su padre decide que ambas deben permaanecer juntas. Esta terrible decisión que Olga acatará, separará a la familia para siempre y a partir de este momento solo cuentan con el correo para saber unos de otros. Con el tiempo, como Olga reconocerá ante su nieta, esta decisión de su padre fue seguramente algo bueno para ella, solo que con doce años, no estaba preparada para que la abandonaran y esa sensación de "abandono" nunca logró desaparecer de su corazón.
Para no desvelar nada más (y creedme, aún hay mucho), sólo os diré que Olga establece su vida en Argentina, que lucha y trabaja por salir adelante siempre con su hermana Julia cerca, que formará su propia familia, mientras que sus padres y el resto de hermanos seguirán siendo nómadas, que retornarán a Europa y volverán a irse, aunque parece que la "maldición" de Robert es ir dejando en cada sitio una hija, que la Primera y Segunda Guerra Mundial, también afectará a parte de la familia y que a pesar de la distancia siempre sentirá que están unidos.
Si algo sobresale en esta novela, a parte de lo bien que está escrita, es la mágnífica recreación que hace la autora de cada uno de los escenarios por los que pasearemos. La sensación de unidad y amor en torno a todos los miembros de la familia. Quiero destacar sobre todo las descripciones del ambiente hogareño y familiar en Zhitomir, los paisajes, el paso de las estaciones y cómo trabajaban la tierra y preparaban los alimentos dependiendo de cada estación.
La tierra ya estaba preparada para tirar en ella las pequeñas simientes que en unas pocas semanas se transformarían en lechugas, romero, perejil, orégano y un montón de otras hierbas aromáticas que después desecaríamos y guardaríamos en frascos herméticos durante todo el invierno para las comidas que cocinaba mi madre. Lo mismo hacíamos con las peras, las manzanas, los duraznos, las ciruelas y los tomates. Cultivábamos aquellos que estaban en perfecto estado, luego los lavábamos y después de cortarlos en rodajas los colgábamos en cordeles a pleno sol. Cuando estaban deshidratados los envasábamos y los colocábamos en los estantes de la despensa. Las frutas que quedaban, las consumíamos frescas, en compotas o dulces. En la despensa siempre había docenas de frascos de mermeladas y jaleas de manazanas, ciruelas, peras, duraznos y tomates. Mi madre endulzaba con ellas los budines, masas o panes y cada desayuno era para nosostros una verdadera fiesta, pero estos se consumían en pequeñas cantidades, ya que el postre solo servía para endulzar la boca. En los días festivos solían servirnos dulces ácidos de frutas de la estación, rociados con nata fresca. Un verdadero manjar.También merece mención especial el pequeño viaje que hace Olga con su padre y su hermano Leo a San Petersburgo para comprar los pasajes hacia un nuevo mundo y donde la descripción de los palacios, su grandeza y el derroche en lujos en contraste con la miseria de las calles, deja a Olga absolutamente asombrada y emocionada. Guardará esos recuerdos para siempre, primero para contárselos a su familia y luego como un tesoro para el resto de su vida.
La novela me ha encantado. Me he emocionado esta historia, quizás porque sabía que era real. Me he puesto en el lugar de Olga en muchos momentos y no puedo más que admirar su capacidad de lucha y trabajo para adaptarse a una tierra que no era la suya, pero que sí logró hacer suya, aunque siempre llevara en el corazón su Rusia natal. Una mujer fuerte, orgullosa, trabajadora y juiciosa, a la que las dificultades no amilanaron en ningún momento.
Me ha gustado mucho este paseo por el final del siglo XIX y durante el siglo XX de la mano de una mujer luchadora en una historia donde sacrificios y alegrías se dan la mano. Donde se nos muestra las dificultades con las que se encontraban los inmigrantes al llegar a unas tierras desconocidas, donde algunos lograban resistir adaptándose al lugar y a los nativos que allí vivían, asentando las bases del país que es hoy a base de esfuerzo, y a veces de muchas penas, pero donde otros fracasaron.
Yolanda Scheuber
Me ha encantado la pluma de Yolanda Schueber que hace la novela muy visual en todo momento y no me cabe ni la más mínima duda de que su abuela estaría algo más que orgullosa de su nieta de haber podido leer sus memorias. Esta es una historia que gustará a cualquier lector de novela histórica, de narrativa, o al que le gusten las sagas familiares.Yolanda Scheuber es una apasionada de la literatura y la historia y es la autora de las novelas históricas: "Juana la Reina, loca de amor", "Isabel de Habsburgo: Reina de Dinamarca" y "Leonor de Habsburgo: Reina consorte de Portugal y de Francia". No es el tipo de libros que yo leo, pero todas ellas están magníficamente valoradas por los lectores. Podéis echarle un vistazo aquí.
Este es uno de esos libros a los que le voy a dar 5 gusanitos porque no tengo 6.
Fotografia:
autora: http://www.wook.pt/ficha/leonor-de-habsburgo/a/id/9592765