Revista Cultura y Ocio

El lector entregado

Publicado el 08 marzo 2010 por Anabel

De mi experiencia como escritora novata (que se prevé larga y desértica) extraigo alguna conclusión que me gustaría exponer, por si alguien le interesa.

Comenzar con una básica: la necesidad de contar con un Lector Entregado. Sí. Hasta que un señor editor llame a tu puerta, hinque la rodilla en el suelo declarando su amor por tu obra, al tiempo que desembolsa un adelanto (que te permita vivir una temporada), haciéndote sentir como una Cenicienta literaria, será esencial la figura del Lector Entregado. ¿Por qué lo pongo con mayúscula? Es lo menos que se merece quien se entrega a tu obra con un entusiasmo, en ocasiones, superior al tuyo.

Al Lector Entregado, le parece buena idea que los fines de semana te encierres en una habitación a escribir, mientras le toca continuar lidiando con la vida. No cree que madrugar para plantarse ante un monitor sea una pérdida de tiempo, o que, el hecho de llevar encima siempre una libreta y varios bolígrafos te convierta en un perturbado. No pone pegas cuando reincidas en ese vicio tan feo de la compra compulsiva de libros, o te inscribas en cursos de escritura. Se alegrará por los dos cuando alguna de tus creaciones se publique.

El Lector Entregado es la persona que , cada vez que fracases (porque no te rechazaron un escrito, no premiaron algún relato…o cualquier otra tontada que puedas asociar a tu hundimiento personal) te apuntalará. Será el primero en echar un ojo a tu obra. Y aunque en ciertos momentos tu carencia de autoestima (sí, estimado escritor, artista inseguro, que rozas la imbecilidad) te lleve a pensar que actúa sin criterio, deberás otorgarle toda tu confianza. No en vano, lee tus garabatos desde hace mucho tiempo. Así las cosas, salvo que el Lector sea millonario, poca ayuda más puede darte. Quien tenga alguien así en su vida, debe considerarse afortunado.

Desde aquí mi más sentido homenaje a todos los Lectores Entregados: maridos, mujeres, padres, madres, amigos, hijos… Al mío le mando un beso muy fuerte y una petición: acompáñame en la caminata.


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