Revista Cultura y Ocio

El legado, de Katherine Webb

Publicado el 14 diciembre 2012 por Goizeder Lamariano Martín

El legado, de Katherine Webb Título: El legado Autora: Katherine Webb Editorial: Lumen Año de publicación: 2011 Páginas: 481 ISBN: 9788426418814 Como muchos ya sabéis, descubrí a la escritora inglesa Katherine Webb en la presentación de su última novela, Una canción casi olvidada, un libro que me encantó. Gracias a la editorial Lumen tenía en casa no solo su último libro, sino también el anterior, El legado. Y después de lo mucho que me había gustado el estilo de la autora, tan solo se han colado cinco libros entre la lectura de sus dos novelas. No he podido aguantar más. Tenía muchísimas ganas de leer El legado. Una historia que ha cumplido con creces mis expectativas y que incluso las ha superado.  Comencé a leer El legado el lunes 26 de noviembre y lo terminé tres días después, el jueves 29 de noviembre. Si os digo que las casi 500 páginas de la novela me han durado tan poco tiempo en las manos, os podéis hacer una idea de lo mucho que me ha gustado esta historia. Incluso me atrevería a decir que más todavía que Una canción casi olvidada, algo que era muy difícil.
Las protagonistas de esta novela son Erica y Beth Calcott, dos hermanas londinenses que, tras la muerte de su abuela Meredith, Lady Calcott, se disponen a cumplir su última voluntad. Si quieren heredar la gran mansión familiar situada en un pequeño pueblo de la campiña inglesa deberán vivir en la casa, las dos juntas. Algo que a priori parece sencillo, si no fuera porque Erica y Beth, a pesar de ser hermanas, tienen muy pocas cosas en común. Erica es la pequeña. Siempre ha vivido a la sombra de su hermana mayor, acompañándola en sus travesuras para no quedarse atrás, al margen, sola, relegada. Pero eso era así cuando las dos eran unas niñas. Ahora Erica es profesora, está soltera, no tiene pareja, ni hijos, vive de alquiler, es independiente, solitaria, imprevisible, libre. Todo lo contrario que su hermana Beth. Aunque es la mayor, ahora es la más vulnerable, la más frágil, la más dependiente. Al borde de la anorexia, padece una depresión desde hace tiempo. Una depresión que le impide cuidar de sí misma, pero también de Eddie, su hijo de 11 años, y luchar por él ante Maxwell, su ex marido. Para intentar cumplir la voluntad de su abuela, pero sin tener nada claro, sin fechas, sin plazos, sin límites, sin un horizonte, sin un futuro, sin planes, Erica obliga a Beth a pasar las navidades en la vieja mansión familiar. Está convencida de que así ayudará a su hermana a superar la depresión, a sacarse esa espina, esa astilla que le atormenta, que le hace sufrir, que le impide vivir y ser feliz. Quiere ayudar a su hermana, aunque no sepa cómo. Durante las navidades las dos hermanas se reencuentran con Dinny, a quien llevan muchos años sin ver, desde que eran niños y los tres eran inseparables, a pesar de la prohibición de la abuela Meredith. Dinny siempre ha vivido en caravanas y carromatos, es nómada, no tiene casa ni trabajo fijo, es libre. Nadie sabe por qué, pero la abuela Meredith siempre odió con todas sus fuerzas a Dinny y a su familia. Y ningún Calcott podía hablar con ellos, ni siquiera mirarlos ni mucho menos estar con ellos. Era un odio visceral, intenso, que nadie comprendía. Ahora, años después, Erica quiere saber y Beth solo quiere olvidar. En la mansión familiar, rodeada de fotos, de objetos, de recuerdos, Erica poco a poco recordará el pasado e irá uniendo las piezas del puzzle que forma la historia de los Calcott. Una historia con un episodio que nadie quiere recordar, que todos prefieren olvidar. La desaparición de su primo Henry cuando era un niño de 11 años. Un niño que se comportaba como un adulto. Que no sabía divertirse, tan solo insultar, pegar, humillar a los demás, especialmente a Dinny y a su familia, pero también a sus primas Erica y Beth. Mientras intenta una y otra vez recordar qué pasó el día que desapareció Henry mientras él, Erica y Beth jugaban en el estanque del jardín, Erica preguntará a sus tías y a sus padres por sus antepasados, especialmente por su bisabuela Caroline, la madre de Meredith. El libro está formado por 16 capítulos en los que se van alternando el presente y el pasado. En los primeros, que suman 8 capítulos incluido el epílogo, conocemos a Erica, Beth, sus padres, Dinny, su familia, Eddie, Maxwell, etc. En los segundos, otros 8 capítulos que incluyen el prólogo, conocemos a Caroline y cómo fue su vida entre 1902 y 1911. Cuando la conocemos, en 1902, Caroline es una joven de 18 años que vive en Nueva York con su tía Bathilda, una mujer fuerte, temperamental, para quien los modales, la reputación y las apariencias son lo único importante. Pero Caroline decide dejar su acomodada y tranquila vida en la gran ciudad para casarse y seguir a su marido, Corin Massey, hasta el lejano Oeste, unas tierras inhóspitas, salvajes, solitarias, amenazadoras, desconocidas y, por supuesto, duras, hostiles y totalmente diferentes a lo que Caroline había conocido hasta ahora. Así, poco a poco, capítulo a capítulo, conoceremos a Caroline y cómo fue su vida en Oklahoma, al mismo tiempo que acompañamos a sus bisnietas Erica y Beth en el descubrimiento del pasado de su familia, de la verdadera historia, esa que nunca nadie les ha contado. Una historia lejana, desconocida, extraña y ajena, pero al mismo tiempo cercana, conocida, próxima y, cómo no, familiar. Una historia intensa, fascinante, que seduce y atrapa al lector desde la primera página hasta un final sorprendente, inesperado, imprevisible. Unos personajes muy bien construidos, con los que es imposible no sentirse identificado, odiarlos, como en el caso de Caroline, Bathilda, Meredith o incluso Beth en algunas ocasiones y, cómo no, cogerles muchísimo cariño, como a Corin, Erica, Dinny o Eddie. No quiero contarnos nada más de la trama, prefiero que seáis vosotros mismos los que os adentréis en esta atractiva historia en la que el pasado, las dudas, los misterios, los secretos, las mentiras, los miedos, los fantasmas nos recuerdan una y otra vez quiénes somos y, sobre todo, por qué somos así. Porque todos, nos guste o no, tenemos un pasado, unos orígenes, una familia que, queramos o no, nos deja su huella y su legado. Un legado del que, por más que lo intentemos una y otra vez, no podemos escapar ni huir porque forma parte de nosotros. 

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