Javier Biardeau
“Yo, si me preguntas, me juego el destino de la Revolución en la organización y movilización popular, en la unidad del pueblo, de la fuerza revolucionaria, en la unidad cívico-militar, en la conciencia de hacia dónde vamos, en la ideología. Las elecciones serán un evento más, pero no creo que ahí se determine el destino de la Revolución Bolivariana.” (Chávez en entrevista con José Vicente Rangel: De Yare a Miraflores; “Yo soy así”, 7/8/2011, p. 374)“(…) los adversarios, los enemigos del país no descasan ni descansarán en la intriga, en trata de dividir, y sobre todo aprovechando circunstancias como estas, pues. Entonces, ¿cuál es nuestra respuesta? Unidad, unidad y más unidad.” (Chávez; 8-12-2012)
1.- INTRODUCCIÓN:
Existe mucho ruido y mar de fondo en las condiciones preparatorias del evento electoral del 6-D-2015. Faltando 19 días para tal evento es posible que surjan nuevos acontecimientos en una situación política internacional y nacional fluida que trastoque algunas de las ideas aquí planteadas.
Los analistas latinoamericanos coinciden en destacar la contraofensiva que la derecha viene realizando en el continente, señalando los tópicos del agotamiento del “ciclo progresista” como de los riesgos políticos que actualmente transcurren en las situaciones de Brasil y en Argentina.
No es una exageración plantear que la derecha se viene frotando las manos, y el tema de la unidad nacional-popular de las fuerzas progresistas, de izquierda y revolucionarias reactiva los viejos debates programáticos, estratégicos y tácticos entre las mismas.
Para el caso venezolano, ese día el país pasará a convertirse de nuevo en el epicentro de la geopolítica latinoamericana e internacional. El caso venezolano no es un caso progresista más. Se trata nada más y nada menos que el país que encarnó la radicalización del discurso anticapitalista a comienzos del siglo XXI en todo el Continente a partir de lo que ahora se denomina el “legado político de Chávez”.
Sobre sus políticas efectivas, hay todo un desarrollo diferenciado y desigual que ha abierto importantes debates. El mensaje más potente de Chávez se refiere a recolocar en la narrativa ideológica y la agenda de la política la cuestión del anti-imperialismo, la justicia social y la lucha contra la exclusión, transformando el paisaje democrático liberal hegemónico con una apuesta aún truncada sobre la revolución democrática y la democracia revolucionaria.
De modo que no son las circunstancias, acciones y omisiones del Gobierno del Maduro lo que estará en juego, por más importantes que sean, sino que será mucho más. Estará en juego la viabilidad histórica misma del proceso bolivariano, ahora declinado por algunas voces en esquemas clasificatorios sobre las “tipologías de los chavismos”. Este último, tema explotado por la derecha que ha sabido posicionar en el imaginario que “Maduro no es Chávez”, mientras sectores críticos del campo bolivariano le reclaman a Maduro su inconsecuencia con la praxis política de Chávez. A su vez Maduro, ha calificado de ultraizquierdistas y traidores a quienes así lo cuestionan generando un clima de opinión que antagoniza con el llamado de Chávez en su última proclama el día 8 de diciembre de 2012:
“Si en algo debo insistir en este nuevo escenario, en esta nueva batalla, en este nuevo trance —diría un llanero por allá— bueno es en fortalecer la unidad nacional, la unidad de todas las fuerzas populares, la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, la unidad de toda la Fuerza Armada, mis queridos soldados, camaradas, compañeros; la unidad del Ejército, mi Ejército, mi amado Ejército. El Ejército, la Marina, m amada Marina. Digo porque los adversarios, los enemigos del país no descasan ni descansarán en la intriga, en trata de dividir, y sobre todo aprovechando circunstancias como estas, pues. Entonces, ¿cuál es nuestra respuesta? Unidad, unidad y más unidad. ¡Esa debe ser nuestra divisa! Mi amada Fuerza Aérea, mi amada Guardia Nacional, mí amada Milicia. ¡La unidad, la unidad, la unidad! El Partido Socialista Unido de Venezuela, los partidos aliados, el Gran Polo Patriótico, las corrientes populares revolucionarias, las corrientes nacionalistas. ¡Unidad, unidad, unidad! ¡Unidad! Decía Bolívar: “Unámonos o la anarquía nos devorará, sólo la unidad nos falta —dijo después, o antes había dicho— para completar la obra de nuestra regeneración…”. ([1])
En realidad no será el “chavismo burocrático” el actor-sujeto que podría perder o ser derrotado el 6-D, sino que podría ser derrotado en su centro de gravedad moral toda la base social de respaldo y movilización que se activó históricamente alrededor de la figura de Chávez. Es esa multitud popular, la que sentirá en cada fibra de su tejido la intensidad dramática de una derrota, peor aún que aquella con Chávez en el año 2007. Eso debe quedar claro: calibrar el impacto del peor escenario para el campo bolivariano de una derrota en las actuales circunstancias. Ya no sería una derrota táctica, simplemente. Podría ser incluso la derrota estratégica de un ciclo histórico del Proyecto Nacional Bolivariano.
Aunque todo dependería de lo que esa multitud popular haga con su responsabilidad ético-política ante la “carga del tiempo histórico”. De su responsabilidad ante el “legado político de Chávez”, y fundamentalmente su claro llamado a la unidad de las fuerzas sociales y políticas nacionales, populares y revolucionarias.
El 6-D será sin duda un evento cargado de alta tensión política. En primer lugar porque el gobierno venezolano sigue estando presionado por la “espada de Damocles” de las sanciones norteamericanas, junto a lo que algunos han llamado una suerte de Operación Tenaza” ([2]); y entre este conjunto de presiones diplomáticas no puede olvidarse aquella que plantea:
“Unos resultados creíbles de las elecciones podrían reducir las tensiones en Venezuela. Hemos instado a los socios regionales a alentar a Venezuela a aceptar una misión de observación electoral internacional sólida”. ([3])
¿Dijo usted “resultados electorales creíbles”? ¿Dijo usted “misión de observación internacional sólida”? No olvidemos estas costuras del discurso del gobierno norteamericano.
En efecto, el jefe de la diplomacia estadounidense John Kerry afirmó que las elecciones parlamentarias del próximo diciembre serán “la vara para medir qué tipo de democracia es” Venezuela ([4]).
Para agregar datos que muchas veces ni se considera como elementos del contexto, en la Worldwide Threat Assessment of the US Intelligence Community de Febrero de 2015, el Director de Inteligencia de los EE.UU; James Clapper había dicho “palabras más palabras menos” ([5]):
“Como la mayoría de los países exportadores de petróleo, Venezuela está experimentando las consecuencias económicas de las decisiones políticas y la caída de los precios mundiales del petróleo. El petróleo representa alrededor del 95 por ciento de los ingresos de exportación de Venezuela y el 45 por ciento de los ingresos públicos. Caracas se enfrentará a un entorno fiscal tenso en 2015 junto con el aumento de la inflación y la escasez de productos de primera necesidad. Las elecciones legislativas están programadas para producirse a finales de 2015; los votantes estarán preocupados por la seguridad pública, la economía y los derechos políticos. El Presidente Nicolás Maduro nombró una comisión presidencial para revisar el sistema de policía del país y recomendar reformas tras el asesinato de un diputado de alto perfil de la Asamblea Nacional y de una confrontación violenta del orden público en octubre de 2014, con un grupo radical, armado conocido como colectivo.”
Si usted analiza entrelineas estas fuentes de información no podría afirmar que “los arboles no dejan ver el bosque”. El bosque está muy claro en el cuadro de preocupaciones de altos funcionarios del gobierno norteamericano.
¿Qué significaran “resultados creíbles”, “vara para medir que tipo de democracia”, “enfrentarse a un entorno fiscal tenso, aumento de inflación y escasez de productos de primera necesidad” y finalmente unas breves entrelineas sobre atentados y violencia política?
Siga agregando las declaraciones del embajador de EE.UU en Guyana ([6]) en las que instó “a todas las partes a continuar respetando” el laudo arbitral de París de 1899 “mientras un órgano legal competente no decida otra cosa o ambas partes acuerden algo distinto”. Los EE.UU anuncian que desconocen el acuerdo de Ginebra de 1966. Venezuela considera que sus justos reclamos se fundamentan en tal acuerdo.
En consecuencia, y por si faltara poco, se agregó un cuadro de provocaciones sobre disputas históricas territoriales que en los últimos meses ha bajado su intensidad dado que favorecía los llamados del gobierno venezolano a favor de la unidad nacional.
Se van acumulando tensiones en lo que denominan algunos una “estrategia de amplio espectro”. Mientras trabajaba en el presente artículo apareció también como dato la declaración de John Kelly ([7]), quién en entrevista a CNN señaló su preocupación por el pueblo de Venezuela, que esta “sufriendo terriblemente”, la economía venezolana “está literalmente a punto de implosión, vemos una inflación de 200% este año, los productos básicos, los pañales, el papel higiénico, los alimentos, para decir lo menos es escaso o no existe”. Kelly hablo también de corrupción, de narcotráfico que utiliza a Venezuela como lugar de tránsito. Los temas que Kerry señaló son ahora parte de escándalos mediáticos con efectos aun incalculables en términos electorales.
Y de allí es conveniente detenerse en la solución-Kelly. Lo que “mantiene despierto a Kelly con relación a Venezuela”, a pesar de decir “que la solución está en las manos del Pueblo Venezolano”, fue su giro discursivo inesperado hacia un “Plan de intervención militar” (“Si necesitáramos planear algo”) ante una “crisis humanitaria” importante, un “colapso de la economía”, que “necesiten desesperadamente alimentos, agua y cosas como esas”.
Entonces, dijo Kelly, jefe del Comando Sur, podríamos reaccionar a eso a través de organizaciones como la ONU, la OEA, la FAO, para luego rematar diciendo que “casi no paso tiempo pensando en Venezuela”.
¿Se mantiene despierto, ora, planifica, habla de crisis humanitaria, y a la vez, “casi no pasa tiempo pensando en Venezuela”? Lo más importante de las declaraciones de Kelly son sus giros, sus entrelineas, el defectuoso encadenamiento de ideas ante exigencias diferenciadas de criterios diplomáticos, mediáticos y militares. Pero al buen entendedor, pocas palabras.
Y por si faltara poco, el “operador de facto” del Departamento de Estado ante Venezuela, esperando su ratificación como subsecretario de Estado para asuntos políticos durante la audiencia en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, señaló que no dudaría en implementar nuevas sanciones contra funcionarios venezolanos “si es necesario” ([8]). Para Shannon hay dos temas claves en las relaciones con Venezuela:
“Mucho de nuestra relación con Venezuela dependerá de lo que pase en las elecciones legislativas”, “Que las elecciones sean percibidas como libres y el conteo de votos como válido será una parte muy importante de cómo vamos a manejar el próximo paso de la relación”.
Y sobre las sanciones de EE.UU contra Venezuela señaló: La legislación “será una herramienta importante y la usaremos si es necesario”, en referencia a un proyecto de sanciones aprobado por las dos cámaras del Congreso y que el presidente Barack Obama aplicó en marzo contra siete funcionarios del gobierno venezolano por abusos de derechos humanos.
Para Shannon, el acercamiento inicial con las autoridades venezolanas fue con tres objetivos: a) obtener una fecha para las elecciones legislativas, b) persuadirlos para que permitan la observación electoral por parte de entes multilaterales, e c) interceder por Leopoldo López.
Mientras de la Reunión en Haití con Shannon se difundió la versión del “humo blanco”, y “se ha ganado tiempo” y se va “por buen camino” entre Venezuela y los EE.UU, los acontecimientos en pleno desarrollo muestran otra direccionalidad. Solo los ciegos pueden seguir auto-engañándose sobre la posición del Gobierno de EE.UU hacia el proceso bolivariano en Venezuela.
Finalmente no es posible pasar por debajo de la mesa la misiva enviada por el secretario de la OEA, Luís Almagro a Tibisay Lucena ([9]), presidenta del Consejo Nacional Electoral de Venezuela.
Tal carta contiene un conjunto de afirmaciones que combinan verdades, medias verdades, falsedades y una intencionalidad que pretenden autorizar una clara intervención en los asuntos internos del país. No olvidemos que para Chávez la OEA, como órgano influenciado por los EE.UU en un espacio de fijación de criterios sobre lo que los poderes facticos hemisféricos intentan legitimar como el verdadero canon democrático y defensa de los DD.HH para la región ([10]). No es la primera vez que órganos del Estado Venezolano y del proceso bolivariano tienen un encontronazo con el secretario de la OEA. Podría escribirse un libro sobre las relaciones de la OEA y el proceso bolivariano en clave analítica y crítica. Personalidades como por ejemplo, Roy Charderton podrían hacerlo con sumo rigor y detalle.
Pero más allá del contenido manifiesto de la carta, vale la pena acercarse a sus entrelineas y su contexto latente. Mientras el jefe del Comando Sur Kelly la mencionaba como órgano para autorizar un plan militar en una “crisis humanitaria” y mientras EE.UU exige una “misión de observación electoral sólida”, aparece la figura de Almagro sustanciando una suerte de expediente político contra la democracia venezolana.
Luego aparecen algunos hechos no menos preocupantes, el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López ([11]) denuncia una la incursión aérea de naves con capacidad de espionaje electrónico en el espacio aéreo venezolano, así como la posible aproximación del portaaviones George Washington al Mar Caribe.
En efecto el clima preelectoral tiene condimentos adicionales a una elección en tiempos políticos normales. Y por si fuera poco desde el propio campo bolivariano, a pesar que el proceso en voz de Chávez había sido calificado como una revolución democrática, constitucional, electoral y pacífica en términos generales, y que la revolución bolivariana parecía superar los viejos guiones de la izquierda revolucionaria de los años 60, definida en sus actitudes favorables hacia la lucha armada y de rechazo hacia la “institucionalidad burguesa”, reaparecen un conjunto de voces que desde la izquierda radical califican el proceso electoral de una “elección burguesa” abriendo el baúl de la legitimación de la “combinación de las diversas formas de lucha”. Un síntoma más del paralelogramo de fuerzas y líneas de alta tensión que se cruzan en la situación venezolana ([12]).
Y el reflejo de tal intensificación de la polarización política puede traducirse con facilidad en las siguientes expresiones del Presidente Nicolas Maduro en fechas recientes, en dos discursos, uno ante el CNE ([13]) y el siguiente en Fuerte Tiuna ([14]).
En el primer discurso el presidente Maduro anunció un Plan Anti-golpe de cara a las elecciones parlamentarias para “garantizar la seguridad y paz del pueblo venezolano”.
Tras firmar en la sede del Consejo Nacional Electoral (CNE) un compromiso de reconocimiento a los resultados electorales, aseveró que para frenar dichos actos el Poder Popular organizado deberá activar desde ya un Plan Anti-golpe que se realizará en unión cívico-militar:
“Así como tenemos un plan electoral para movilizar los votos, si nosotros sabemos de antemano que ellos no van a reconocer las elecciones, que ellos están buscando apoyo internacional, si sabemos que el plan de ellos es prender la candelita por aquí, la candelita por allá, ¿cuál debe ser nuestro plan?”.
“Que lo sepan los que deben saberlo, la Revolución Bolivariana se declara en emergencia con un Plan Anti-golpe, para garantizar la victoria del seis de diciembre”.
“Vayamos con la verdad, quedan cuarenta y un día para las elecciones, todo lo que hagamos tiene que ser perfecto, circuito por circuito, tiene que ser trabajado con la clave perfecta de la victoria. Tenemos que garantizar ganar la mayoría de los circuitos y ganar todos los estados del país, como sea”.
“Y lo digo porque la derecha no está haciendo campaña electoral para ganar unas elecciones, no. La derecha no quiso firmar el documento”.
¿Cuál fue el acuerdo no firmado por la oposición venezolana?
En tal acuerdo el CNE propuso ([15]):
“1.- Actuar en estricto cumplimiento de la Constitución, las leyes, las normativas electorales que rigen el proceso electoral.
2.-Reconocer los resultados emitidos por el Poder Electoral, única autoridad legítima y competente en la elección presidencial del 7 de octubre de 2012, los cuales son la expresión perfecta de la soberanía del pueblo venezolano, ejercido a través del sufragio.
3.-Competir y ofrecer nuestras mejores acciones y la de nuestros seguidores en un clima de respeto, paz y participación democrática para que durante la campaña electoral y la elección del 7 de octubre y los días posteriores a éstas, no se desconozca la voluntad del pueblo de Venezuela con hechos de violencia o de cualquier tipo que atenten contra el bienestar del país.”
La oposición venezolana en términos generales se negó a firmar tal acuerdo. Así mismo, otro dato que no debe perderse de vista es que la oposición no participó tampoco en el simulacro electoral organizado por el ente comicial el 18 de octubre.
En el discurso del presidente Maduro en Fuerte Tiuna, señaló que en el escenario “hipotético negado” de que la oposición llegara a ganar las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre “no entregaría la revolución” y pasaría a gobernar con el “pueblo” y en “unión cívico militar”:
“Si se diera ese escenario, negado y transmutado, Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política y nosotros defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa”.
El presidente indicó que bajo ese escenario gobernaría “con el pueblo, siempre con el pueblo y en unión cívico militar” y con la Constitución en la mano echará adelante “la independencia de Venezuela cueste lo que cueste, como sea”.
También señaló en tal discurso que “después de que se anuncie la victoria” convocará a un “diálogo nacional”. “Quien tenga oídos que entienda, el que tenga ojos que vea clara la historia, la revolución no va a ser entregada jamás, escuchen”.
De modo que si de polarización política se trata no hay mejor síntoma de la misma que la expresión del Presidente Maduro de ganar las elecciones del 6-D “como sea” para garantizar que triunfe la “paz” y porque “el futuro está en juego”. Al menos con tales expresiones queda muy claro, cuál es la apreciación de la situación por venir por parte del Presidente Maduro y la alta dirección política del PSUV. No parece entonces que estemos ante un clima pre-electoral convencional.
Luego de comprender muy superficialmente algunas amenazas externas e internas que enfrenta el proceso bolivariano, así como la propia posición del actor gobierno conviene señalar en segundo lugar, que tales declaraciones se hacen en un contexto en el que Venezuela enfrenta una severa recesión económica con consecuencias sociales y psicosociales negativas, cuyas causas y factores explicativos combinan dinámicas y rezagos estructurales, acciones de sabotaje económico y erráticas políticas económicas del propio gobierno bolivariano, que parecieran poner en riesgo su propio horizonte estratégico de construcción del “socialismo bolivariano y democrático del siglo XXI”.
El llamado “socialismo bolivariano, democrático y revolucionario” del siglo XXI ha quedado suspendido en un nubarrón de inconsistencias. Se ha instalado una suerte de bipolaridad frente al legado de Chávez: los dogmáticos creen que repetir literalmente la voz de Chávez, es el “chavismo auténtico”, independientemente de las circunstancias y condiciones; otros prefieren utilizarlo e instrumentalizarlo como dispositivo de legitimación revolucionaria en medio del desvanecimiento de su estrategia de transformación.
La pregunta que sigue sin respuesta es: ¿Cómo cree usted que Chávez hubiese actuado ante semejante coyuntura político-económica y electoral?
Así mismo, era previsible que luego del fallecimiento de Chávez, Venezuela enfrentara las amenazas de una contraofensiva de los actores políticos de derecha, internacionales, continentales y nacionales, quienes intentan lograr una suerte de estocada al proceso bolivariano. Se está desplegando de manera operativa una estrategia de reversión ([16]) (Roll-back) del llamado proyecto revolucionario bolivariano canalizando tales acciones en la dirección de una transición post-chavista. Ya eso se había montado encarando a Chávez desde una Oficina de Transición Política por parte del gobierno norteamericano.
Aunque Chávez derrotó temporalmente tal dispositivo, ahora el viento sopla a favor de tales esquemas de transición que afectan continentalmente a la marea rosa progresista. No se trata sólo de Venezuela, se trata de una escalada continental, en la que intervienen gobiernos, partidos políticos, carteles mediáticos y organizaciones de la sociedad civil, como Universidades y ONG´S.
No hay peor escenario que, una combinación cierta de graves amenazas internacionales, articuladas a debilidades internas en cada uno de los procesos progresistas latinoamericanos. Superar ambos escollos es parte de una agenda integral que aún no aparece y que suma el desconcierto al desencanto.
Para el caso Venezolano: ¿Dónde está la estrategia de recuperación y reunificación de fuerzas sociales y políticas de una alianza nacional popular bolivariana, tanto en el plano nacional e internacional?
¿Se supera el estancamiento, o peor aún, el reflujo, la perdida de respaldos o la intensidad de los apoyos?
¿A dónde fue a parar el antídoto que permite corregir y rectificar, el análisis y la reflexión crítica sobre diferentes ámbitos de la acción del gobierno y de su alianza política?
2.- ¿CÓMO SALIR DEL NUEVO LABERINTO?
Vale la pena entonces retornar a uno de los aspectos donde el proceso bolivariano ha mostrado importantes fortalezas, sin caer en una visión “electoralista”, con el ánimo de reencontrar alguna senda de recuperación y reunificación del bloque popular, democrático, revolucionario y bolivariano evocado por Chávez.
Olvidar aquí el legado de Chávez es precisamente la condición de posibilidad de la derrota en la batalla electoral. Olvidar aquí la primera variable de la ecuación del discurso de Chávez el 8 de diciembre de 2012: “Unidad”, es precisamente una parte de las inconsistencias de quienes con razones legítimas muestran sus críticas, minimizando lo que en otras tradiciones revolucionarias se denominaba el “enemigo principal”. El enemigo principal no es la crítica, sino el complaciente silencio.
Ciertamente no se trata de una unidad castradora, silente, conformista pero tampoco la temeridad de olvidar que el proceso bolivariano es algo más complejo que un conjunto sobre-determinado por “contradicciones secundarias” de alcance nacional o circunstancial. Quizás sigue siendo válido mirarse en el espejo trizado de la historia de las izquierdas fracturadas y dispersas en Venezuela y el Continente, por suponer que el ombligo de cada quien es el ombligo de todos. Las izquierdas divididas por sus historias de desencuentros son la peor condición de posibilidad para recuperar y reunificar fuerzas en los escenarios que se avecinan. Si hay un legado político de Chávez que deba reescribirse es la superación de todas las corrientes populares revolucionarias que llamaban a constituir una suerte de “micro-fracciones” enfrentadas entre sí.
La verdad histórica es que la dispersión en el campo de las izquierdas es la condición suficiente de la derrota táctica y estratégica. Chávez fue muy subestimado, pero no hay que subestimar la centralidad estratégica de la unidad, del liderazgo político integrador como llamado de Chávez hacia sus propios partidarios, aquello de lo que el viejo Maurice Duverger llamo la política como integración.
El Estado —y de una forma más general el poder político instituido en una sociedad— es siempre y en cualquier parte, a la vez el instrumento de dominación de ciertas clases sobre otras, utilizado por los primeros en su provecho y en perjuicio de los segundos, y un medio de asegurar un cierto orden social, una cierta integración de todos en la colectividad para el “bien común” o “interese general. La proporción de uno y otro elemento es muy variable, según las épocas, las circunstancias y los países; pero los dos coexisten siempre.
Este doble carácter de la política como conflicto-integración también se traduce en los estilos de liderazgo. En la historia, algunos liderazgos juegan a integrar una fuerza política consistente, otros a desintegrar las fuerzas existentes en función de construir su propio proyecto de integración o como se ha planteado más recientemente, de articulación hegemónica.
Frente al campo popular bolivariano Chávez mantuvo la tesis de la construcción de un bloque nacional popular y democrático. Y ese bloque debía conjugar la heterogeneidad y diversidad de identidades históricas del mundo nacional, popular y de izquierdas en el país. De modo, que Chávez invirtió parte de sus energías en la constitución no sólo de un partido revolucionario de masas aun incompleto y deformado que es el actual PSUV sino además en la estructuración de una alianza social y política más inclusiva que denominó GPP.
Una cosa son entonces, los errores y deformaciones en ambos espacios; otra es negar, rivalizar y antagonizar la existencia de tales espacios de construcción política. Esta segunda política, desde mi punto de vista, antagoniza al propio legado político de Chávez y no puede reclamarse como “identidad chavista” bajo ningún pretexto. Podría reivindicar su proyecto de izquierda, claro está, con toda la legitimidad conquistada, pero en sentido restringido esta fuera del dispositivo de afectos y enunciación que elaboró Chávez en su propia praxis política.
Así mismo, tampoco formaría parte de tal dispositivo de afectos y enunciación histórica la legitimación de una burocracia chavista consolidada como nueva clase política-económica, que llevaría los esfuerzos de Chávez en la constitución de un proyecto socialista bolivariano y democrático para el siglo XXI hacia la negación del poder popular organizado, el afianzamiento de una economía de acumulación de oligopolios capitalistas o hacia la conformación de una nueva fracción capitalista parasitaria basada en la acumulación fraudulenta o delictiva de capitales. Frente al legado de Chávez, habría que partir del establecimiento de los límites de las exclusiones básicas de su proyecto más allá de las expresiones genéricas de lo “anti-neoliberal” y lo “anti-capitalista”.
Una comprensión de la dinámica de sobre-determinación de las contradicciones antagónicas y no antagónicas podría ayudar en el horizonte de un nuevo pensamiento estratégico a comprender la situación de conjunto, más allá de la destitución del sujeto colectivo bolivariano en su unidad histórica. De allí que sea preciso retomar dos indicaciones muy sencillas para atravesar las cegueras que recientemente invaden al campo de izquierdas bolivarianas en el país:
a) una comprensión de la gobernabilidad y legitimidad que está condicionada por la interacción e interdependencia de los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar (CRBV. Art 326);
b) retomar las indicaciones de Gramsci en su texto: “Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas” ([17] ).
Para Gramsci era preciso en el estudio y análisis de las “situaciones”, en el establecimiento de los diversos grados de las relaciones de fuerzas, como “conjunto de cánones prácticos de investigación y de observaciones” para suscitar intuiciones y juicios políticos rigurosos y vigorosos”.
Allí surgía el marco de interpretación de lo que se debe entender en política por estrategia y por táctica, por “plan” estratégico, por propaganda y por agitación, por “orgánica”, o por ciencia de la organización y de la administración en política. Todo esto en la comprensión de las formaciones sociales como bloques históricos y sus ciclos de emergencia, dinámica, crisis y transformación.
Quien dude de la amplia utilización de las herramientas conceptuales de Gramsci en el discurso estratégico de Chávez puede pasar a revisar un sin número de discursos donde se mencionan términos como “bloque histórico” y “hegemonía”. Allí están las “Líneas estratégicas de acción política” del PSUV ([18]) por ejemplo o el mismo “Programa de la Patria” ([19]) presentado al CNE en el año 2012.
De manera extremadamente sintética (simplificadora y esquemática para fines de exposición), lo aportes de Gramsci indican que es preciso comprender “en primer lugar” las relaciones de fuerzas internacionales” (“habría que colocar las notas escritas acerca de lo que es una gran potencia, las agrupaciones de estados en sistemas hegemónicos y, por tanto, acerca del concepto de independencia y de soberanía por lo que hace a las potencias pequeñas y medias”).
Todo el mundo habla de la crisis venezolana, pero pocos establecen los eslabones de la misma con una situación internacional de relaciones entre nuestro país y su propia “situación de dependencia” no superada en 15 años de revolución bolivariana. Se han desarticulado y debilitado algunos vínculos de dependencia, pero se han anudado y fortalecido otros (por ejemplo la dependencia financiera con China).
Términos como anti-desarrollo, sub-desarrollo, capitalismo periférico, dependencia heterogeneidad estructural y neocolonialismo han sido desechados por inactuales sustituyéndolos por conceptos menos inclusivos como “extractivismo” y “rentismo”, alejados de cualquier consideración y análisis del modelo de acumulación capitalista del país. Sin embargo, superar el extractivismo o el rentismo a secas puede ser funcional a una propuesta de capitalización de la renta o de modernización capitalista “con diversificación productiva y equidad” tal como aparecen en numerosos documentos de la oposición y la derecha venezolana.
De hecho “sembrar el petróleo” fue un proyecto de la elite intelectual de una fracción de la burguesía venezolana durante los gobiernos de López Contreras y Medina Angarita. De allí, que el problema básico de los proponentes de la transición post-capitalista venezolana en contraste con la claridad ideológica de Adriani y Uslar Pietri, es que siguen sin decir cómo van a desarrollar efectivamente las fuerzas productivas potenciales del país en el marco de la actual situación internacional y cuál es carácter de la composición de clases de tal propuesta de “Desarrollo Integral de la Nación”. Y mientras menos trabajan en esta dirección y más se atornilla la recesión incluyendo el sabotaje económico, más atractiva se hace la propuesta de la derecha para sectores, grupos y clases que reivindican como agenda prioritaria un “plan de emergencia económica” para la crisis.
Al parecer, los voceros oficiales no quieren abordar el espinoso asunto del endeudamiento externo e interno del país, ni la fuga de capitales, ni el gigantesco subsidio en dólares a importaciones fraudulentas. Suponen que siendo fieles pagadores de la deuda o facilitando divisas al capital internacional obtendrán vías de acceso a préstamos en la banca internacional. No han caído en cuenta que están o frente a una transición post-capitalista planteada por Chávez o frente a un roll-back (reversión) de la estrategia radical de Chávez, que implicaría varios escenarios: a) una suerte de NEP a la Venezolana, b) el re-empaquetamiento del modelo de economía mixta o c) la entrega abierta a las reestructuraciones económicas de signo neoliberal. Suponer que pueden jugar en varios tableros simultáneamente es un grave error como aquel dicho popular de “asar varios conejos al mismo tiempo”.
Así mismo, frente a la restricción a mediano plazo del ingreso fiscal petrolero, existe la imposibilidad real de suponer que la renta da para “repartir a trocha y mocha”, y de manera siempre desigual, es decir, hacia arriba. Simplemente querer cuadrar presupuestos a pérdida, financiado con una irresponsable política monetaria, fiscal y cambiaria es un suicidio económico ante las expectativas de ingresos. Reiteramos, un gobierno debe enfrentar una recesión con medidas extraordinarias que gocen de legitimidad, coherencia y consistencia: un plan económico de emergencia o un plan de emergencia económica.
En segundo lugar, como señala Gramsci, sería preciso pasar a las relaciones objetivas sociales, o sea, al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior de los estados) y a las relaciones políticas inmediatas (es decir, potencialmente militares). Sería preciso cuando se habla de la contradicción entre el “Imperialismo” y la “Nación”, analizar conjuntamente las interacciones e interdependencias entre el plano nacional e internacional retomando aquella indicación sobre: el llamado “partido del extranjero”, aquel que representa la subordinación y sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hegemónicas. Cuando se habla del “partido de la derecha”, pocos parecen desentrañar los eslabones de estos operadores con una estructura internacional que pretende retornar a Venezuela en un enclave o protectorado neocolonial. Y lo peor es que tal proyecto encuentre legitimidad social bajo el pretexto: “si vamos a estar mejor económicamente con la oposición, votemos por la oposición”. Allí se juegan expectativas de campaña electoral que movilizan las fuerzas opositoras.
Por otra parte, hemos sido por mucho tiempo una sociedad mimada (recompensada con estímulos materiales y con la ideología IDUSA: ideología de la dependencia hacia EE.UU) mientras se movía por el carril de la “americanización”.
Una revolución cultural en contra de la norteamericanización de necesidades, demandas, aspiraciones y expectativas aparece como un despropósito para los funcionarios gubernamentales encargados en gestionar el aparato cultural a modo de la industria cultural masificada.
En el terreno de las mentalidades y del régimen ideológico de necesidades, el capitalismo sigue profundamente arraigado, profundamente metabolizado por estrategias de reproducción cultural en las cuales los propios promotores de las campañas electorales del proceso bolivariano han promovido la esquizofrenia política que permite a la vez, calificar a las elecciones de “burguesas” y abusar del “marketing electoral” de factura capitalista.
Allí están algunos de los impases más profundos de la “Revolución Bonita”, como el modelo de aspiraciones de consumo que fue vitalizado en tiempos de bonanza petrolera se contrapone a la retórica del “buen vivir”. La vieja tesis de la privación de expectativas cultivadas por el propio esfuerzo de gasto público y liquidez real ahora pasa factura y pone en evidencia las desproporción de “sacrificios” entre los que están abajo y los funcionarios del Estado, contratistas y allegados que la oposición le ha endosado el rotulo de “enchufados”. Esa es una base clásica de sentimientos de injusticia y de indignación contra los “poderosos”.
Mientras Chávez intento una rebelión contra el Capital, la misma encalló en la lógica de la “revolución de aspiraciones”. Más allá de quedarse en la denuncia retórica del “Lacayismo”, sería preciso analizar cómo las relaciones internacionales, incluso en el plano cultural, tienen que ver con las relaciones entre espacios estatales, con sus expresiones técnico-militares, con la posición geográfica de un estado nacional y su patrimonio de “recursos”, el modo en que las relaciones internacionales reaccionan pasiva y activamente sobre las relaciones políticas y la hegemonía entre los partidos, pues “cuanto más subordinada está la vida económica inmediata de una nación a las relaciones internacionales, tanto más representa un partido esa situación y la aprovecha para impedir la llegada de los partidos adversarios al poder”.
Para aquellos que enfatizan unilateralmente los momentos objetivos o subjetivos de un proceso histórico, más aún en una fase de transición revolucionaria, el texto de Gramsci permite colocar el balance de las relaciones entre “estructuras y superestructuras” donde:
1) ninguna sociedad se plantea tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes, o no estén, al menos, en vías de aparición o desarrollo;
2) ninguna sociedad se disuelve ni puede ser sustituida si primero no ha desarrollado todas las formas de vida implícitas en sus relaciones, esto es, “(…) antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas para las cuales es aún suficiente y nuevas y más altas relaciones de producción hayan ocupado su lugar, ni antes de que las condiciones materiales de existencia de estas últimas hayan germinado en el seno mismo de la vieja sociedad. Por eso la humanidad se plantea siempre y sólo las tareas que puede resolver; si se observan las cosas atentamente, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino donde las condiciones materiales de su solución existen ya o se encuentran al menos en proceso de formación”. (Marx, Introducción a la Crítica de la Economía política).
A algunas tendencias esto le parecerá una interpretación mecánica y fatalista del proceso de transición, y buscarán aquel texto de Gramsci: “La revolución contra el Capital” donde plantea:
“La revolución de los bolcheviques se compone más de ideologías que de hechos. (Por eso, en el fondo, nos importa poco saber más de cuanto ya sabemos). Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueses más que el de los proletarios. Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado.” ([20])
Ambos textos de Gramsci sitúan el espinoso problema de la transición como a) agotamiento por saturación del despliegue de las capacidades productivas del capital, al chocar con relaciones sociales que permitirían liberar las trabas a tales fuerzas productivas, b) como despliegue de nuevas relaciones sociales de producción en condiciones de subdesarrollo, sobre las cuales una combinación de estímulos morales (predominantes) y estímulos materiales permitirían iniciar un tránsito post-capitalista, sorteando incluso los cánones históricos del materialismo histórico acerca de las condiciones históricas objetivas.
De modo que como aparece en este aparente dilema, la ciencia y el arte de la política de la transición post-capitalista debe colocar en un balance nunca predeterminado los momentos objetivos y subjetivos de la dinámica histórico-social:
“No obstante hay una ineluctabilidad incluso en estos acontecimientos y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan el pensamiento inmanente, vivificador. No son marxistas, eso es todo; no han compilado en las obras del Maestro una doctrina exterior de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles. Viven el pensamiento marxista, lo que no muere nunca, la continuación del pensamiento idealista italiano y alemán, contaminado en Marx de incrustaciones positivistas y naturalistas. Y este pensamiento sitúa siempre como máximo factor de historia no los hecho económicos, en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se acercan unos a otros, que se entienden entre sí, que desarrollan a través de estos contactos (civilidad) una voluntad social, colectiva, y comprenden los hechos económicos, los juzgan y los condicionan a su voluntad, hasta que esta deviene el motor de la economía, plasmadora de la realidad objetiva, que vive, se mueve y adquiere carácter de material telúrico en ebullición, canalizable allí donde a la voluntad place, como a ella place.”
¿Determinismo económico, voluntarismo político-moral?
¿Cuántos de estos debates implícitos no están en ebullición ante el dramático cuadro en el que se encuentra el proceso bolivariano?
¿No hay quienes acaso están resucitando diversas escuelas de las “vías al desarrollo” remontándose incluso al proteccionismo del Alemán List ([21]), hasta llegar a la necesidad de una teoría del desarrollo al modo del surcoreano Ha Joon Chang ([22])?
¿No tenemos nuestros propios versionadores de las “cuatro modernizaciones” de Deng Xioao Ping ([23])?
¿O nuestros propios versionadores de Lenin, Mao y el Che en materia de transición al socialismo?
Incluso, se escuchan voces que reactivan las tesis de la “Tercera vía” ([24]), la necesidad de una suerte de NEP ([25]) y hasta quienes revisitan las teorías de los años 20 sobre la “acumulación socialista originaria” ([26]).
Otros más pragmáticos se inclinan por imitar algunos gestos macroeconómicos del progresismo latinoamericano ([27]) o del neo-estructuralismo cepalino ([28]).
Este es el mínimo cuadro de estancamiento ideológico que se corresponde con la crisis económica del modelo bolivariano.
Por otro lado, la oposición oscila entre un “neoliberalismo disfrazado” en la mayor parte de las voces de sus asesores o un keynesianismo remozado de algunas voces minoritarias. Así el cuadro de elecciones estratégicas se complica hasta tal punto que se reaviva lentamente el debate sobre el subdesarrollo, la dependencia periférica y el rentismo venezolano en el marco de una severa crisis del modelo de acumulación (y des-acumulación vía “fuga de capitales”) del país.
Es pertinente leer con atención los argumentos de Bernardo García en su texto “Enigma del fracaso de Maduro” ([29]) para comprender las contradicciones económicas que envuelven las decisiones de los actores gubernamentales en el país.
Mientras Chávez logró éxitos importantes en la distribución y redistribución del excedente petrolero: ¿Qué ocurrió con el modelo de crecimiento, diversificación y acumulación económica?
El sentido común mediático de derechas martilla el imaginario-fuerza: “se redistribuyó la pobreza”, “se socializó la miseria”.
¿Dijo usted transición al socialismo en condiciones de retraso de la productividad económica, raquítica industrialización (ensamblaje descalificado), nuevo auge de la economía de puertos, reorientación de la dependencia financiera, auge de los sectores especulativos y de “intermediación financiera”?
¿De qué estamos hablando entonces cuando se habla de transición post-capitalista?
Hay un verdadero drama ante el vacío de estrategia político-económica para:
a) el saneamiento macro-económico ante los severos desajustes, y
b) para la transición post-capitalista
Como indicó Gramsci en el texto citado:
“¿Por qué debía esperar ese pueblo que la historia de Inglaterra se renueve en Rusia, que en Rusia se forme una burguesía, que se suscite la lucha de clases para que nazca la conciencia de clase y sobrevenga finalmente la catástrofe del mundo capitalista? El pueblo ruso ha recorrido estas magníficas experiencias con el pensamiento, aunque se trate del pensamiento de una minoría. Ha superado estas experiencias. Se sirve de ellas para afirmarse, como se servirá de las experiencias capitalistas occidentales para colocarse, en breve tiempo, al nivel de producción del mundo occidental. América del Norte está en un sentido capitalista, más adelantado que Inglaterra, porque en América del Norte los anglosajones han comenzado de golpe a partir del estadio a que Inglaterra había llegado tras una larga evolución. El proletariado ruso, educado en sentido socialista, empezará su historia desde el estadio máximo de producción a que ha llegado la Inglaterra de hoy, porque teniendo que empezar, lo hará a partir de la perfección alcanzada ya por otros y de esa perfección recibirá el impulso para alcanzar la madurez económica que según Marx es condición del colectivismo. Los revolucionarios crearán ellos mismos las condiciones necesarias para la realización completa y plena de su ideal. Las crearán en menos tiempo del que habría empleado el capitalismo.”
Gramsci avizoraba un cuadro de transición marcado por cierto dramatismo que debe ser retenido para establecer algunas analogías históricas:
“Las críticas que los socialistas han hecho y harán al sistema burgués, para evidenciar las imperfecciones, el dispendio de riquezas, servirán a los revolucionarios para hacerlo mejor, para evitar esos dispendios, para no caer en aquellas deficiencias. Será, en principio, el colectivismo de la miseria, del sufrimiento. Pero las mismas condiciones de miseria y sufrimiento serían heredadas por un régimen burgués. El capitalismo no podría hacer jamás súbitamente más de lo que podrá hacer el colectivismo. Hoy haría mucho menos, porque tendría súbitamente en contra a un proletariado descontento, frenético, incapaz de soportar durante más años los dolores y las amarguras que le malestar económico acarrea. Incluso desde un punto de vista absoluto, humano, el socialismo inmediato tiene en Rusia su justificación. Los sufrimientos que vendrán tras la paz sólo serán soportables si los proletarios sienten que de su voluntad y tenacidad en el trabajo depende suprimirlos en el más breve plazo posible.”
Como vemos, Gramsci no llego a conocer el auge de lo que a la postre se llamara “revolución keynesiana”, la gestión de la demanda y la posibilidad de reorganizar el ciclo de acumulación capitalista intentando sortear con la intervención del Estado la crisis del capitalismo liberal clásico.
Lo que ofrece el discurso del capitalismo de organización del consumo de masas no es miseria creciente sino un “modelo de aspiraciones y expectativas”: acceso al consumo, bienestar material, empleo.
Y es sobre este guion que se ha montado el modelo económico del “progresismo latinoamericano”. Ante esta narrativa, cualquier llamado a la colectivización de la miseria soportada con un estoicismo moral luce como una regresión histórica. Y peor aún, un llamado a tal estoicismo moral a los de abajo con el “hedonismo moral” de los de arriba es un contrasentido apalancado de hiper-cinismo.
Para Gramsci, ese “socialismo inmediato” construido en medio de una severa crisis militar y económica supone reconocer el colectivismo de la miseria, del sufrimiento, y para superarlo y soportarlo se hace inevitable que los proletarios sientan que de su voluntad y tenacidad en el trabajo depende suprimirlos en el más breve plazo posible.
En palabras llanas, para Gramsci sin una ética de regeneración del trabajo productivo y del consumo adecuado (ya sea en condiciones de un vocabulario moral capitalista o de un vocabulario moral socialista) será posible enfrentar el dilema de regenerar toda una “estructura económica social”.
¿Cuáles son entonces los vocabularios morales que actualmente se disputan la hegemonía en la dirección político-económica del país?
¿No es acaso en este contexto donde deben analizarse las conversaciones entre Hausmann-Mendoza, las opiniones de Francisco Rodríguez, las tesis de Víctor Álvarez, las olvidadas cartas de Temir Porras o de Giordani?
¿Cuál es el vocabulario moral de la política económica del equipo de Nicolas Maduro?
Todo esto lo referimos a propósito de no perder de vista que las elecciones del próximo 6-D no operan en un vacío de contexto socio-económico. Ya está claro que una sociedad toda está en una auténtica encrucijada histórico-existencial.
En el 6-D los movimientos históricos-orgánicos de la sociedad se combinan con los movimientos episódicos-inorgánicos, lo importante se ha entretejido con lo urgente.
La coyuntura podría tener un gran alcance histórico, no afectará exclusivamente una crítica política menuda, que solo afectaría a pequeños grupos dirigentes y a las personalidades inmediatamente responsables del poder.
No, en el 6-D se juega una crítica histórico-social que afecta a las grandes agrupaciones, a un bloque histórico en gestación, a proyectos confrontados, más allá de las personas inmediatamente responsables y más allá del personal dirigente. Se están alineando y organizando las fuerzas antagónicas a través de una serie de polémicas económicas, ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., alterando la disposición preexistente de las fuerzas sociales.
Se trata de un momento tan crucial que como señala Gramsci “(…) los propios deseos y las propias pasiones inferiores son la causa del error, porque sustituyen el análisis objetivo e imparcial, y eso ocurre no como “medio” consciente para estimular la acción, sino como autoengaño. También en este caso muerde la víbora al charlatán; es decir, el demagogo es la primera víctima de su demagogia.”
No es tiempo para que las víboras muerdan de manera tan burda a los charlatanes, a los que minimizan los riesgos de la situación.
Los demagogos deben retirarse de la escena política a riesgo de no evitar graves catástrofes.
No se trata de reducir el 6-D al juicio superficial de un electoralismo episódico, al simple cambio de una correlación electoral. Los que se quedan solo en el murmullo de las relaciones de fuerzas electorales olvidan que en la “relación de fuerzas” hay que distinguir, por de pronto varios momentos o grados, que son fundamentalmente de acuerdo a la interpretación de Gramsci:
1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligada a las estructuras sedimentadas por la historia, a condiciones históricas objetivas, independientes de los deseos y caprichos de los hombres, que no pueden modificarse totalmente por simple voluntad circunstancial y que pueden medirse análogamente a las “ciencias exactas”: las estadísticas económicas y sociales.
Sobre la base del desarrollo histórico de las fuerzas materiales de producción se tienen los agregados sociales, cada uno de las cuales representan una función y ocupa un lugar dado en la producción, distribución y consumo, dando paso a “situaciones de clases fundamentales”, la composición de sectores grupos y clases.
Esta relación de fuerzas histórico-estructurales permite estudiar si en una sociedad existen las condiciones necesarias y suficientes para una transformación, es decir, permite controlar el grado de realismo y de operatividad de las diversas ideologías nacidas en el terreno de los conflictos y contradicciones que la división social del trabajo ha engendrado durante su desarrollo histórico.
2) Un segundo momento ulterior es la relación de las fuerzas político-ideológicas, esto es: la mudanza de la caracterización del lugar que ocupan los agregados sociales en las funciones de producción, distribución y consumo a la estimación del grado de la homogeneidad, de auto-conciencia concebida como fortalecimiento de su identidad: auto-imagen y auto-eficacia) así como de los grados de organización alcanzados por los varios grupos sociales, tanto en sus dimensiones económico-corporativas (intereses inmediatos) como en sus dimensiones políticas (intereses políticos y proyectos históricos).
Se trata de varios grados que corresponden a diversos momentos de la conciencia política colectiva. El más elemental es el económico-corporativo, la unidad del grupo profesional, pero todavía no la del grupo social más amplio.
Un segundo momento es aquel en el cual se conquista la conciencia de la solidaridad de intereses de todos los miembros del grupo social, pero todavía en el terreno meramente económico-reivindicativo. Ya en este segundo momento se plantea la cuestión del Estado, pero sólo en el sentido de aspirar a conseguir una igualdad formal de tipo jurídico político con los grupos dominantes, pues lo que se reivindica es el derecho a participar en la legislación y en la administración, y acaso modificarla y reformarla, pero en los marcos fundamentales existentes (reformismo económico-jurídico).
Un tercer momento es aquel en el cual se llega a la conciencia de que los mismos intereses corporativos propios, en su desarrollo actual y futuro, superan el ambiente corporativo, de grupo, meramente gremial, sindical o económico, y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados.
En efecto, en este tercer momento se invoca un principio general de legitimación. Es el terreno de la política como coerción (conflicto) y consentimiento (hegemonía- articulación-integración de las voluntades colectivas operantes).
Esta es la fase más estrictamente política-universal, la cual indica el paso claro de la estructura económico-social a la esfera de las superestructuras complejas. Es este tercer momento las ideologías (concepción del mundo + normas de conductas practicas) expresadas espontáneamente como “sentido común”, donde se hacen “Partido político”, aparecen con determinados proyectos y programas, chocan y entran en lucha, hasta que un principio de articulación y combinación de valores, creencias, intereses e ideas, tiende a ser hegemónico, a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando además de la unidad de los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral (reforma intelectual y moral para Gramsci), planteando todas las cuestiones en torno a las cuales “hierve la lucha” en un plano de los “intereses generales”, de lo “universal”, construyendo así un sistema hegemónico (la influencia intelectual, moral y política) de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados.
Cabe decir adicionalmente, que la influencia intelectual y moral, su capacidad de atracción y persuasión, tiene muy poco que ver con la imposición o el acuerdo forzado.
El Estado se concibe entonces como aparato u organismo propio de un grupo social expansivo, destinado a crear las condiciones favorables a la máxima articulación de los intereses y demandas de ese grupo frente a otros grupos; pero ese desarrollo y expansión se conciben como la fuerza motora de una expansión universal (principio de legitimación de un sistema hegemónico), de un desarrollo de todas las energías y afectos “nacionales”; es decir, el grupo dominante se coordina concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados, y la vida estatal se concibe como un continuo formarse y superarse de equilibrios inestables (dentro del ámbito de la ley) entre las demandas e intereses del grupo fundamental, ante los grupos aliados y subordinados, equilibrios en los cuales los intereses del grupo dominante prevalecen.
Es aquí donde aparece en Gramsci la concepción del Estado como coerción revestida de hegemonía, de “violencia legítima” y no sólo de “violencia legal”.
En la historia real esos momentos (infraestructura + superestructura) se implican recíprocamente, horizontal y verticalmente, por así decirlo, o sea, según las actividades económico-sociales (horizontales) y según los territorios (verticales), combinándose y escindiéndose por modos varios; cada una de esas combinaciones puede representarse en una propia expresión organizada económica y política, un bloque histórico.
Pero aun así, hay que tener en cuenta que con esas relaciones internas de un Estado-nación se entrelazan las relaciones internacionales, creando nuevas combinaciones originales e históricamente concretas. Para Gramsci, una ideología nacida en un país se difunde en otros países gravitando en el juego local de combinaciones. Esta relación entre fuerzas internacionales y fuerzas nacionales se complica todavía más por la existencia, dentro de cada estado, de numerosas secciones territoriales de variada estructura y diversas relaciones de fuerza de todos los grados.
3) El tercer momento es el de la relación de las fuerzas militares que es el inmediatamente decisivo a la hora de evaluar el balance de empleo de la violencia legal y legítima en una situación. En él se pueden distinguir dos grados: el militar en sentido estricto, o técnico militar, y el grado que puede llamarse político-militar.
En el desarrollo de la historia esos dos grados se han presentado con una gran variedad de combinaciones. Un ejemplo típico, que puede servir como paradigma-límite, es el de la relación de opresión militar de un Estado sobre una Nación que esté intentando conseguir su independencia estatal. La relación no es puramente militar, sino político-militar, y efectivamente, un tipo de opresión así sería inexplicable sin el estado de disgregación social del pueblo oprimido y sin la pasividad de su mayoría; por tanto, no podrá conseguirse la independencia con fuerzas puramente militares, sino que harán falta, tanto fuerzas militares como político militares.
Gramsci dice que si la Nación oprimida tuviera que esperar, para empezar la lucha por la independencia, a que el estado hegemónico le permitiera organizarse su propio ejército en el sentido estricto y técnico de la palabra, podría echarse a dormir (puede ocurrir que la reivindicación de contar con un propio ejército sea admitida por la nación hegemónica, pero eso significará que una gran parte de la lucha habrá sido ya combatida y ganada en el terreno político-militar).
Para Gramsci, la nación oprimida opondrá, por tanto, inicialmente a la fuerza militar hegemónica una fuerza sólo “político-militar”, esto es, le opondrá una forma de acción política que tenga la virtud de determinar reflejos de carácter militar, en el sentido: 1) de que tenga eficacia suficiente para disgregar íntimamente la eficacia bélica de la nación hegemónica, y 2) que obliguen a la fuerza militar hegemónica a diluirse y dispersarse por un gran territorio, anulando así su eficacia bélica.
Finalmente, cabe recordar otra cuestión relacionada con las anteriores:
¿Las crisis históricas están determinadas inmediatamente por las crisis económicas?
Para Gramsci, la respuesta a esta cuestión indica que las crisis económicas inmediatas no producen por sí mismas acontecimientos fundamentales; sino que crean un terreno favorable para la difusión de ciertos modos de pensar, de plantear y de resolver las cuestiones que afectan a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Gramsci advierte que todas las afirmaciones relativas a los períodos de crisis o de prosperidad pueden provocar juicios unilaterales:
“En su compendio de historia de la revolución francesa, Mathiez, oponiéndose a la historia vulgar tradicional que “descubre” apriorísticamente una crisis en coincidencia con las grandes rupturas del equilibrio social, afirma que hacia 1879 la situación económica era más bien buena en lo inmediato, por lo cual no se puede decir que la catástrofe del Estado absoluto se haya debido a una crisis de pauperización. Hay que observar que el estado estaba sometido a una crisis financiera mortal, por lo que se planteaba la cuestión de cuál de los tres órdenes sociales privilegiados iba a tener que soportar los sacrificios y los pesos inevitables para poner de nuevo a flote las haciendas estatal y real. Además aunque la posición económica de la burguesía era sin duda floreciente, no ocurría, por supuesto, lo mismo por lo que hace a la situación de las clases populares de la ciudad y del campo, las últimas de las cuales estaban atormentadas por una miseria endémica. En cualquier caso, la ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurrió por causas mecánicas inmediatas de pauperización del grupo social que estaba interesado en romper el equilibrio y que de hecho lo rompió, sino que ocurrió en el marco de conflictos superiores al mundo económico inmediato, relacionados con el “prestigio” de clase (intereses económicos futuros) y con una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La particular cuestión del malestar o bienestar económico como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial del problema de la correlación de fuerzas en sus varios grados. Pueden producirse novedades ya porque una situación de bienestar quede amenazada por el rudo egoísmo de un grupo adversario, ya porque el malestar se haya hecho intolerable y no se vea en la vieja sociedad ninguna fuerza capaz de mitigarlo y de restablecer una normalidad con medios legales. Por tanto, se puede decir que todos esos elementos son manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerza, en cuyo terreno se produce el paso de esas correlaciones sociales a correlaciones política de fuerza, para culminar en las correlaciones militares decisivas.”
Descartada una visión mecánica entre crisis económica y crisis política en el texto de Gramsci, cabe reconocer que todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas, cobra significación si sirven para justificar una actividad práctica, una iniciativa de la voluntad.
Los análisis muestran cuáles son los puntos de menor resistencia, a los que pueden aplicarse con más fruto las fuerzas de la voluntad, sugieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede plantear mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será mejor comprendido por las multitudes, etc.
El elemento decisivo de toda situación es la fuerza permanentemente organizada y predispuesta desde mucho tiempo antes, la cual puede ser lanzada hacia delante cuando se juzga que una situación es favorable ( y será favorable sólo en la medida en que exista una fuerza así, y esté llena de ardor combativo); por eso la tarea esencial consiste en asegurar sistemática y pacientemente la conformación, desarrollo y homogeneización para hacer cada vez más compacta y consciente de sí misma a esa fuerza.
Este hecho se comprueba en la historia militar y en la atención con la cual se ha preparado siempre a los ejércitos para empezar una guerra en cualquier momento. Así mismo, los grandes estados han sido grandes precisamente, porque estaban en cualquier momento preparados para intervenir eficazmente en las coyunturas favorables.
No cabe duda, que los aportes de Gramsci son una valiosa guía para ir más allá del simple electoralismo e internarse en el complejo asunto de las relaciones entre las relaciones de fuerzas y los flujos y reflujos de los procesos de acumulación y movilización de recursos de poder, incluyendo en estos las llamadas movilizaciones multisectoriales y la consolidación de espacios territoriales de poder.
De modo que cabe finalizar interrogándonos sobre la situación organizativa de las fuerzas que se disputan el terreno no sólo electoral, sino de las correlaciones de fuerzas en su conjunto, ante la medición de fuerzas electorales del 6-D.
En próximas entregas analizaremos en detalle el legado electoral de Hugo Chávez, la geografía electoral de las fuerzas bolivarianas y los retos que enfrentan en el año 2015 para evitar el peor escenario del 6-D: una derrota tanto en el plano de los 87 circuitos nominales, el voto-lista en 24 estados y 3 circunscripciones indígenas así como una correlación electoral desfavorable en el voto nacional, en medio de las amenazas ciertas a la continuidad del proyecto bolivariano.
NOTAS
[1] http://www.psuv.org.ve/temas/noticias/transcripcion-completa-palabras-presidente-chavez-su-ultima-cadena-nacional-081212/#.Vkm7XdIvfIU
[2] http://www.ultimasnoticias.com.ve/noticias/actualidad/politica/jose-vicente-rangel-hay-una-operacion-tenaza-contr.aspx
[3] http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/150317/eeuu-resultados-electorales-creibles-reducirian-tensiones-en-venezuela
[4] http://www.noticierodigital.com/2015/10/john-kerry-las-elecciones-parlamentarias-seran-la-vara-para-medir-que-tipo-de-democracia-es-venezuela/
[5] http://www.dni.gov/files/documents/Unclassified_2015_ATA_SFR_-_SASC_FINAL.pdf
[6] http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/151006/venezuela-rechaza-intromision-de-eeuu-en-conflicto-con-guyana
[7] https://www.youtube.com/watch?v=qfUIUpa9FBQ
[8] http://www.efe.com/efe/america/portada/ee-uu-esta-dispuesto-a-ampliar-las-sanciones-venezuela-si-es-necesario/20000064-2750601
[9] http://sumarium.com/la-carta-integra-de-almagro/
[10] https://www.youtube.com/watch?v=o-eejcy1Ifw
[11] http://contrapunto.com/noticia/padrino-lopez-denuncia-incursion-de-avion-estadounidense-en-espacio-aereo-venezolano-46827/; http://www.correodelorinoco.gob.ve/nacionales/presidente-anuncia-que-venezuela-denunciara-incursion-aerea-estados-unidos-ante-organismos-internacionales/
[12] Las elecciones perdieron sentido. Toby Valderrama y Antonio Aponte http://www.aporrea.org/ideologia/a216130.html ; ¡Oh, carta de Almagro! Néstor Francia http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205621&titular=%A1oh-carta-de-almagro!-
[13] http://americaxxi.com.ve/la-revolucion-bolivariana-se-declara-en-emergencia-anuncio-presidente-maduro/
[14] http://elperiodicovenezolano.com/maduro-asegura-que-gobernara-en-union-civico-militar-si-la-oposicion-gana-el-6d/
[15] http://www.eleccionesvenezuela.com/noticia-cne-propone-acuerdo-respetar-resultados-electorales-154.html
[16] Dossier sobre la Estrategia “Rollback” y su empleo en la coyuntura. Carlos Lanz Rodríguez http://www.aporrea.org/actualidad/a208317.html
[17] Análisis de las situaciones. Relaciones de fuerzas. Antonio Gramsci; Nueva Antropología 1980, IV (16). En: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=15901602
[18] http://www.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2011/01/LINEAS-ESTRATEGICAS-PSUV1.pdf
[19] http://blog.chavez.org.ve/Programa-Patria-2013-2019.pdf
[20] https://www.marxists.org/espanol/gramsci/nov1917.htm
[21] https://es.wikipedia.org/wiki/Friedrich_List
[22] https://es.wikipedia.org/wiki/Ha-Joon_Chang
[23] https://es.wikipedia.org/wiki/Cuatro_Modernizaciones
[24] https://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_v%C3%ADa
[25] https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Pol%C3%ADtica_Econ%C3%B3mica
[26] https://es.wikipedia.org/wiki/Yevgueni_Preobrazhenski
[27] https://es.wikipedia.org/wiki/Axel_Kicillof
[28] https://es.wikipedia.org/wiki/Desarrollismo
[29] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=205386&titular=enigma-del-fracaso-de-maduro-
[email protected] @jbiardeau