En ocasiones, los mapas tienen más de una leyenda. Es decir, además de las indicaciones de los simbolos y colores muestran lugares que nunca existieron. Algunos son calles trampa que se utilizaban para descubrir quien había copiado el mapa, mientras que otros se alimentaban de historias de supuestos testigos.
Normalmente, estas localizaciones nunca fueron reales, desapareciendo de los mapas una vez se descubre el engaño. Sin embargo, lo que es menos común es que una localización real pase a ser una leyenda, como le ocurrió al río San Buenaventura.
Su descubrimiento se debió a una expedición de diez hombres, entre los que se incluían dos misioneros franciscanos, Atanasio Dominguez y Silvestre Vélez de Escalante, que en 1776 buscaban una ruta terrestre entre Santa Fé en Nuevo México y Monterrey en Alta California. El 13 de septiembre de ese año, descubrieron al actual río Green, afluente del Colorado, al que bautizaron como San Buenaventura en honor al santo franciscano homónimo.
Hasta aquí nada más extraordinario que la propia expedición en sí. Siguieron explorando, describiendo el recorrido del río, su confluencia con el río San Clemente y su llegada al lago Timpanogos (Ahora lago Utah), donde se encontraron con los indios Ute. El día 29 de septiembre se encontraron con el río de Santa Isabel (hoy Sevier o Severo). Aunque los misioneros expresaban dudas al respecto, anotaron que los indios aseguraban que este río y el San Buenaventura eran el mismo. Además entendieron que este río llegaba a la laguna de Miera (lago Sevier), bautizada en honor a su cartógrafo, y continuaba más allá de este, pero este lago no tenía salida. Era posible que se refiriesen al río Humboldt a 240 kilómetros al noroeste.
A pesar de las dudas, en el mapa final no se mostró el río Santa Isabel, sino el río Buenaventura que alcanzaba en la laguna Miera. Bernardo de Miera y Pacheco recomendó al rey Carlos III de España realizar más misiones a la zona, comentando la posibilidad de alcanzar el océano Pacífico a través del río San Buenaventura o el Timpanogos, que muestra fluyendo al oeste del lago Yuta (Gran Lago Salado). Miera documentó este lago como extremadamente salado como el océano, siendo interpretado posteriormente que el río Jordan que fluía entre el Gran Lago Salado y el lago Utah conectaba con el mar.
Este error se perpetuó en las sucesivas copias del mapa, como las de Alexander von Humboldt en 1804 y 1809, Zebulon Pike que usó los mapas de este último en un libro en 1810 o Aaron Arrowsmith que mostró al río Buenaventura conectado al "Lac Sale".
Los deseos de una ruta sencilla para viajar se antepusieron a los datos, en la misma línea que el estrecho de Anián. Durante el siglo anterior, le ocurrió lo mismo al río San Felipe (Actual río San Joaquín), cuyo nacimiento dibujó el franciscano Francisco Gracés más allá de Sierra Nevada, adentrándose en la Gran Cuenca. Posteriormente, en 1784, Manuel Augustin Mascaro y Miguel Constanso en el primer mapa del Virreinato de Nueva España extendieron el río hasta casi el lago Sevier. Como se muestra en el mapa superior de Humboldt, Sidney E. Morse mostró al río Buenaventura dirigiéndose a un lago cuyos límites occidentales se desconocían.
Durante medio siglo, los ríos en los mapas de la región cambiaron continuamente su recorrido, alcanzando los lagos Timpanogos y Salado, multiplicándose o cambiando de nombre.
La situación comienza a cambiar a partir de 1824, cuando, aparentemente de manera individual, Jim Bridger y Etienne Provost se convirtieron en los primeros norteamericanos blancos en ver e informar de la salinidad del Gran Lago Salado. Desde entonces, los exploradores comenzaron a equiparar al lago Timpanogos con el Gran Lago Salado. Sin ser conscientes de que ni de este ni del lago Sevier salía ningún río, se realizaron misiones para encontrar el río que los conectaba con el océano.
Durante los años siguientes se surcaron los ríos para saber hasta donde llegaban y el nombre Buenaventura cambió de río, pasando a ser el actual río Sacramento. La polémica de su existencia no se zanjó hasta 1843, gracias a la expedición de John Charles Frémont, Thomas Fitzpatrick y Kit Carson desde el río Columbia a Sacramento, California, a través de Sierra Nevada. Ya por entonces se sabía que el río San Buenaventura, que ahora se refería al actual río Sacramento, no fluía al río Green ni Colorado, a pesar de que los mapas seguían mostrándolo, junto a otros ríos de la zona del Gran Lago Salado, desembocando en el mar.
El 27 de enero de 1844, Frémont creyó encontrarlo en el río Walker debido a un error de medición. Dos días después concluyó que el río Buenaventura no existía. Cuando vio que la desembocadura del río Salinas se situaba en el mismo lugar que la del mítico río, lo llamó río San Buenaventura. El presidente John K. Polk, 11º Presidente de los Estados Unidos, fue reacio a aceptar su conclusión. Sin embargo, cuando se aceptó completamente la ausencia de un río que atravesara el continente, Frémont y su suegro, el senador Thomas Hart Benton, se embarcaron en el ferrocarril transcontinental que completaron en 1869, tras la Intervención estadounidense en México o la Guerra de Secesión.
A pesar de todo, esto no quiere decir que los Estados Unidos no estén divididos en dos, ya que un riachuelo del Parque Nacional Bridger-Teton cruza el continente desde el océano Pacífico al Atlántico, También se puede navegar de Norte a Sur desde el río San Lorenzo a los Grandes Lagos, hacia el río Misisipi.
Fuente: Wikipedia
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