Revista Cine

El Lenguaje de los Machetes

Publicado el 03 junio 2012 por Diezmartinez
    La opera prima de Kyzza Terrazas El Lenguaje de los Machetes (México, 2011), fue presentada el año pasado tanto en Venecia 2011 como en Morelia 2011 y este mismo año en el FICUNAM 2012. Producida en parte por Canana -es decir, Gael, Diego, Naranjo and Co.-, el guionista de Déficit (García Bernal, 2007) ha dirigido una cinta exasperante pero, creo entender, esa era precisamente la intención. Aunque también creo que a Terrazas se le pasó la mano. Ray y Ramona (Andrés Almeida y Jessy Bulbo) son dos treintañeros militantes de izquierda. Él proviene de una familia burguesa -su mamá es Julieta Egurrola, que no podría encarnar a alguien sin dinero aunque quisiera- y ella es hija de un guerrillero que fue "desaparecido" en los años 70. El compromiso por las causas populares, sin embargo, no deja de ser muy superficial: ella va y grita en alguna marcha conmemorativa del '68 y él va a Atenco con su camarita de video a tomar la represión policial sobre los celebérrimos macheteros de la época de Fox, imágenes que vuelven a tener actualidad gracias a la candidatura presidencial del Gel-Boy. Este par de irritantes radical-chic de Región 4 -Ramona y Ray, no Fox o Peña Nieto, aclaro- no tienen, pues, mucho oficio ni beneficio: ella canta, para mi gusto, unas horrendas canciones -compuestas por la propia señorita Bulbo y el cineasta Terrazas-, pero él no hace ni siquiera eso y cuando se reúnen con sus amigos nomás fuman mota, se empolvan la nariz y gritan consignas que se quieren anarquistas/destructivas. Ramona quiere tener un hijo -para darle resistol a los tres años, dice ella, pero no se asuste: es broma-, pero Ray tiene otra idea más trascendente. De eso trata la segunda parte de la cinta, cuando Ray decide pasar a la posteridad haciendo algo que no puede pasar desapercibido: nadie más le va a llamar "güerito" culero o algo así. Él tiene los suficientes pantalones para hacerlo... ¿o no? Hay que aplaudir a Terrazas la elección del tema y su retrato nada condescendiente de sus dos protagonistas, especialmente en el caso de Ray. Habría que señalar, también, los tropiezos: un juego actoral defectuoso (ni Bulbo ni Almeida están particularmente convincentes), una subtrama a la que le faltó desarrollo -la hermana de Ramona que se encuentra en el psiquiátrico, por ejemplo- y una puesta en imágenes mareadora, pues la cámara en mano de Christian Rivera se mueve siempre, para todas partes, para todos lados, aunque a veces no tenga mucho sentido. De todas formas, con todo y sus asegunes, estamos antes una opera prima más que meritoria que merece ser vista.

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